ciento trece.

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«Aún la tienes»

«Así es»

«¿Por qué?»
«No fui yo la que se alejó de ti»

«Yo... ya sabes, mi novia es celosa»

«Claro que lo sé, era mi mejor amiga. Por favor, quiero escuchar la clase»

Y a la salida de la clase me la quité, me quité tu muñequera y la puse un tu banco.

«Tal vez debas dársela a ella, para que esté más tranquila respecto a nosotros»

«¿Nosotros?»

«Sí, para que le quede claro que no somos nada»

«¿Nada?»

«Adiós»

Y me alcanzaste corriendo en la puerta. Me tomaste del brazo, girándome hacia ti.

«No digas cosas así, eres mi mejor amiga, gato»

«No lo soy, no me digas así»

Y me abrazaste, metafórico tú, como si fuera lo más natural del mundo. Luego susurraste un «te extraño» en mi oído, mientras colocabas tu muñequera en su lugar: mí muñeca.

Y eso fue todo lo que necesitaste, para tenerme otra vez en la palma de tus manos.

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