Capítulo 23

2.9K 238 2
                                    

/Narra Estoico/
  Habían pasado varias semanas desde lo de el dragón gigante. Cuando pude tome las riendas del pueblo nuevamente como si mi hijo jamás hubiera regresado a casa. Pero con una diferencia, y es que no estaba triste o enojado. Ahora mismo estaba lleno de esperanza ya que sabía que mi hijo estaba bien y que volvería a casa en cualquier momento. Según Manthos, vendría una vez por mes y ya casi pasa un mes desde su visita.

  A veces me pregunto cómo hubiera sido mi vida si los dragones no me hubieran arrebatado a mi familia. La única razón por la cual no he matado a cada dragón que se pasee ahí por casualidad es porque mi hijo aún los protege. Debería considerarlo un traidor por protegerlos en vez de pensar en cuanto de los nuestros ellos han lastimado, pero no lo hago porque el salió con vida y los perdono. Le prometí a Odín tratarlo mejor y si esa es su opinión, lo apoyaré.

  Hoy estaba haciendo mis tareas de jefe como siempre cuando uno de los aldeanos corrió hacia el gran salón y dijo que había visto un barco grande que no era de Berk y que de el bajo mi hijo completamente solo. Al escuchar eso salí corriendo y fui hasta el muelle y efectivamente estaba el barco, pero no mi hijo. Busqué por todas partes hasta que encontré a Patán y a los demás cerca de ruedo.

  Me acerqué y noté que mi hijo estaba peleando con Astrid nuevamente. Mi hijo peleó como aquella vez y era bueno peleando. Mi hijo, aquel que no podía levantar una simple espada.

  Observé su combate hasta el final. Terminaron en empate, aplaudí con fuerza, él me notó, vino hacia mí y yo lo recibí con un abrazo.

Estoico: Buen combate hijo.

Hipo: Me di cuenta que no era malo peleando. Solamente peleaba con las técnicas incorrectas.

Estoico: Genial. Se supone que no vendrías hasta dentro de una semana según Manthos.

Hipo: ¿Que? - Noté en su piel miedo, era como si hubiera escuchado el nombre de un fantasma - ¿Cómo?

Estoico: Antes de combatir con la Muerte Roja dijo que vendrías una vez cada mes.

  Tenía una mirada triste en sus ojos, bajo la cabeza y luego la levantó tratando de fingir una sonrisa.

Estoico: ¿Algo pasó con Manthos?

Hipo: N-n-no, nada. Es solo que me acordé de...

Estoico: ¿El chico que dejaste morir?

  Eso lo devastó. Cayó al suelo de rodillas como si la culpa lo pesara. No había sido su culpa, pero parece que jamás olvidaría eso. Mi hijo siempre fue de aquellos que no podían tolerar ver morir a alguien.

Estoico: Hijo. No lo conocías, y tampoco sabías que hacer. No te culpes por algo que no lo es.

  Intenté animarlo pero no había caso. Lo único que pude hacer fue llevarlo al gran salón y almorzar con él. Todos los problemas no importaban porque tenía a mi familia conmigo.

Estoico: ¿Cuánto tiempo te quedarás?

Hipo: Creo que está vez me quedaré un par de días. En donde estamos, los dragones de la Muerte Roja nos están ayudando y protegen la isla. Me quedaré, disfrutaré un poco y luego volveré a los estudios. Quiero estudiar la mayor cantidad que existan.

Estoico: Me alegro por tí.

  Pasamos todo el día juntos, incluso me ayudó con algunos deberes de Jefe. Sus ideas, las cosas que hacía era muy avanzada para nosotros. Mi hijo era un verdadero genio.

  Lo pasamos bien hasta que llegó la cena y todo se alteró un poco.

  Él es ahora un aliado de los dragones y para los de mente cerrada, eso es un traidor. Los dragones ya no nos molestaban pero algunos Vikingos todavía los odiaban. Hipo cambio bastante, pero al estar aliado con ese jinete y por sus antecedentes, seguía teniendo el desprecio de algunas personas.

Cómo Entrenar A Tu Dragón (Una historia distinta)Where stories live. Discover now