Capítulo ochenta y ocho

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Gastón:

Siento que es una clase de Déjà vu.

Es lo mismo que la última vez: Brisa me dejó y yo terminé firmando papeles para adquirir un nuevo departamento. No sé si me quedaré mucho en el edificio porque si estoy solo me va a hacer muy mal. Probablemente en unos días llame a mamá para contarle lo que ha pasado. Me vendría bien un consejo de ella. Ahora no quiero decirle nada porque, una estúpida parte de mí, tiene la esperanza de que Brisa me llame pidiendo perdón. Y espero que lo haga. Ruego porque pase eso. Me haría feliz.

Aunque sé que soy un estúpido por esperar algo de alguien que no valoró nada de lo que le brindé. Y lo más absurdo es que, si ella me pide que regrese a su lado, lo haré sin siquiera pensarlo. El amor a veces conlleva a la falta de cordura.

¿Cómo puede ser que haya pasado todo esto? ¿Cómo puede ser que se haya cansado de mí? La historia que construimos juntos, se ha quebrado pedazo a pedazo. Y todo por ella. Por la mujer que pensé que jamás me fallaría...

Cometí incontables errores en lo que iba de nuestra relación, pero ella ya había perdonado todo. Ella ya había aceptado y dejado las cosas malas atrás. Por eso nuestra relación estaba fluyendo bien. Pero, de repente, se le mete una maldita idea en la cabeza y decide que no me quiere más. Me arma los bolsos cuando no estoy y me manda a la calle apenas llego.

Lo que me duele más es que hoy, cuando me dejó besarle y pegar mi frente a la suya, las esperanzas de que ella volviera a ser la Brisa que conocía me abordaron en su totalidad. Encima paré a comprarle un ramo grande de flores rojas porque sé que ella está teniendo una admiración hacia el color. Llego a casa feliz, le tiendo el regalo, y ella me clava un puñal en el corazón.

En serio, ¿qué fue lo que la cansó?

Le dí todo. Siempre dí todo. Siempre intenté ser una buena persona para ella, intenté mejorar día a día en todos los sentidos. Intentaba hacerla feliz de todas las maneras posibles. Pero por lo visto no bastó. No bastó nada de eso, y me planteo si valió la pena haberlo entregado todo.

O quizás el problema sea yo; quizás por eso siempre me va mal en el amor. Brisa ya me apuñaló, luego terminará enterrándome cuando me pida el divorcio. Porque sé que no falta mucho para que me lo pida. Me la vengo venir. Y mi mayor temor es sentirme más vacío de lo que ya me siento.

Sus crueles palabras se reproducen en mi mente incontables veces. No sé cómo parar los recuerdos que me queman, sobre todo los buenos, los momentos mágicos. No sé cómo hacer para expulsar ese asfixiante dolor de mi pecho. No puedo dejar de llorar. Ahora que estoy solo otra vez, las cosas vuelven a ser complicadas para mí: tengo miedo de cómo pueda terminar.

Porque no puedo.

No puedo sin ella. Y me frustro porque quiero odiarla, porque quiero crearme una imagen despreciable de ella, pero tampoco puedo. Estoy perdido. Estoy ahogado en el vacío. Y nadie lo sabe. Nadie lo va a saber realmente porque no lo sienten en carne propia.

Quema mucho. Cada parte. Cada recuerdo. Cada palabra. Cada roce.

Me recuesto en el sofá después de sacarme la remera. Tomo la manta que Brisa dejó en mi bolso y me cubro con ella. Mi mirada penetra el techo y las lágrimas vuelven a caer. Pero no emito ningún sonido. Las fuerzas quedaron atrás. Las ganas de sonreír también. No soy capaz de mover mi brazo para secarme las empapadas mejillas que tengo. No soy capaz de tomar el teléfono cuando escucho que suena una vez.

Conseguí (por suerte) un departamento vacío en el mismo edificio que Brisa. Me había enterado de que los antiguos residentes se iban a mudar hace unas semanas, y al ver al «saca plata» del dueño en la recepción, no pude evitar preguntarle.

Siempre Serás Tú #D2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora