🔴Capítulo 100🔵Armagedón

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La cabaña no es tan grande, me recibe una sala de estar, los sillones de cuero hacen juego con los pisos de madera. Por suerte la chimenea está encendida, lo que lo vuelve acogedor. Las lámparas no son tan ostentosas; sin embargo, siguen llamando la atención por el cristal. Detrás está la cocina, que quizás es la mitad de la sala y al lado un pasillo poco iluminado. Me asomo, hay solo dos puertas donde imagino, estarán las habitaciones.

—Ya te dije que fue un accidente — me volteo, está sentado en uno de los sofás, mientras saca el ungüento.

—No lo volveré a preguntar — me dice antes de hacerme un espacio —, siéntate.

—Fabiola se puso unos guantes cuando me lo echó — le digo, lo que hace que suba las cejas —, tendrás algo parecido, no sé si mi piel sea delicada.

—Se lo puso por el olor — me dice cuando tomó asiento a su lado —, no será necesario para mi...

Lo volteo a ver al segundo, alarmada.

—No es necesario, yo puedo hacerlo sola...

—Por lo menos déjame ver que tan mal está — me pide, y creo que es debido a su tono amistoso que me animo a no pelear.

Me quito la chaqueta, me tomo mi tiempo debido al dolor. Intento bajar una de las mangas de mi blusa, pero está ajustada, lo que lo hace imposible. Batallo un par de veces, seguidas, pero solo logro que me duela más.

—Quítatela — me dice Skandar, demasiado directo. — No me hagas esa cara, es por necesidad Nataly...

—No creo correcto — intento buscar una excusa más decente que la vergüenza, pero no sé si me veré como una idiota.

—Por favor, te tengo que recordar lo de esta mañana — tengo que evadir la mirada de la pena.

Claro, por poco olvido lo que hicimos. Algo que parece de hace décadas.

—Las circunstancias... — intento decir, aunque no sé si tenga sentido —, no sé si...

—Te propongo algo, si tu te la quitas, yo haré lo mismo — me dice, dejándome sin opciones y con la palabra en la boca.

—¿Qué...? — suelto —, no le veo el sentido a esto.

—Yo sí, si tanta es la pena, podemos padecerla los dos — me dice, lo que me hace reír, no creo que sienta pena o por lo menos no conmigo. Sin embargo habla muy en serio, más cuando sin previo aviso se quita la chaqueta, poco después la camisa.

Me cuesta sacarle la mirada de encima, es la segunda vez en el día en la que estamos en una situación similar. Hay algo que no encaja y me siento extraña.

La necesidad de esconderme en el baño son muchas, pero no flanqueo. El jodido dolor me lo recuerda, es eso o actuar rápido para poder irme lo más pronto.

No sé como saco fuerzas para subirme la blusa, sin embargo Skandar está ahí para ayudarme. Es delicado, demasiado para lo que intenta reflejar, me pide sacar el brazo lastimado de último, y eso hago con paciencia. De hecho es Skandar el de la paciencia. Trato de ver algún cambio en él, en verme solo con el sostén, pero no pasa nada. Está demasiado serio y no se como tomármelo.

Saca su caja con la crema y se sienta a mi lado.

—Joder — dice al ver por completo el hombro —, está hinchado, si no te echo la pomada mañana amanecerá morado.

—Solo ponlo — ya no intento pelear.

La idea de ponerme tapones en las fosas nasales es irresistible, pero imposible. Aún se me hace extraordinario como Skandar parece inmune al olor, como si no pudiera sentirlo. Abre la pomada y vuelvo a sentir esa horrible quemazón en el hombro.

Vindicta (Segunda parte de Mirada Cruel)Where stories live. Discover now