Había una vez una joven encerrada en un castillo, todos ustedes pensaran que algún príncipe valiente iría a rescatarla, pero no es así. Por mucho tiempo estuvo cautiva en ese hermoso castillo, pues le era útil al rey, solo que... había más de un mot...
El gélido y mortífero frío proveniente del Polo Norte y recorre hasta las montañas que resguardan a la Comuna, impedía a Victoria que se quisiera incluso mover, además de que unas punzadas de dolor se habían instalado en toda su espalda. Estaba boca abajo, cubierta únicamente de la cintura para abajo, su torso estaba enredado con una apretada venda y el frío le entumecía, ni el mismo príncipe de hielo desprendía tantísimo frío.
Intentó levantarse, pero apenas hizo un movimiento con sus manos fue como si su carne se estuviera abriendo para sacarle las entrañas. No le importo, consiguió levantarse hasta que estuvo sentada. Apretó con fuerza los dientes, aguantando el dolor mientras buscaba algo con que cubrirse, afortunadamente había un abrigo negro a los pies de la cama. Utilizó sus pies para arrastrarlo hasta arriba y poder cubrir su cuerpo. El simple roce de la tela con su piel le hizo soltar unas cuantas maldiciones, a pesar de la venda y una lágrima corrió por su mejilla.
¿Qué había pasado?
Era la única pregunta que habitaba su mente, no recordaba mucho solo que ella había traído el mismísimo infierno a la tierra gracias a su idea de incendiar todo el bosque, no sólo poniéndose en peligro ella, sino a su familia también. Miró a su alrededor para saber en dónde se encontraba, era una habitación común y corriente, eso si, cada artículo desprendía lujo, tenía una enorme cama en el medio, había un sillón individual y reclinable cerca de una ventana cubierta con una pesada cortina color escarlata, a lado del sillón había una pequeña mesa de té. También hay un tocador color negro, dos buros adornado las laterales de la cama con sus respectivas lámparas de noche y lo que parecía ser un closet. Hay dos puertas, quizás una de salida y la otra sea un baño.
Con esfuerzo se puso a cuatro patas, se arrastró hasta la lateral de la cama, no había zapatos, fue al pie de la cama ahí tampoco encontró zapatos, lo que encontró fue a Iván, durmiendo arriba de varios cojines color amarillo y una manta revuelta entre sus pies.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Victoria no soporto más el dolor, se dejó caer boca abajo, estiro su mano para intentar alcanzar a su hermano. Tomo la muñeca de Iván y él despertó de forma brusca.
El chico se relajó al ver a su hermana, Victoria se dio cuenta que él estaba bien, algunos cortes en su cara que aún estaban sanado y una cicatriz en su ceja y su labio, fuera de eso estaba aparentemente bien. Iván se levantó y quedo sentado justo enfrente de su hermana, no dijeron nada por algunos minutos, simplemente se quedaron observando el color amatista de sus ojos. Victoria perdió la batalla con sus lágrimas y las dejo recorrer su rostro hasta caer al suelo, el chico levanto su mano y limpio las mejillas de ella.
— Lo siento —fue lo único que pudo decir.
— Está bien... estamos bien —Iván intento sonreír, pero simplemente no pudo.
— ¿Que paso? —el chico guardo silencio de nuevo, una arruga apareció en su frente y dudaba si decirle o no lo que había pasado, concluyendo que tarde que temprano se enteraría. Soltó un gran suspiro y dijo:
