🔵Capítulo 115🔴 Aquí nos hundimos todos

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No me había olvidado de su casa, de hecho esos pasillos habían sido escenográficas de algunas de mis pesadillas. Algunas veces era en una persecución, de hecho mis pesadillas siempre han sido de persecuciones, unas veces eran los Petterson, otras veces Fabiola y si, en muchas Skandar. En todas me atrapaba, en todas me rajaba la garganta, me ahorcaba o solo se burlaba de mi angustia.

—Creo que está demás decir que esa área está restringida — me está diciendo mientras se estaciona, estamos en uno de sus garajes —, ahórrame los problemas.

—No planeo entrar a la oficina de tu padre, ni siquiera entraba a la de Alfonso — le digo restando importancia, menos mal llegamos en medos de media hora. —Prefiero que me digas en donde dormiré.

Las luces a las que se refería son alarmas de policía, iban en los autos de los guardaespaldas, mientras nosotros íbamos en medio de ellas. Pensaba que Skandar no manejaría, pero al parecer hasta para eso le gusta mantener el control. Ambos bajamos y en lugar de rodear la entrada del frente me abre la puerta del garaje.

—¿No quieres comer algo de primero? — me dice mientras subimos un par de gradas, entramos a un desolado pasillo, hay un espejo colgado, lo sigo mientras lo cruzamos, en el extremo llegamos a la ya familiar recepción —, apenas tocaste tu plato.

—Creo que prefiero dormir, gracias — le digo viendo hacia el candelabro, alcanzó a ver mi reflejo, Skandar se acerca poco después, ambos muy cerca del otro.

—Creía que Fabiola tenía candelabros...

—No tan grandes — le digo —, ni uno en donde me pudiera ver.

—Bueno, supongo que tendrás tiempo suficiente para verte — me dice antes de bajar la mirada, él hace lo mismo —. Si no tienes hambre, entonces sígueme.

Recuerdo subir las mismas gradas en forma de caracol, esta vez si veo las fotografías pegadas en la pared, pero Skandar está acelerando el paso. Pasamos uno de los pasillos, cruza del lado opuesto de las habitaciones de servicio, por donde me condujo Kathia el año pasado. De nuevo llegamos a otro pasillo un poco más estrecho, con dos puertas. Una frente a la otra.

—Esta es mi habitación — me dice en la puerta derecha, luego señala la que tiene enfrente —, y esa es la tuya.

—¿Y la de tus padres y hermano? — le pregunto preocupada, la idea de tenerlo tan cerca no es la mejor noticia.

—De lado de la sala de reuniones y oficina — me dice, dejando claro que están en el ala opuesta de nosotros, como si no pudiera ser peor.

—Veo que te fascina la privacidad — menciono nerviosa —, de este lado estás muy solo.

Se queda callado mientras mira al suelo, eso solo dura unos instantes

—Es más sencillo meditar sin que te molesten otras personas — me dice.

—Oh, eso no explica el porqué me pusiste de este lado — le digo acercándome la puerta donde dormiré por no sé cuanto tiempo —, si tanto te gusta la soledad.

—No me gusta la soledad, me gusta el silencio — me dice antes de acercarse a mi puerta, la abre dándome la bienvenida un par de maletas sobre mi cama, además hay un olor a aromatizante.

—¿Qué...? —entro por completo y me acerco, la habitación tiene una televisión pegada a la pared, una cama recién hecha con sábanas limpias, iluminada por una lámpara y la luz de la luna. Además hay una entrada, un pasillo del otro extremo, me acerco solo para encontrarme con que está lleno de mi ropa. Hay una puerta en donde me encuentro con el baño, lleno de mis artículos personales.

Vindicta (Segunda parte de Mirada Cruel)Where stories live. Discover now