Capítulo cuarenta y ocho

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Gastón:

—No pueden quedarse todos juntos, sólo una persona o máximo dos —nos avisa una enfermera y me resulta algo estúpido—. Tienen que irse ahora, el horario terminó. Lo lamento.

Jamás entendí por qué en los hospitales ponen horarios de visitas y por qué no más de una o dos personas pueden quedarse. En mi opinión no tiene nada de malo que las personas puedan ver a su pariente enfermo todo el tiempo, porque al fin y al cabo, ¿qué es lo que molesta? Ellos tendrán sus razones pero creo que no llegaré a comprender el motivo. Además siento que es algo cruel que sólo te den media hora para estar con un paciente y que luego te echen.

—Volveremos en unas horas para cambiar turno con Stef, Isaac, así ella puede ir a descansar.

—¿Irán a dormir un rato?

—Iremos a comer algo —responde.

—Bueno, nos vemos en la noche, Brisa —dice su hermano.

—¿Seguro que no quieres ir a tu casa y que yo me quede? —le pregunta mi novia a su mejor amiga. Stef planeaba irse a su departamento, pero cuando se fue no duró mucho en volver al hospital. Y el motivo de su regreso trataba, según ella, de sólo un cambio de opinión. Había llegado hasta el departamento, sí, pero sólo se dedicó a buscar algunas cosas para Isaac y para su bebé, contradiciendo lo que antes había dicho que iba a hacer.

—No, quiero que cambiemos de turno más tarde. Ahora quiero quedarme con él.

Me despido de mi cuñado y rodeo a Brisa con mi brazo para que caminemos juntos hacia la salida, en donde una impaciente mujer de al menos unos cincuenta y tantos de años espera a que nos vayamos.

—Adiós, los amo —comenta mi novia.

—Adiós —dicen al unísono.

—¿Estás bien? —me atrevo a preguntar.

Ella asiente no muy convencida.

—No tienes por qué mentir, amor.

—Es que fue muy fuerte el tener que verle allí con suero, con ese monitor cardíaco... —admite, y suelta un largo suspiro—. Cómo lo que tiene él mejor no lo tengo yo.

—Brisa, no digas eso. Por favor, basta, amor —le digo con toda la suavidad posible—. Ya sabes lo que él te dijo. Hazlo por tu hermano y sonríe, que te ves más bonita así.

—Sé que él quiere que plante una sonrisita y que haga de cuenta como que nada pasa, pero no es tan fácil para mí fingir que todo está bien y que no se está muriendo, Gastón.

—Lo sé, mi amor.

—Lo peor de todo es que ya es tarde para intentar ayudarlo...

—Amor...

—Si tan sólo se hubiera detectado a tiempo... —se lamenta.

—Vida, el que te lamentes no cambiará nada. Además, el que lo hagas te hace sentir peor y no quiero que salgas más lastimada de lo que ya estás. Hazlo por él —vuelvo a decir.

—¿Qué se supone que haga?

—Lo que Isaac te suplicó: que lo aceptes.

—No es tan fácil —dice mientras me mira de reojo—. Pero créeme que lo intento, Gastón.

Salimos del hospital y nos vamos directo al estacionamiento.

—Ya sé que no, y créeme porque hasta para mí es sumamente difícil, pero intento hacerlo porque él nos lo pidió por favor. El primer paso es aceptarlo, como sé que lo estás intentando.

Siempre Serás Tú #D2Where stories live. Discover now