Parte 53: Asalto a la mansión

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Eran altas horas de la noche y el pueblo de Trotterville, el cual se encuentra cerca de la mansión de Veigar, se había reunido para discutir de un tema serio.

Llevaban varios años habitando con cierto temor a que un enorme y poderoso ser oscuro pudiese acabar con ellos...

"Tenemos que acabar con él, ese yordle quiere matarnos"

"¡Entonces hay que matarlo primero!" - gritó un vecino levantando un rastrillo

"Es un yordle, por el amor de dios, no se merece eso"

"¿Qué no se lo merece? Practica la magia negra y la brujería, es peligroso" - dijo el que parecía ser el alcalde del pueblo

"¡Pensad en los niños! ¡¿Por qué nadie piensa en los niños?!"

"Eso es cierto, ¿qué pasará cuando quiera niños para sus pociones?"

"Y sus meteoritos, ¿qué pasa si algún día la toma con el pueblo?"

"No creo que le interese..."

"Podría intentar doblegarnos con sus garras de acero"

Las madres estaban alteradas en su mayoría, pensando en ese oscuro enano.

"Seguro que un día viene con un saco y convierte a los niños en verduras" - dijo el borracho del pueblo

"¡Eso mismo! Vendrá y... espera, ¿qué?"

"Veeeeerduritas, hip, al vapor..."

"Escuchad, Veigar lleva años viviendo en esa mansión y nunca nos ha hecho ningún daño" - dijo el anciano, preocupado por el yordle

"Todavía, querrás decir... ¿y cuando quiera qué?"

"Lo siento, viejo, pero tenemos que destruirle" - dijo uno de ellos prendiendo su antorcha

"¡Si! ¡Acabemos con esa bestia!"

"No cometáis una locura..."

"¡Silencio!" - gritó el alcalde - "¡Que hable el pueblo!"

"¡Vamos a por ese maldito monstruo!"

"¡Destrocemosle el corazón!"

"Veeeerduritas...."

Uno a uno los aldeanos fueron agarrando sus armas y antorchas a la par que gritaban con furia. Marchando con una ira asesina.

"¡Demostremos a esa bestia quien manda!" - gritaba el alcalde con furia

"¡Destruyamos su mansión!"

"¡Y salvemos a Rammus!"

"¡Reduzcamos esa mansión maldita en cenizas!"

Todos marchaban enrabietados hacia la mansión junto a un misterioso hombre, que se encontraba fumando. Parecía haber captado cierto interés.

"¡Esa bestia vulgar va a morir hoy!"

"¡Y nada ni nadie va a pararnos!"

Todos ellos avanzaban con pequeñas chispas de odio en sus ojos, agarrando las antorchas con fuerza y atravesando un río sin que les importara la corriente.

"¡Por nuestros hijos!" - gritaba uno de ellos preparando un arco

"¡Por nuestras mujeres!"

"¡Por todas esas victimas inocentes!"

Finalmente cruzaron el puente que les llevaba hacia la mansión, se pararon durante unos segundos y avanzaron con furia, el alcalde iba primero levantando su antorcha para señalar la entrada.

"¿Estáis todos preparados con vuestras armas?"

"Los arcos están listos y los más fuertes portan sus hachas"

"Bien, es momento de que recuperemos la seguridad que hemos perdido una y otra vez"

"Así se habla, ¡muerte al yordle!"

"Vamos, pueblo, acabemos con...."

La gente dejó de escucharles cuando el brujo se asomó a mirar. Esto en un principio les intimidó y sorprendió.

"¡Eh, vosotros!" - llamó Veigar a los asaltantes desde su ventana - "¡¿Qué creéis que estáis haciendo?!"

"Saludos, nosotros..."

"¡Ni saludos ni saludas!"

"Bueno, teníamos pensado..." - intento explicar uno de los aldeanos

"¡Es domingo! ¡Y son las tres de la mañana!"

"Oh, lo siento, creímos que era más temprano...."

"¡¿Temprano?! ¡Algunos tenemos que trabajar mañana!"

"Lo sabemos pero...." - intentó explicarse uno de ellos

"¡Cállate ya! ¡Me estoy hartando de todos los intrusos que creen merecer molestarme!"

"A ver, tampoco es que..."

"¡Silencio he dicho!" - gritó aún más enfadado - "¡Y largaos de mi propiedad ahora mismo!"

La muchedumbre se dio la vuelta y empezaron a marchar hacia el pueblo con la cabeza baja, todos menos el hombre del puro.

"Eh, tío, es hora de irnos de vuelta al pueblo"

"Ya iré más tarde..."

"Allá tu, pero yo no quiero verle enfadado" - dijo el campesino mientras se iba

"Este parece un sitio interesante" - dijo sonriendo

El hombre llevaba una especie de poncho y un gran objeto cubierto por vendas. Agarró su carga y se dirigió hacia el jardín de Veigar, tras encontrar un muro que tapaba la visión de la entrada se apoyó y se puso a dormir.

Las Crónicas de VeigarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora