Capítulo treinta y uno

10.3K 785 434
                                    

Brisa:

Me apresuro a lavarme la cara para poder eliminar cada rastro de maquillaje que aún queda en mi rostro. 

—Yo creo que deberías denunciarla —me dice Stef por tercera vez—. Me parece que despedirla ha sido poco después de que ella casi te mata, ¿no crees? —interroga, mientras que yo me seco el rostro con la  toalla que me ha prestado mi mejor amiga—. Hanna ha sobrepasado la raya por demás. —Claro que lo ha hecho—. Dime, ¿qué recepcionista intenta ahorcar a su jefa en el cuarto de baño de la empresa? —Hace gestos con sus manos, mientras ladea su cabeza hacia ambos lados. 

Respondiendo a tu pregunta, Stef; nuestra ex recepcionista, «Hanna». 

—Ya sé que debería denunciarla, pero ya te he dicho que no voy a hacer eso. Ya le he despedido y estoy segura de que no volveré a verla, con eso estoy más que conforme, Stef. Has de cuenta que no ha pasado nada, ¿sí? Por favor, sólo déjalo estar —pido.

—Perdona pero, no me parece que sea lo correcto —vuelve a protestar, y yo le miro—. Pero, de acuerdo. Si no quieres denunciarla, está bien, no puedo obligarte a hacerlo —acepta, y yo le agradezco con una media sonrisa y un corto asentimiento de cabeza.

Me miro al espejo y comienzo a deslizar la punta de la toalla sobre la pequeña mancha de maquillaje que hay debajo de mi ojo derecho. Al frotarme la cara con el agua del grifo, el maquillaje se me ha desparramado aún más, por lo que tuve que secarme el rostro con la toalla que Stef se había encargado de ir a buscar en su bolso. Lo malo de ésto, es que ahora mis ojeras son un poco más notables que antes. El tener la cabeza en las nubes ha causado que olvidara meter en mi bolso el pequeño estuche de maquillaje, y hora andaré con cara de zombie hasta que llegue a casa. Bueno, en el departamento también seguiré sin maquillaje, pero sólo porque allí no me importa estar algo desarreglada. Estando en la empresa es otro tema; no me agrada que las personas que trabajan aquí puedan verme de la manera en la que estoy el día de hoy.

—¿Has traído tu estuche de maquillaje? —pregunto y observo a mi amiga. Espero que responda que sí, o de lo contrario tendré que andar con la cabeza gacha, con el objetivo de que nadie vea mi rostro. Me avergüenza el aspecto que tengo hoy. Culpo a Gastón por ello, ya que el que ha conseguido hacerme llorar tanto ha sido él. Me culpo a mí por ser tan débil.

—No, lo he dejado en casa —responde con la vista en su teléfono, mientras teclea un mensaje para no sé quién—. ¿Por qué? 

—Sucede que tengo la cabeza en otra parte y he olvidado el mío. ¿Crees que mis ojeras se notan mucho? —le pregunto, con la esperanza de que su respuesta vuelva a ser «no».

—Sí, bastante —asiente, y sus ojos se clavan en mis ojeras. 

«Genial.»

—Acabo de recibir un... —Le interrumpo.

—Antes de que termines tu oración, contéstame algo con sinceridad, por favor. 

—¿Qué? —pregunta.

—¿Me veo muy mal? 

—Estás horrible —me contesta, y yo elevo mis cejas al instante en el que aquellas palabras son formuladas por la boca de mi mejor amiga. 

—Bueno, gracias, Stef —le digo.

—Tú fuiste la que preguntó. Y recuerda que tú quisiste que te respondiera con sinceridad —se defiende—. Si te dijera que te ves bien, te estaría mintiendo en la cara.

Pienso decirle algo, pero para entonces, soy interrumpida por el sonido de mi teléfono. No tardo en tomarlo de mi bolsillo trasero y, cuando lo hago, veo que mi móvil no reconoce el número desde el que me llaman. Dudo en contestar. No sé si debería responder el llamado, ya que no sé quién es la persona que ha marcado mi número. Pienso en la posibilidad de que sea la misteriosa persona que me ha estado molestando, pero no estoy del todo segura. Siempre que me llamaba lo hacía desde un número privado. 

Siempre Serás Tú #D2Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