Capítulo once

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Brisa:

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Brisa:

Releo la carta una y otra vez.

¿Qué clase de pista es una pelota? O sea... ¿Cómo voy a comprender eso? Ni que fuera Sherlock Holmes. Además, ¿Por qué una pelota de béisbol? No entiendo...

Ya no puedo pasar más tiempo sin contarle esto a Gastón. Tiene que saberlo de inmediato, por lo cual, decido llamarle.

Hablamos de todo. De todo lo que ha pasado en estos últimos días. Le conté sobre el llamado, sobre la foto que recibí, sobre la pelota que han lanzado hacia el departamento en el día de hoy, sobre las pistas que me han enviado. Y también, hemos aprovechado para hablar sobre nuestras discusiones. Nos pedimos perdón mutuamente y admitimos que nos dejamos llevar por los maldito e innecesarios celos.

Supongo que hemos estado hablando por más de media hora, sinceramente no sé cómo es que no se me ha acabado el crédito.

A Gastón no le hizo ninguna gracia que no le haya contado en el momento en que sucedieron las cosas, pero en mi defensa, quise contarle. Le había llamado muchas veces y mi novio no contestaba porque según él, estaba ocupado. Cuando por fin se dignó a contestar una de mis llamadas, discutimos por culpa de nuestros celos y por culpa de esas fotografías que nos hicieron mal pensar.

Lo bueno, es que ya hemos solucionado todo. Aunque, parte de mí, no se siente del todo bien, ya que estoy segura de que él no me cree. Me refiero a que, estoy segura de que no me cree cuando le digo que hoy le llamé, al igual que estoy segura de que no me cree cuando le digo que Tiffany me dijo que compartían habitación.

Pero, prefiero olvidarme de eso. Sé que zorra lo habrá inventado para hacerme mal pensar y para que desconfíe de Gastón. Por un momento lo logró, pero me arrepiento de haber pensado que mi novio podría engañarme, él nunca me haría eso.

(...)

Miro la hora.

8.11 pm.

Gastón ya debería haber llegado del aeropuerto y estoy preocupada de que aún no haya aparecido.

Toby me observa caminar de un lado a otro. Creo que si sigo caminando, terminaré haciendo un pozo en el departamento.

«¿Dónde está? ¿Por qué no llega? Ya debería estar aquí?» —no paro de preguntarme y de pensar.

Mi vista depara en la puerta al oír que la misma se abre. No tardo en sonreír y en lanzarme a sus brazos. Le extrañé mucho. Necesitaba un abrazo de los que sólo él me da. Necesitada tenerle cerca de mí. Le necesitaba a él. Ahora me siento segura. Ahora me siento bien.

Nuestro labios chocan con desesperación y nuestras lenguas comienzan a jugar entre ellas. Me hacía falta esto. Creo que no hemos parado de besarnos por al menos quince minutos, y si lo hacíamos era sólo para tomar aire.

Hundo mi cara en su pecho y sus abrazos me rodean la cintura.

—Eh... ¿Brisa?

—¿Sí? —pregunto contra su pecho.

—¿Por qué hay perro en el departamento? —pregunta y me separo de él. No le he mencionado nada a Gastón sobre lo de nuestro nuevo perro. Se me ha pasado. No me había dado cuenta de que no le había dicho nada. Miro al nuevo integrante de la familia.

—Oh, sí, el perro... Verás..., ayer he salido a caminar y él me ha seguido todo el camino en el parque. Cuando vi que se hacía tarde y que era hora de volver a casa, seguía persiguiéndome. No podía dejarle solito, así que decidí traerle a casa. No te molesta, ¿verdad? —Estoy segura de que no le molestará, pero si lo hace, no me importa.

—No, para nada —me sonríe y camina hacia el perro para acariciarle—. ¿Le has puesto nombre?

—Sí, le he llamado Toby.

Gastón se queda algunos minutos acariciando a Toby, mientras que busco a Emma para que él pueda verle. Al fin estamos los tres juntos de nuevo. Pasamos un rato los cuatro juntos, y cuando nuestra hija se duerme en los brazos de su padre, le acuesto en su coche.

Le muestro a mi novio lo que he recibo ayer.

—¿Qué piensas sobre eso?

—No sé. ¿La letra se te hace conocida? —me pregunta. Sé que he visto la carta más de veinte veces, pero vuelvo a echarle un vistazo.

—No, para nada —niego. Gastón toma la pelota de béisbol y la observa de cerca.

—¿Notas eso?

—¿El qué? —me pasa el objeto redondo.

—Observa de cerca. ¿Notas que hay como una mancha más blanca aquí? —señala con su dedo índice hacia un costado de la pelota. Asiento. Tiene razón. Hay una parte un poco más blanca en la pelota. Deslizo mi pulgar sobre aquella parte. Es como si hubiese una mancha de pintura.

—Parece manchada con pintura.

—No parece. Está manchada con pintura —afirma.

Quizás podría haberme dado cuenta el día de ayer si hubiese observado de cerca a la pelota. Sólo le había prestado atención al signo de pregunta negro. En ningún momento se me cruzó por la cabeza observar toda el objeto.

—Sí.

—¿Qué tal si está manchada apropósito? —le miro.

—Sí, puede ser —rasgo la pintura con mi uña. A medida que lo hago, voy notando que hay algo escrito.

«¿Una T?»

Mi novio agarra la pelota.

—Quizás, a eso se refería... —vuelvo a mirarle—. Sí, tiene sentido —dice más para si mismo—. En la pista número dos, decía que era la pelota. Sea quién sea, escribió la letra T, y la manchó con pintura blanca, un tono parecido al de la pelota. Esa persona sabía que te darías cuenta, y que descubrirías lo que había escrito debajo de la mancha.

Que persona más ingeniosa.

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Espero les guste y opinen qué les ha parecido.

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