Capítulo setenta y seis

3.7K 347 77
                                    

Brisa:

Miro a mi al rededor. 

Hay personas en la casa de mis padres que no veía hacía mucho tiempo. A algunas hacía algunos meses, y otras, hacía un par de años. Como los amigos del colegio de Isaac. No los veía hace tanto tiempo, que ni siquiera me acuerdo del nombre de los que eran sus amigos más cercanos. 

Hasta inclusive han venido tíos lejanos que ni siquiera tuve la oportunidad de conocer. 

El plan era que, después del entierro, todos los presentes nos reuniéramos en la casa de mis padres. El lugar donde crecí junto a mi hermanito...

Suspiro. 

Hay tantos recuerdos dentro de todas las paredes, dentro de cada rincón, dentro de cada habitación, que el dolor se hace presente con más fuerza.

La ceremonia de entierro fue sencilla, como Isaac le pidió a Stef y a mi madre que fuera. No quería muchos preparativos, tampoco muchas lágrimas (o en lo posible, como bien me dijo mamá que leyó, si no había ninguna gota, mucho mejor. Pero todos sabíamos que eso iba a ser complicado), y que sólo se enterraran las cenizas. No quería que su cuerpo fuese desgastándose al pasar de los días. Él prefería una cremación, y que no viéramos su cuerpo sin vida ni siquiera para despedirnos porque éso para él sería muy duro, así que nosotros, por respecto a Isaac, cumplimos con todo lo que nos pidió.

Me llevo la copa de champagne a la boca, y por un momento deseo que realmente sea champagne y no agua fría. Tengo un terrible dolor de cabeza desde que me levanté, y la pastilla que ingerí para calmar la molestia no surtió efecto alguno. ¿Justo hoy me tenía que venir a agarrar un dolor de coco tan fuerte...?

«Sí, justo hoy.»

Los malestares estomacales tampoco parecen querer abandonar mi cansado y frustrado cuerpo, y ése es otro inciso de mi larga lista de quejas para el día de hoy. 

El peor de los mal humores que jamás he tenido empezó exactamente a las ocho y tres de la mañana: me levanté molesta, triste, y con una sensación de angustia e insatisfacción por no haber logrado ver a mi hermano en mis sueños más de lo que quería. Sentí que lo que charlamos en mi sueño fue muy poco. Quería saber más. Necesitaba hacerlo. Y aún quiero, y aún necesito. 

Intenté buscar consuelo en que quizás lo veré ésta noche, pero el miedo invade mi cuerpo y me dice que, quizás, hoy no vuelva a presentarse como ayer. 

Quería jugar con él a las escondidas, su juego favorito de niños, como me había dicho en la carta que quería hacer, pero lamentablemente todo pasó volando. Y si ésta noche tampoco llego a verlo, no quiero tener que esperar otro día más para intentar verle. Es duro todavía, y temo no llegar a levantarme de la cama y afirmar lo que Isaac dijo. Y sí, puede que hayan pasado tan sólo unos días, pero aún siento que fue hace unos minutos que Gastón me dijo que Isaac no lo había logrado. 

Dejo la copa sobre la mesa, y me quedo observando la foto de Isaac. Fue tomada hace un par de días, en el casamiento. 

—¿Estás bien? —pregunta Gastón cuando aparece a mi lado. Le echo una rápida mirada y le rodeo la cintura. Hace lo mismo. 

—Sí. Supongo —respondo, volviendo mis ojos a la fotografía—. Qué hermosa sonrisa... Siempre tan especial —comento. 

—Sí...

Suelto un suspiro más largo. 

—¿Cómo está tu cabeza?

—Mal... Me duele. Y mucho. Y no quiero tener que tomar tantas pastillas.

Siempre Serás Tú #D2Where stories live. Discover now