🔴Capítulo 76🔵 Estábamos atados desde siempre

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Ambos nos miramos por los siguientes segundos. Está claro que nos hemos quedado sin respuestas, sin justificación. Y cuando estoy por responder con otra pregunta evasiva, decide romper el silencio.

—Después de la asamblea, el acoso e intentos de secuestro no te iba a  quitar de mi vista — suelta es un susurro, pero su voz suena ronca, grave. Hasta peligrosa y mi corazón salta más fuerte al escucharla.

—Puedo con él — digo tras una pausa.

—Estoy convencido de eso, sin embargo tenía que intervenir — me dice —, además me agradecerás ese ultimátum luego.

Suelto una carcajada —, ¿llamas a eso un ultimátum? — niego —, eso fue una amenaza clara, una sentencia.

—Si con eso le queda claro no me importa — deja el mechón detrás de mi oreja —, a él todos.

—Claro, es que él no era el único — suelto pensando en las miles de propuestas que se me han venido encima —, porque nadie debe cortejar, tocar a la hija de Lenina, salir con ella, nadie excepto tú — digo recordando la amenaza.

—No creo que la hija de Lenina tenga tanto interés en ampliar su catálogo de admiradores — me dice y de nuevo siento su toque en mi espalda.

—Quizás deberías preguntarle antes de decir tonterías — me acerco a su rostro, cuando él hace lo mismo, nuestros pechos desnudos se tocan y termina suspirando —, puede que estés equivocado.

—No necesito hacerlo, nunca la he visto dispuesta con nadie más — me dice en un susurro —, nunca he visto que esos ojos brillen con nadie más...

—Pero ella lo desprecia — lo interrumpo poniendo mis palmas en su torso —, ríndete Skandar.

Suspira —, no lo vamos a hacer nunca Hanna.

—Lo haré...

—Estábamos atados desde siempre Tella y no hay nada que puedas evitar — me dice dejándome sin habla.

Dándole el sentido a sus palabras y acciones, está claro que todo con un Cacciotore tiene intereses personales detrás. Me quedo parada viendo, la situación que apenas puedo controlar. 

La ganas de permanecer aquí haciendo esto que apenas tiene explicación y sus palabras pareciera que dictaran sentencia. Parece que desea demostrarme su poder, su dominio sobre mí besándome, tocándome. Y casi le doy entrada. 

Pero ese es un juego que podemos jugar ambos.

—Eres despreciable — suelto de repente, presionando mi agarre en su torso, quiero que sienta algo, dolor incomodidad —, te odio...

—Qué bueno — dice apretando mi agarre y apretando de nuevo a la columna oxidada—, por lo menos nos ponemos de acuerdo en algo...

No hace falta mucho para que dejemos la palabrería y nuestros labios están librando ese otro tipo de batalla en el que son buenos.

Sus labios terminan en mi cuello y luego en mi clavícula, no pasa mucho para que pierda el control y descienda a mis pechos.

—Te odio — le digo mientras suelto un gemido —, te odio...

—Y por eso no quieres que pare — me asegura antes seguir en mi otro pecho —, creo que eso es lo que más te gusta.

—Estas... — intentó decir, pero a penas puedo emitir palabra, menos cuando de nuevo regresa a mis labios.

—¿Enfermo?¿Loco? — dice separándose un poco —, te doy una noticia, tú eres igual o peor que yo...

Niego mientras mis manos pasan por su pecho casi tan perfecto, casi.

Vindicta (Segunda parte de Mirada Cruel)Where stories live. Discover now