Luego de haber salido del baño y después que los dolores en mi pecho cesaran, Violet me ayudo a levantarme sin antes hacerle prometer que no diría nada, ella vacilo pero al final lo prometió. Volví a mi trono donde André estaba hablando con Claudius.
— Norah, tenemos que hacer nuestro primer baile —suelto un suspiro, me había olvidado por completo de esa parte.
— Solo ensayamos una vez.
— Y lo hiciste perfectamente cuñada —la sonrisilla cínica del vampiro aparece en su rostro.
— Lo hice bien porque tu hermano me hipnotizo y controlo mi cuerpo.
— Y así lo haremos, vamos.
El príncipe de hielo tomo mi mano y todo mundo se pone alrededor del salón, esta vez no tenemos un estero pero lo compensamos con una orquesta de al menos veinte personas instaladas en una esquina del salón. André y yo vamos al centro de la pista, al igual que la primera vez, a un metro de distancia, frente a frente. El príncipe hace un asentimiento de cabeza, los músicos se acomodan sus instrumentos y todo mundo esta callado.
Los primeros acordes del piano inundan el salón, mi cuerpo comienza a moverse por sí solo. Hago una reverencia y después camino hacia el frente, levantando mi mano derecha para juntarla con el príncipe y dar un par de vueltas. Y a pesar de estar hipnotizada por la bella música o los ojos azules del príncipe, el dolor sigue ahí. Luce como una advertencia, es ese sexto sentido que se instala en todo tu ser para decirte que algo no anda bien.
¿Y si los zaino aparecen?
¿Y si nos atacan los híbridos?
¿Y si...?
El príncipe me da varias vueltas hasta caer en su pecho y después volvemos a separarnos, juntando únicamente la palma de nuestra mano derecha y volvemos a dar vueltas, indicando que es el final de la melodía. Nunca aparto la vista de sus ojos, él ve algo en los míos por que el hechizo se pierde al oír los últimos acordes del violín y caigo al piso. La música abruptamente se corta y escucho los gritos ahogados de los asistentes. André se arrodilla frente a mí con cara preocupada, veo a los reyes acercarse a nosotros y un gélido aire hace que me encoja de dolor. Un trueno nos hace sobresaltar a todos y las puertas se abren bruscamente. Vuelvo a escuchar los gritos de los asistentes mientras seis personas entran al salón y caminan hacia nosotros.
El que parece el líder es un hombre vestido de negro, su cabello rubio cenizo esta peinado estilo 'undercut', corto de los lados y más largo de arriba peinado hacia atrás que hace lucir al hombre más joven y muy atractivo pero el aura que desprende me produce escalofríos y no dudaría en apostar que ellos son del Reino del Inframundo, su maldad y sus ojos color amatista me lo confirma. El chico que está a su lado va vestido igual que el hombre, el también tiene los ojos color amatista y su ego debe estar por los cielos; si creía que Claudius tenía finta de chico rudo y cínico, el chico que tengo en frente resalta esas características al por mayor, pero en mi interior algo me dice que lo conozco, he visto a este chico antes. En cambio, la mujer a la derecha del hombre es hermosa, su cabello castaño pulcramente acomodado alrededor de su cabeza, acompañado de una diadema color gris igual que su vestido, a pesar de estar en el bando del mal, luce nerviosa y su mirada esta posada en mi.
Es extraño porque esa mirada la he visto muchas veces, sus ojos cafés claros se parecen mucho a unos que yo conozco... a los míos. Los tres hombres restantes visten igual, con pantalones y chaquetas de cuero, botas de combate y su cabello cortado al rape pareciendo militares.
André me ayuda a levantarme mientras Dreagan se pone frente a nosotros como protegiéndonos.
— ¿Qué haces aquí Spector? —la voz del rey se escucha neutra, no refleja ninguna emoción.
— Eugene quería asistir a la boda —señala a la mujer—. Y en vista de que no invitaste al Reino del Inframundo y al Celestial...
— No, no lo hice, así que...
— Ibas a impedirnos estar en el día más importante de nuestra hija —que diga eso me pone tan tensa como el príncipe que me está sosteniendo. Ambos dirigimos la mirada ante los desconocidos, pero yo no puedo articular palabras, solo miro a la mujer.
— ¿Tu hija? —pregunta André.
— Bien, la fiesta se acabo —la voz grave de Dreagan se escucha por toda la sala pero es apagada por fuertes carcajadas del hombre llamado Spector.
— Pero si la fiesta está por comenzar —se pone serio y camina más hacia adelante—. ¡Amigos míos! ¡Quédense para presenciar la caída de los reinos en Fény al saber la verdad!
— ¡Lárgate de mi reino! —grita Amelia furiosa.
— Alteza —Spector se burla de ella haciendo una reverencia—. No me complace la idea que tu hijo maldito haya esposado a mi hija.
— ¿Quién es tu hija? —la pregunta sale de mi boca y a pesar del dolor de mi pecho, peleo con André para que me suelte y me acerco un poco más al hombre.
