Había una vez una joven encerrada en un castillo, todos ustedes pensaran que algún príncipe valiente iría a rescatarla, pero no es así. Por mucho tiempo estuvo cautiva en ese hermoso castillo, pues le era útil al rey, solo que... había más de un mot...
Norah miro de forma incrédula a André, mientras su respiración comenzaba a ser agitada y superficial, pensando en lo que había dicho el vampiro aunque algo le decía que probablemente escucho mal, peo no. El príncipe había dicho claramente 'Fiesta de Compromiso' y ese simple hecho hacia que Norah comenzara sentir unas irrefrenables ganas de reír.
Soltó la mano de André y fue hacia la banca para poder sentarse, pues trataba de reprimir una risa nerviosa que amenazaba con estallar, aunque fue en vano. Norah comenzó a reírse a carcajadas, a tal punto de reírse de forma histérica, sosteniéndose el estomago porque le dolía al igual que sus mejillas; ya que por dos años no había reído de esa forma hasta ahora. Por el contrario, André la miraba con el ceño fruncido, mientras ella intentaba controlarse sin éxito, dando gracias a que estuvieran lo suficientemente lejos de los demás que pudiesen escucharla.
El príncipe, irritado se acerco a ella mientras ponía el anillo frente a sus ojos, dejando ver el gran diamante que lo adornaba, entonces algo en el interior de Norah se rompió. Después de la risa histérica llegaron los gimoteos, luego los sollozos y lágrimas. Mientras lloraba se preguntaba si ese era el porqué la habían capturado, aquellos reyes esperaban que se casara con ese vampiro. Nuevamente se sentía como Alicia en El País de Las Maravillas, pues nada de lo que decía aquel vampiro podía ser real.
Entre lágrimas Norah miro al príncipe que tenía una expresión de preocupación en su rostro, algo poco inusual en él. Tomo un suspiro y volvió a tomar la mano de Norah, dándole un suave tirón para que se levantara y poder abrazarla. Dejando que Norah escondiera su rostro y pudiese seguir llorando de forma desconsolada. Por algo Amelia le había dicho que aceptara su destino, por eso la habían mantenido con vida todo este tiempo.
«Solo soy el regalo del príncipe»
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Norah se sintió como un animal, siendo preparado por dos años para después llevarlo al matadero y luego venderla al mejor postor. Era una patética comparación, pero así se sentía, pues a pesar de todas las teorías alocadas que había ideado en lo largo de dos años, casarse con un vampiro rayaba en lo absurdo. Ahora entendía todo, Dreagan la había puesto a transcribir muchos pergaminos, pero todos ellos eran sobre los inicios de aquel mundo, de aquel reino. El rey poco a poco la comenzó a introducir en el mundo de Fény, para después dejarla que conociera el Reino de La Sangre. Para después ser ella quien se casara con su hijo, para casarse con el futuro rey y ser la elegida para no extinguir el linaje Strigon.
Si se casaba con aquel vampiro todos esperarían que ella le diera un heredero y posiblemente esperaban que ella se convirtiera en uno de ellos.
— Tranquilízate, por favor —dijo André en tono suave—. Todo irá bien —pero sus palabras no mostraban ningún consuelo.
— No quiero hacer esto... no puedes obligarme —Norah se separo bruscamente de él—. Déjame ir, estoy segura que en esa fiesta hay suficientes chicas como para casarse contigo.
