Capítulo ochenta y cuatro

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Brisa: 

Me levanto de la cama sintiendo cierta pesadez en los párpados y en el cuerpo. Me desperezo tranquilamente mientras me percato de la dormida presencia de mi esposo, aún en la cama. Doy pasos largos hacia él después de pasar al baño a cepillarme los dientes y le toco la frente, asegurándome de que no tenga fiebre. 

Para mi suerte, no tiene nada. Eso es una buena señal. 

Camino por el pasillo y miro la hora del reloj de pared de la sala. Son las nueve y diez. 

Voy a dejar que Gastón descanse un rato más mientras nos preparo el desayuno. El estómago me ruge ferozmente, como si no hubiese comido en días. Llego hasta la cocina y veo una nota pegada a la nevera. 

Me voy con mis padres y Kend a pasar unos días fuera. Quiero despejarme y creo que será bueno que esté con ellos. Luego te envío un mensaje avisándote dónde estoy. Fue decisión de último minuto. No te lo dije en persona porque no te quería despertar. Nos vemos pronto. 

Te quiero. 

—S.

Dejo la nota sobre la mesada y me dedico a preparar café. 

Después le voy a mandar un mensaje si no me envía nada para el mediodía.

Las gotas de lluvia empiezan a golpear las ventanas de la sala de estar, y cuando empiezo a escuchar varios rayos, estoy segura de que Emma se va a despertar en cualquier momento. 

Mientras el café es calentado en la cafetera, me voy hacia la habitación de mi hija a ver cómo se encuentra. Tiene a su lado un peluchito de tortuga, sus ojos están cerrados de la manera más tierna y veo cómo su pancita sube y baja con regularidad y tranquilidad. Es muy inevitable no sonreír ante su preciosa existencia. 

Soy muy afortunada de tenerla, de ser su mamá. 

Tampoco puedo evitar acariciarle la mejilla. Mi tacto en su piel es suave, lento. En unos minutos la voy a despertar para darle de comer. 

—Hola, Toby —le acaricio el pelaje de la cabeza y a éste parece gustarle. Recorre el poco camino del pasillo conmigo y me acompaña hasta la cocina. 

Coloco pan en la tostadora y al ratito ya están listas. Sirvo café en las tazas de cerámica y preparo las cosas en la bandeja. Busco en la nevera la mermelada de zapallo que a Gastón le gusta tanto y apoyo el frasco sobre la bandeja. 

Antes de ir a la habitación, sirvo un poco de alimento para perro dentro del platito de mi canino. Me mueve la colita, yo le sonrío y me voy con lo preparado a la habitación. 

—Mi amor... Es hora de despertar. 

No obtengo respuesta de su parte. 

Suelto una risita cuando le veo con los ojos medio entreabiertos. 

—Gastón, mi amor... —vuelvo a llamar. Apoyo la bandeja en un costado de la cama y empujo su anatomía con suavidad—. Cielo... —susurro en su oído. Se remueve en la cama, despertándose. Me mira con los ojos achinados y se aferra a las mantas. No se quiere levantar. 

Me vuelvo a reír. 

Me da ternurita cuando hace eso. 

Si bien las cosas no están del todo bien, y menos para mí debido a la tormenta que tengo en mi cabeza por lo que estoy obligada a hacer, hoy me levanté positiva. Si voy a pasar estos últimos días con él, quiero que sean felices, dejando de lado mi cara larga. 

—Es hora de despertar.

—Quiero dormir —gimotea con los ojos cerrados. 

—Ya nos preparé el desayuno.

Siempre Serás Tú #D2Where stories live. Discover now