🔴Capítulo 55🔵 Libramos una batalla

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Cada nervio de mi cuerpo se pone rígido, como si me hubiera tragado algo helado todo mi pecho se enfría, ahogo un grito y me quedo viendo ese maldito artefacto, solo hace falta pocos segundos para que me regrese unos meses atrás. Dios, está por cumplir el año de uno de los peores días de mi vida.

Skandar me está susurrando algo, ese sonido ronco muy cerca de mi oído, lo que me regresa a mi realidad. Lo que me hace enfurecer y decidir si encararlo o querer huir.

Opto por la segunda opción.

Me despego de esa silla de un salto y sin saber aún como, acelero hacia la puerta. Pero unos fuertes brazos me detienen y me alejan de la puerta.

—Suéltame, me tengo que ir... — le digo removiéndome de la prisión asfixiante que son sus brazos.

No me contesta, cuando empiezo a sentir un poco de libertad, acelera el paso y se pone en frente  de mí. Bajo la mirada solo para encontrarme con la pistola en su mano.

—Muévete, ya no te quiero escuchar — intento decirle, pero la voz pierde su volumen, cada parte de mi cuerpo está temblando.

—Me vas a escuchar — me dice en un tono filoso, que solo me demuestra que no está para negociaciones —, y después me lo vas a agradecer.

Sacudo la cabeza con rapidez y me restriego los ojos para no sacar una sola lagrima.

—¿Cómo puedes hacerme esto? — le preguntó, tratando de no sollozar —, cuando sabes muy bien mi relación con cualquier tipo de arma —me atrevo a darle un empujón que no lo mueve ni un centímetro —. Púdrete, maldito...

Aprisiona mi mano cuando intento empujarlo de nuevo y no se inmuta al aplastar el arma en ella y obligarme a tomarla. Intento luchar, pero ambos quedamos en un tira y afloja incesante, que termino agotada y aunque sé que Skandar no lo demostrará, lo puedo escuchar resoplar.

—Te hablé una vez de cómo me intentaron envenenar en mi fiesta de cumpleaños — me dice aprovechando el silencio, solo basta con un susurro, ya que la distancia entre ambos es nula —, ese día mi padre no solo celebro mi cumpleaños, también tuvo una junta importante, basta decir que reforzaron la seguridad. Eso no basto para que intentaran dañarme, lo mismo con mis hermanos.

—¿Por qué me quieres ayudar? — suelto rendida al ver cómo mi mano se aferra a la suya, como la otra está aprisionada contra el arma y las garras de Skandar —, dijiste que te iba a agradecer, pero me estás torturando con esto, algo que sabes muy bien.

—¿Tienes una en casa? — me dice viendo el objeto en cuestión, al negar asiente satisfecho —, pues por eso mismo, es mejor ser precavido. Eso podrá salvar tu vida, no estás en las mismas condiciones.

—Entonces la debo llevar hasta cuando me esté bañando — le digo sonando asustada —, digo, porque hay dos posibilidades, o lo dices para ayudarme o solo me quieres volver una loca paranoica.

Hace una pausa, alza una ceja y niega desconcertado —, si fuera lo último te aseguro que no te estaría dando la pistola, sobre todo por tus antecedentes con las armas.

—Entonces regresamos a la pregunta inicial — digo sin ganas de debatir —, ¿por qué tanto interés en ayudarme? — alzo la vista y me enfrento a su fría mirada.

—Porque si — me dice sin molestarse en mi tono impaciente.

—Eso no es una respuesta — le digo descendiendo mi mirada hacia el arma —, a veces siento que preferirías que no estuviera aquí, así que no sé cuál es el afán por ayudarme...

—Si eso es lo que piensas, es porque no has entendido nada — dice y puedo sentir sus ojos sobre mí.

Empieza a hablar sobre algo de la reunión de mañana, pero no le estoy prestando atención. Estoy viendo nuestras manos entrelazadas, la manera en la que me está forzando a tomar el arma. La atención se vuelve más intensa cuando afloja su agarre, a comparación del mío, tomo el arma como si mi vida dependiera de ello.

Vindicta (Segunda parte de Mirada Cruel)Where stories live. Discover now