Capítulo cuarenta

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Gastón:

Sus palabras se sienten como un impacto sobre mis pensamientos. 

«¿He escuchado bien?», me pregunto a mí mismo, pero no hay necesidad de que se lo pregunte a ella. Puedo sentir cómo intenta que mi cuerpo esté mucho más en contacto con el de ella.

Me gusta cómo se está tornando esto. 

El ambiente se vuelve bastante intenso y el calor se presenta en la sala.

Creí que ya no volvería a sentir estas sensaciones con ella. 

Extrañaba estas emociones. Cuando me acostaba recordaba cada momento de placer en los que vivía con ella. Y pensar en esas emociones se sentía perfecto. Pero no cabe duda de que pensar y sentir no es exactamente lo mismo. 

Sentir es mucho mejor.

Me encuentro en un momento de éxtasis, de desconexión con el mundo.  Estoy al tanto de que hay uno a nuestro alrededor pero parece que no fuese así. En este momento sólo somos ella y yo. Y me encanta. 

Por mi cuerpo recorren miles de sensaciones incontrolables. El deseo que siento me vuelve completamente loco. 

Dejo de besar sus cálidos labios, a los cuales extrañaba muchísimo  y llevo mi boca a su cuello, succionando de vez en cuando, como sé que a ella le gusta. Como sé que a ella le excita...

Beso su oreja y paso mi lengua por ella, sintiendo cómo se le acelera el pulso y cómo se retuerce de placer con mis actos. 

Se me hace incontrolable el tocar su perfecto cuerpo. 

La deseo. La deseo como jamás había deseado a alguien.  

Me siento contento.

Me siento contento porque sé que ahora estamos juntos de nuevo, contento porque volveremos a vivir juntos, a dormir en la misma cama, a comer en la misma mesa, a reforzar nuestra confianza...

Vuelvo a tenerla a mi lado y eso era lo que más anhelaba. Lo que más quería... Vuelvo a sentirme completo otra vez.

Voy a hacer las cosas mucho mejor para que todo funcione correctamente. No soportaría volver a perderle de nuevo por culpa mía. 

Llevo mis manos a su camisa con muchas ansias de verle desnuda por completo. Desprendo un botón. Luego otro, después otro, y así hasta llegar hasta el sexto. 

La camisa deja de rodear su cuerpo segundos después de que desprendo cada botón negro. Lo único que cubre sus pechos en este momento es su corpiño negro. Me quedo observándola con atención por varios segundos mientras que ella me toma del cabello. Deslizo lentamente mi mano sobre su torso desnudo y rozo sus pechos con mis manos. 

Quiero tomarla de los pechos y apretárselos pero también quiero hacer que ella desee mucho más de lo que por ahora le brindo. Quiero tentarla a más. Y sé que lo logro. Lo noto en su expresión. Su rostro me pide que le toque con fuerza, que le brinde todo lo que su cuerpo pide. Y con gusto lo haré... 

Le desprendo el corpiño sin ninguna dificultad y le deslizo las tiras de él sobre sus brazos hasta quitárselo por completo y arrojarlo a suelo. 

Me quedo embobado viéndola. La he visto de esta manera muchas veces, sí, y aún me sigue encantando como la primera vez que le vi así. 

Recuerdo que la primera vez que hicimos el amor fue también en un sofá pero de mi casa en Los Ángeles. Fue uno de los mejores momentos de mi vida. Haberlo hecho con ella... con la mujer que más he llegado a amar. 

Me quito la remera y me percato de que ella no para de verme. Me mira con tanta atención que mi excitación crece con su simple acto. Su mano comienza a deslizarse sobre mi pecho, luego viaja por mi abdomen hasta llegar a la cremallera de mis pantalones. La sensación que me invade todo el cuerpo es perfecta, excitante, incontrolable. Es un cosquilleo que te recorre, literalmente, desde la cabeza hasta la punta de los pies. Ella no me baja el cierre de mis jeans y tampoco me desprende el pantalón, y me doy cuenta de su intención. Quiere torturarme sexualmente. 

Siempre Serás Tú #D2Where stories live. Discover now