Capítulo setenta y cinco

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Brisa:

—Bri... —me empujan levemente—. Bri...

Pego un pequeño saltito y me reincorporo en mi lugar.

—¿Qué? —digo, mirando para todos lados. Hago una mueca de dolor y me toco el cuello. 

—Te quedaste dormida en el escritorio.

Me froto los ojos y le observo bien. 

—¿Me quedé dormida en el escritorio? —pregunto, pero la inquisición es más para mí que para él—. Ah... —asiento, y vuelvo a hacer una mueca por el dolor en mi cuello. Estoy contracturada—. Me quedé dormida escribiendo la carta. 

—Sí... Acabo de despertarme y te vi aquí... No sabía que te habías despertado.

—Sí... Es que necesitaba escribirle algo para el entierro —confieso—. ¿Qué hora es?

Se acerca al reloj de la mesita de luz, lo toma, lo vuelve a dejar en su lugar, y después me mira. 

—Seis treinta. 

Asiento, aún algo dormida. 

—¿Te duele mucho el cuello?

Hago una mueca, y me levanto de la silla. 

—Un poco... Sí. 

—¿Te traigo una pastilla?

Lo miro. 

—Por favor... 

—Vuelve a la cama, aún tenemos un poco de tiempo para dormir —me dice—. Sabes que me gusta dormir abrazado a ti.

—Lo sé, pero te dije que necesitaba escribirle algo a él —replico.

—No pienses que te estoy reprochando nada —me dice cuando me acuesto en la cama.

—Pareces molesto. 

—¿Cómo voy a estar molesto por eso, Bri? Entiendo que quisieras plasmar palabras para despedirte de él.

No digo nada. Me tapa con las mantas y después deposita un beso en mi mejilla. 

—Veré a las chicas y te traigo la píldora. Vuelvo enseguida. 

—Está bien —murmuro. 

Veo que se va y me quedo observando cada parte de la habitación. 

¿Será que Isaac estará viéndome ahora mismo? ¿Será que me estará sonriendo?

Espero que sí. Me da un poco de cosita pensar en que puede que sea un fantasma, pero es lindo pensar que me cuida sin que yo lo vea. 

Me aferro a la frazada y cierro los ojos, imaginándomelo a mi lado, dibujando en mi mente una sonrisa en su cara, recordando su voz, su risa, su carisma. 

Suelto una largo suspiro. 

Lo extraño. 

Me levanto de la cama al recordar que no he guardado la carta en el sobre, y cuando me acerco al escritorio, veo que, en algunas partes, el papel está mojado. 

O es baba o son lágrimas. 

—Las nenas están bien. Stef sigue durmiendo y Toby igual. 

—Bueno, mejor —Cierro el sobre.

—Creí haberte dejado en la cama —me tiende una pastilla y un vaso de agua.

—Tenía que guardar el papel en el sobre —respondo, agarrando lo que me tiende.

Siempre Serás Tú #D2Where stories live. Discover now