🔴Capítulo 73🔵Chantaje

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Estoy segura de que estoy por presenciar un desastre. El inicio de algo que recordaré por meses. Quizás se deba a su mirada tenebrosa, profunda y es de esas escasas veces que lo veo decidido.

El problema es que todos lo están viendo al mismo tiempo que yo y alcanzó a escuchar a mis amigos maldecir. Otros ven la mesa de centro, tal vez creen que va directo por uno de ellos, por Carol, Gonzalo o Dante.

Un hilo de esperanza crece en mi interior cuando los veo erguirse y dispuestos a pelear, ellos deben prever esas situaciones.

Quizás si sea por ellos...

Pasa la línea divisoria como si nada, como si no hubiera un acuerdo invisible de por medio, pero que un Cacciatore no debe acatar. Y sigue de largo, algunos norteños incluso se apartan para no obstaculizar su camino, pero no se dirige hacia sus rivales. Por lo menos no los peces gordos.

Cruza hacia el lado izquierdo, hacia esa mesa al lado de la ventana que está muy lejos de los importantes. Y no tengo más remedio que ver como se acerca hacia nosotros.

Skandar no tiene vergüenza, eso es un hecho porque no tiene reparos en cerrar la distancia a pesar de las miradas de advertencia que les lanzan solo los valientes o los que se le pretenden igualar.

—Qué bonita broma — me dice jalando una silla de una mesa cercana y poniéndola a mi lado, el movimiento es tan repentino que me alejo —, no sabía que estabas tan pendiente de mis comidas.

—¿Qué estás...? — logro decir.

—Oh no tienes que irte con rodeos, una vocecita me decía que me espiabas — me dice, no se le ve molesto, de hecho me regala una sonrisa demasiado amistosa para mi mal gusto.

—Yo no... — hago una pausa, no le debo seguir el rollo —, ¿qué estás haciendo?

—¿Qué no es obvio? — se encoge de hombros —, vine a desayunar contigo, ¿es tan malo querer tu compañía? — esta vez se enfoca en mis amigos, los cuales están demasiado absortos con la actuación de Skandar que apenas emiten palabra. Creo que la que peor la está pasando es Anni.

—No seas... — me muerdo la lengua —, por favor, podrías irte, te vas a meter en...

—¿Problemas? — se me adelantó —, yo no soy el que estaré en problemas.

Es ese tono de arrogancia, de alguien que sabe que es intocable el que me hierve la sangre.

—Pero a mí sí — le respondo entre dientes —, larga... es momento de que te vayas.

—No — se encoge de hombros —, de hecho creo que después de tus extrañas recetas deberías por lo menos regalarme una de esas galletas — dice viendo mi comida.

—Quédatelas — las acercó —, comételas, incluso te puedes llevar mi café...

—Pero qué altruista... — dice sin poner peros y se mete una galleta a la boca, todos nos quedamos callados viendo como la mastica. Dejo mi vista puesta en la mesa, me aterra ver alrededor como lo más probable es que nos está viendo —, buena, no como las de mi madre, pero buena.

—Te las puedes llevar...

—Ahora explícame ese gusto raro de las donas con salsa picante — me interrumpe ignorando mis palabras —, para ser una nueva receta, deja mucho que desear.

Me quedo en silencio.

—Yo... yo no — empiezo a decir.

—Claro que sí — replica.

Niego —, yo no puse el...

—La receta es asquerosa, pero tengo que agradecerte que no repitieras lo de Cressida — hace una pausa —, de eso hablaremos después — dice en un susurro para que solo yo pueda escuchar. Se limpia con una servilleta y le da un sorbo a mi café —. Espero que solo le hayas puesto eso a la dona, si no digamos que tendré que tomar otras medidas.

—¿Qué? — lo vuelvo a ver —, me estás amenazando — me cuesta decirlo, sobre todo porque tenemos público.

—No, yo solo doy precauciones, es por tu bien — me dice antes de volver a ver a mis amigos, que se ven más pálidos —, necesito opiniones en caso de que su amiga se ponga creativa otra vez, ¿cuál creen que sería la mejor consecuencia Stella? Y no sean tímidos, tengo muchas en mente pero no las veo tan... divertidas.

Ninguno de mis amigos dice nada, todos alternan la mirada, de mí pasan a Skandar y así un par de veces.

—Pero qué callados, raro — menciona con cierta exageración antes de sacar la mitad de la dona de su bolsillo —, me gusta escuchar ideas, así que no sean tímidos — dice partiendo en cuatro pedazos lo que queda de la dona, abro más los ojos cuando pone un pedazo enfrente de mis amigos —, aporten o coman, tienen esas dos opciones.

Los cuatro comparten una mirada antes de verme, creo que Edmon dirá algo pero cierra la boca. Me mira en busca de ayuda.

—Les voy a dar diez segundos — dice mirando su reloj —, o me dan ideas, o se comen el pedazo de dona, sin dejar una miga — agrega lo que me revuelve el estómago.

Me quedo helada al ver como cada uno acerca su mano al pedazo de dona...

No, eso es suficiente.

Sin pensarlo tomó los cuatro pedazos de dona con rapidez, dejando una mirada sorpresiva a mis amigos. Mi puño destruye el pedazo de masa y volteo a ver a Skandar.

—¡No los metas en esto, idiota! — le digo tratando de no subir la voz.

—Así me gusta — me dice acercando su mano hacia mi puño, su palma abraza mi puño con fuerza —, lo dijiste antes de que lo pensara, ojo por ojo.

—No — murmuró.

—Pero si tú lo cocinaste, no creo que sea tan asqueroso — me dice y sus ojos se oscurecen —, vamos, termínalo de comer.

—Ya basta — le digo aunque suena más como una súplica.

—Claro, ruégame más y lo consideraré — dice sonando un poco burlón. Eso está por sacarme de mis casillas.

—No lo compliques más — empiezo a mover mi mano —, si tienes algo que decir solo no lo  hagas aquí.

En un forcejeo terminó soltándose de su mano y me alejo lo suficiente para tomar lo que queda de mi café y ponerme de pie.

Skandar tiene el horrible gesto de imitar mi movimiento.

—¿A dónde vamos? — me pregunta, alza ambas cejas —, no me he terminado las galletas.

—A ninguna parte, yo me voy a estudiar y tú regrésate a tu lado — le contestó.

—Ah, que mal, porque iremos a ese otro lugar — me dice como si lo debería tomar como un hecho.

—No, ya te dije lo que voy a hacer y va a pasar — bajo la voz desesperada —, no compliques esto...

—Las cosas las empezaste tú — me recuerda mientras ve cómo dejo tiro las migas de lo que queda de la dona en una servilleta.

—Yo iré a estudiar y tú te regresarás a tu lado de la cafetería — repito, esta vez más fuerte, esta vez más segura.

Se queda un segundo analizando hasta que solo le basta dar un paso para cerrar la distancia y enrolla su mano en mi brazo.

—¿A dónde vamos Stella? — me pregunta de nuevo y no pone reparos en acercarse a mi oído.

Sí, es ese tono entre suave y brusco a la vez. Es un coopera y evítate problemas.

Paso de ver su agarre, a su rostro, decidido e impenetrable. No está para negociaciones.

Bien, porque yo tampoco lo estoy.

Vindicta (Segunda parte de Mirada Cruel)Where stories live. Discover now