— Tu, mi querida niña —me sonríe como un padre orgulloso.
— Lo siento, pero debe estar equivocado.
— Claro que no Victoria —Spector intenta tocarme pero André se pone frente a mí.
— Ella no se llama Victoria, es Norah... Norah Strigon.
Las fuertes carcajadas del demonio sonaron por todo el lugar en forma de eco y resuena hasta mi interior. Este presentimiento era lo que sentía, por eso me dolía el pecho. Pero esta vez sí debe ser una pesadilla, ¿no? Esta vez sí estoy soñando, no hay manera de que yo sea su hija. Mis padres, Marlen y Javier deben estar en casa, llevando el luto por mí y tratando de volver a sus vidas normales. Lo que dice Spector no tiene sentido.
— Los siete reinos están reunidos y es momento de revelar la verdad, ¿no te parece Miguel? —el demonio mira hacia arriba y de repente algo cae justo detrás de nosotros, como si el techo del salón se estuviera derrumbando. Giro y veo a cinco hombres, con ropa de combate pero a diferencia de los primero intrusos ellos parecen linternas, desprender una hermosa luz y caigo en la cuenta de que son ángeles. Y escucho más gritos ahogados y murmullos, seguramente todos se pregunta a que se debe todo este circo.
— Spector... que alegría —uno de los ángeles camina hacia nosotros. En mi religión este ángel venció al maligno. Y es un arcángel.
— Lo mismo digo —la sonrisa del demonio hace que luzca más siniestro—. Permítanme decirles porque estamos todos reunidos.
— Te doy tres segundos para largarte —dice Dreagan entre dientes.
— ¿Tu Orden Dragón me va a sacar de aquí? Deberías estar inclinándote ante mi Dreagan —siento una tremenda desesperación por las provocaciones que se lanzan unos con otros, así que salgo al encuentro aunque André maldiga con improperios.
— ¿A qué has venido?
— He venido a verte, hija mía.
— No soy tu hija.
— Claro que lo eres y esperamos que vengas a casa con nosotros.
— Yo no...
— Tu nombre es Victoria, tu eres el fruto de un deseo... mi deseo —Spector se acerco más a mi—. Eres mi hija y eres la reina absoluta de Fény.
— No...
— Eres la tercera profecía... eres la hija de los siete reinos, la sangre de las siete razas corre por tus venas, mi querida niña.
— ¡Cállate, cállate Spector! —grito el arcángel, pero nadie lo tomo en cuenta.
— Debes venir con nosotros porque tu transición va a comenzar.
— ¿Transición? —pregunto cada vez mas confundida.
— Los siete tipos de sangre que corren por tus venas van a reclamarte, pero tú eres una de nosotros.
— ¿Qué?
— ¿Está comenzando no es así? —ahora está a escasos treinta centímetros de mi.
— ¡Tu, maldito! Lo planeaste.
— Dreagan me sorprende que no te hayas dado cuenta —Spector sonríe con superioridad—. Los zaino te iban a dar un susto, ¿y qué iba a hacer tu reina? Adelantaría la boda y para mi suerte justo el día del comienzo de transición de Victoria. ¿Crees que no sabía Dreagan, que estabas haciendo un complot con los ángeles? ¿Crees que no sabía que los reyes de los cinco reinos en Fény no estaban involucrados? ¡¿Crees, maldito, que no sabía que los ángeles cuidaban a mi hija?! —la mayoría de los presentes se quedan estupefactos y un recuerdo vienen a mi mente. Los pergaminos que Claudius me dejo guardar, a este "complot" como dice Spector, se refería la persona que escribió los pergaminos. Esto era lo que tramaban los reyes—. Y ahora pretendes que me quede con los brazos cruzados al saber que tu hijo es un asesino que puede matar a mi hija.
— Tú pediste el deseo de ser padre —digo con voz temblorosa y señalo a la mujer que ahora está asustada y a punto de un colapso como yo—. Ella es el hada que obligaste a cumplir tu deseo. Yo soy el deseo. ¿Y él? —señalo al chico que ha estado por algunos minutos en segundo término.
— Él, hija mía... es tu hermano —gira sobre sus pies para ver a todos los presentes con una enorme sonrisa—. ¿No lo sabían? Eugene tuvo mellizos, nadie sabe lo que realmente dice la tercera profecía, nadie sabe que mis hijos tienen un papel importante en nuestro mundo. Iván y Victoria son sus reyes absolutos.
Y justo ahí, en ese preciso momento fue cuando todo se derrumbo. No quería aceptar lo que me decía el demonio, no quería aceptar ninguna de sus palabras, pero me estaba mintiendo a mí misma. Muy en el fondo sé que esto es real.
Las palabras resuenan en mi interior, el dolor se expande y la realidad se hace más clara. Tal como lo dijo el demonio, soy la tercera profecía, soy un ser de Fény, no soy una simple mortal al contrario... soy una inmortal... soy la hija de los siete reinos.