Capítulo sesenta y seis

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Brisa:

El ruido de varios rayos y truenos me despiertan. 

Respiro profundo y abro los ojos con lentitud mientras estiro mi brazo izquierdo para tocar a Gastón, pero no lo encuentro. Miro hacia mi costado y confirmo que no está. Me froto los ojos y me desperezo en la cama para luego ver el reloj de la mesita de luz. 

Las 09.00 de la mañana. 

Me siento en la cama y la puerta de la habitación se abre, dejándome ver a Gastón. Sólo lleva puesto un pantalón de buzo, y está descalzo y sin remera. Observo con detenimiento sus abdominales perfectamente marcados, su pecho y sus musculosos brazos. Me sonríe apenas me ve, y camina hacia la cama con una bandeja en manos. 

Qué tierno. 

Me ha preparado el desayuno. 

—Buenos días, princesa —me susurra en la mejilla después de depositar un pequeño beso. 

Le sonrío. 

—Buenos días, mi amor.

—¿Cómo estás, cielo? —pregunta—. ¿Cómo dormiste? ¿Tuviste alguna pesadilla?

Es bonito que me pregunte eso. A veces se siente bien que tu pareja se preocupe por cómo dormiste y por si tuviste alguna que otra pesadilla. 

Miro la bandeja; hay café, jugo de naranja exprimido, tostadas y waffles. 

Delicioso. 

Tomo la taza de café y la llevo a mis labios con cuidado de no quemarme. Está bastante humeante. 

—Dormí muy bien, como hace mucho tiempo no hacía. Apenas cerré los ojos me quedé completamente muerta. Y no, no tuve ningún mal sueño, por suerte. 

Me rodea con su brazo después de acomodarse mejor a mi lado. 

—¿Tú cómo descansaste? —divago. 

—Bien, demasiado bien. Pero me me desperté en la noche por una pesadilla. 

—¿Qué soñaste?

—No me acuerdo del todo, pero sé que era de ti, Brisa. Me pedías que me alejara de ti, decías que no me querías más.

—¿Sí? —elevo las cejas—. ¿Y tú que hacías?

—Eso ya no me acuerdo, pero sé que me sentía mal, destruido —baja la mirada, pensativo. 

—Fue sólo un mal sueño, mi amor —le acaricio la espalda con suavidad. 

—Lo sé —me sonríe—. ¿Estás lista para hoy? ¿Estás seguro de dar el sí?

—Obvio que sí, Gastón —digo obvia—. ¿Tú?

Asiente. 

—Jamás he estado más seguro de algo —afirma. 

Corro la bandeja con comida a un lado de la cama y me siento encima de él para llenarlo de besos por todos lados. Veo y escucho que se ríe y me abraza más hacia él. 

—Aaaaay —alarga—, te amo, te amo, te amo, preciosa mía. 

Me río. 

—No tengo vestido para hoy en la noche —le hago saber, y coloca mi cabello detrás de mi oreja para mirarme a la cara.

—No es necesario que te pongas ningún vestido. Yo tampoco guardé ningún traje. 

—Quiero estar bonita para ti...

—Siempre me parecerás bonita. No me importa lo que uses.

Me lo quedo mirando embobada. 

Está algo despeinado y sus ojos algo somnolientos. Le acaricio el pelo y él me mira directo a mis ojos. 

Siempre Serás Tú #D2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora