🔵Capítulo 46🔴Un relato agridulce

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Trago y asiento, incluso le regalo una media sonrisa, con eso es más que suficiente para que me deje ir.

Ah, maravilloso. De todos los hombres que se me pudieron haber acercado tenía que ser el más idiota. No puedo creer que acepte ser su pareja en la asamblea, por suerte Carol estuvo al rescate. Creo que ha sido el único favor que me ha hecho Bardi en la vida.

Lo que tengo por certeza es que salir de Skandar para caer con Montessori es lo mismo que apagar el fuego para caer en las brasas.




Para llegar a mi siguiente clase debo pasar por la recepción y entrar al otro edificio. Estaba por hacerlo cuando veo que desde el estacionamiento alguien sale de un auto de manera apresurada. 

Es Anni.

Un debate entre seguirla o hacerles caso a los chicos me deja parada por unos instantes. Tomo la decisión de seguirla solo porque la veo huir hacia uno de los jardines laterales casi en lágrimas.

Soy cautelosa, no corro como si fuera una persecución, además por la nieve me puedo resbalar. Aunque la espió, se mete entre unos matorrales, y alcanzo a ver como se sienta detrás de unos árboles donde hay una banca vieja. Las ramas la ayudan a ocultarse.

Está llorando, sus sollozos son agudos e incesantes, me pongo de puntillas y me acerco lo más que puedo, sin querer asustarla. Está con la cabeza entre las piernas y se balancea desde de un lado a otro, la sola imagen me rompe el corazón. Jamás la he visto así tan... vulnerable.

—Anni — susurro, haciendo que me vea de golpe, me agacho un poco y me quedo a una distancia prudencial —, ¿qué te pasa?

La chica se pasa las manos por la cara alejando sus risos dorados, se seca la cara con las mangas de manera brusca e intenta hablar, pero apenas dice algo con sentido, solo gimoteos.

—¿Qué estás haciendo aquí? — logra formular con la voz hecha un hilo —, ¿me seguiste acaso?

Asiento —, te vi salir de un auto a toda prisa, te mirabas... mal y no te quería dejar sola.

—Quizás era eso lo que quería — me dice bajando la voz, hasta sus orejas enrojecieron.

Trago mientras recuerdo la advertencia de Ted —, es mejor que me vaya, cualquier cosa llámame, no olvides que no estás sola — digo acercándome un poco más.

Quizás cada quien lame sus heridas de manera diferente, pero cuando tuve uno de los peores días de mi vida hace un par de meses, necesite de un abraso consolador, al contrario, solo tuve palabras amenazantes y una cama fría.

Me pongo de pie y la miro por unos segundos antes de dar media vuelta. Estoy dando unos pocos pasos cuando escucho su voz, llamándome.

—Nataly, no quiero que pienses que... no es nada en realidad yo... solo yo — la pobre tropieza son sus propias palabras, eso me motiva a acercarme y sentarme a su lado.

—No tienes que decirme nada, llora todo lo que tengas que llorar yo te apoyaré — le digo, pero la chica está en negación.

—No, ya lloré lo suficiente — me dice secándose con las mangas de su chaqueta —, estoy harta y en verdad quiero parar — la voz se le quiebra, pero se compone tras unos segundos.

—No sabría decirte que es lo mejor, pero creo que si reprimes tus sentimientos te sentirás mucho peor Anni — murmuro —, no sé bien que es lo que te paso, tampoco sé cómo lidiar con problemas amorosos, pero...

Niega con más fuerza y toma un respiro —, ojalá fuera solo eso Nat, podría manejarlo — abre más los ojos y mira hacia arriba —, todo se me vino encima y no sé qué hacer.

Vindicta (Segunda parte de Mirada Cruel)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu