Capítulo cuarenta y nueve

5.2K 430 67
                                    

Gastón: 

—¿Stef te ha dicho algo? 

—¿De?

—No lo sé, de cómo está, de cosas que han pasado... —digo, refiriéndome a lo que Isaac me comentó.

—No, ¿por qué?

—Pregunto nada más -respondo.

—Ah, no, no me dijo nada -contesta otra vez. 

—Bueno. 

—Ah, sí, sí me ha dicho algo —recuerda y noto que me observa.

—¿Qué? —le miro y termino por aparcar el coche frente al departamento. 

—Que en la noche quiere que hablemos de algo.

—¿Le has cuestionado de qué tema? 

Nos bajamos del coche y Brisa saca a Emma del asiento de atrás. Regresamos al depa para poder ducharnos y cambiarnos de ropa para salir a comer.

—No, no creí que ella se sintiera con ganas de que le insistiera para que me cuente. Preferí que me lo dijera en la noche. No quería comportarme pesada, y menos ahora. 

—Después me cuentas lo que te dice. Aunque quizás te lo diga en frente de mí.

—Está bien —concuerda

Subimos el ascensor y Brisa se agarra de la cabeza con expresión de malestar en su rostro. 

—¿Mareos? —indago. 

—Sí, es el ascensor. Me hace sentir mal con esto del embarazo. 

—Deberíamos haber tomado las escaleras —le digo. 

—No, eso conllevaría a tardar más tiempo, y quiero llegar lo más pronto posible para bañarme. 

—Yo también. ¿Nos duchamos juntos? —le pregunto y ella me sonríe. 

—Tenía la intención de preguntarte lo mismo —comenta—, porque claro, hay que ahorrar agua.

Le sonrío, pícaro. 

—Pero sin toqueteo —me dice.

—Qué mal pensada eres, no iba a haber nada de manoseo —respondo. 

—Te conozco, sé que sí. 

No le digo nada, sólo la quedo mirando fijamente al igual que ella a mí. Caminamos por el pasillo hasta llegar a nuestra puerta y  cuando entramos nos sorprendemos al encontrarnos con Toby lastimado. 

Viene hacia nosotros con la patita derecha delantera renga. Brisa se agacha con preocupación después de pasarme a Emma. 

—Toby, ¿qué te pasó, cielo? —le dice mientras le acaricia. Él parece no estar muy adolorido pero levanta la pata para caminar haciendo parecer todo lo contrario. En un descuido le da un lenguetazo en la cara a Brisa y yo me río por cortos segundos. 

Luego nuestro perro empieza a ladrar y a correr por el pasillo hasta la puerta final, exactamente como se alteró la noche anterior y sus ladridos y rasguños en la puerta de madera inundan con sonido cada parte de la casa.

—Otra vez se comporta así, Gastón. 

—Ten a Em —le digo y se la paso cuando ella levanta sus rodillas del suelo. 

—¿Qué vas a hacer?

—Voy a ver qué le pasa. 

—Ten cuidado, me da miedo. O sea, ¿tú crees que hay alguien? 

Siempre Serás Tú #D2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora