⏳Capítulo 30🩸 Un cierre y una Promesa

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Me recuesto en la salida del corredor y tomo un respiro. 

Joder.

 ¿Qué carajos acaba de suceder? 

Estoy convencida de que Alfonso empezara a jugar sucio por rechazarlos y con esa insinuación de Fabiola fue más que evidente. Y luego lo de Skandar que, aunque no me guste admitirlo, puede que sea útil. La idea de tener algo que lo pueda destruir o por lo menos mantener al margen de mí es... satisfactorio.

Retomo el paso en la sala, pero no estoy ni cerca de la puerta cuando la voz de Fabiola me detiene.

—Algo me dice que no me querías en la reunión — ambas nos miramos de frente —, debo admitir que no me esperaba esa incomodidad evidente que tenías en cuanto entre'— pone las manos en su cadera y reduce un poco la distancia.

—¿Y qué es lo que esperabas? — pregunto con una mezcla entre confusión y enojo.

—Aún no lo sé, creo que quizás un poco de molestia, algo más llamativo — dice de manera inesperada.

Me rio —, entonces un par de insultos, o poner los ojos en blanco hubiera estado bien para ti — le digo en voz baja.

—Me hubiera parecido más realista si lo ves de esa manera — admite encogiéndose de hombros —, no esa actitud un tanto hipócrita — alzo ambas cejas asombrada por su comentario.

Aprieto la mandíbula con fuerza —, bien ya que deseas tanta sinceridad me gustaría que tú me respondieras con lo mismo — suelto, sin darme cuenta de mi tono molesto.

Para mi sorpresa, sonríe —, algo así quería, aunque me alegra que sea solo entre las dos — se acerca un par de pasos más —, lanza esas quejas o preguntas, enfréntame.

Enderezo la espalda y la miro a los ojos, es increíble que a pesar de ser la afectada y que ella sea consciente de eso, yo sea la que tenga ganas de huir y esconderme. Por ahora debo actuar como si fuera la que va a atacar o Fabiola será capaz de acabar conmigo en estos pocos minutos.

Trago y tomo un respiro antes de preguntar lo siguiente —, ¿cómo era ella?

Algo cambia en su mirada, sus ojos se agrandan y sus cejas alzan, pero es solo por unos milisegundos que casi creo que lo imagine, quizás ella no esperaba iniciar de forma tan directa.

—Por donde empiezo, tenía el mejor sentido del humor, tenía una presencia tan palpable que hacía brillar cualquier lugar en donde estaba — empieza a decirme evitando mi mirada —, era imposible que te cayera mal y nunca dejaba de hacerte reír. No había lugar en donde no se pusiera a tartamudear canciones, aunque no se supiera la letra. Siempre llevaba galletas a donde iba, por eso se ganó el cariño de tantos.

—¿Qué era para ti? — formulo la pregunta sin que la voz me tiemble.

—No era solo mi mejor amiga, siempre la consideré una hermana — traga viendo hacia la ventana a mi lado.

—¿Es parecida a mí? — pregunto con mucha inseguridad.

Se demora un poco en responder —, cuando te vi por primera vez en persona, tuve que poner de mi fuerza de voluntad para no salir huyendo, estaba segura de que mi amiga había revivido — me dice cerrando los ojos por un segundo —, en la asamblea cuando te vi con el vestido rojo me sucedió lo mismo, adoraba ese color. Y si quieres hablar más allá del físico, claro que sí, esa amabilidad con la que le hablas a Joseph, la manera en que cuidas tus cosas personales, lo mucho que te sonrojas cuando te habla un desconocido... — describe sonando anonadada —, es tan parecido que me cuesta diferenciarlas.

Mis sentimientos me sorprenden, porque no siento paz o añoranza. Ningún sentimiento de bondad me pasa por el corazón, es todo lo contrario. La rabia toma posesión de todo mi ser y casi termino por pegar un grito. Es injusto que por medio de esta mujer tenga anécdotas de mi propia madre. De una mujer que me quito todo. 

Vindicta (Segunda parte de Mirada Cruel)Where stories live. Discover now