¡Hola! Por poco y se me olvida cómo se ponía en negrita la letra alv :v
Para aclarar, César es el hombre que Lauren conoció en el gimnasio donde entrenan los mafiositos, por así decirlo. En otras palabras, el que la vergaseó.
:)
Y... como publiqué en mi tablero, uno de los administradores de Litnet me invitó a participar en un concurso, así que entré en Amor de Verano. El libro se llama Fragancia Escarlata, por si quieren ir y apoyarme, me siento muy emocionada con esto. Tengo muchas ideas en mente, lástima que el colegio esté de por medio. 😂
¡Y aquí está un capítulo! Debo transcribir los otros, son muchas palabras carajo...
Recordemos que en el capítulo anterior, Lauren le apuntaba a César después de que él le inyectara el líquido misterioso.
En fin, aquí va...
______
Lauren
-Ahora vas a responderme - ordené -. ¿Qué haces aquí?
¿Qué estaba haciendo?
Fue el único pensamiento que cruzó mi mente, el grito que me dejó pasmada, haciéndome consciente del impulso al que me había sometido. Una extraña sensación de euforia me recorría el cuerpo entero, extrañamente mis músculos habían dejado de doler, mi cabeza no palpitaba en infernales punzadas... si no fuese porque podía ver las suturas en mi vientre, juraría que estaba ilesa. Mi respiración se había entrecortado ligeramente, estaba anonadada.
-¿Importa eso en realidad? - cuestionó sin inmutarse en el cañón del arma presionando su frente -. He salvado tu vida después de todo, por qué estoy aquí es una pregunta in...
-¿De verdad lo crees? ¿Innecesaria? - interrumpí -, de los dos, quien ignora la razón de tu presencia aquí, soy yo. Disculpa si busco respuestas después de que alguien me haya tirado una granada y dejado inconsciente. ¿Qué haces aquí y qué era eso que me inyectaste?
Su reticencia a hablar, a responder cada una de mis preguntas, me desesperaba; y eso solo confirmaba cuán peliagudo se volvía cada vez este asunto, porque me daba cuenta de que implicaba a más personas de las que creía, y tal vez solo yo estaba a ciegas, pues Castiel nunca quiso soltarme ni un poco de información. El que The Hell quisiera matarme, el acercamiento de Christian y su relación con Jessica, las sospechas hacia mi padre y ahora, aparece César de la nada convirtiéndose en mi ''salvador''. Un hombre al que solo había visto dos veces, y a quien no conocía en absoluto. De alguna manera todo estaba relacionado, por algo o por alguien.
-Vete - espeté, frunció el ceño -. Toma lo que hayas traído y vete, si no estás dispuesto a decirme lo que quiero saber, no te necesito aquí para nada en especial.
Entrecerró sus ojos con fastidio y suspiró, debo admitir que me satisfizo verlo reaccionar de alguna manera, ya me estaba preocupando su falta de emociones en esta situación.
-Eres, realmente, fastidiosa - enunció entre dientes -. Baja el arma, podrías lastimarte y de nada valdría lo que hice.
Alcé una ceja, ¿lastimarme yo? Se estaba dando demasiado crédito. Dejé salir aire por la nariz y aflojé mi desconfianza una milésima. Mantuve el arma en mi mano y esperé impaciente a que hablara.
-La inyección contenía un líquido que se adhiere internamente a las zonas afectadas: disparos, golpes, heridas grandes y profundas - señaló mi estómago -. Funciona como un tipo de anestesia, a diferencia de la médica que resiste por unos minutos, esta perdura por horas, casi doce, en realidad. Si alguien te pateara en el abdomen, no notarías nada, ni un hormigueo. Fue creada para la resistencia física sin importar la gravedad en las heridas - ladeó la cabeza, estudiando mi expresión, asegurándose de que realmente estaba creyendo lo que me decía -. Tu estado no empeoraría, impacto tras impacto, la piel se regenera, Pero si algún órgano es alcanzado, puedes irte despidiendo. Es lo único que no va a arreglar.
Todo estaba fuera de la realidad, perdía la lógica en cada punto que se unía la explicación. Parecía una película de ciencia ficción. ¡Estaba alucinada! Pero también era totalmente cierto que yo me sentía capaz de correr una maratón, aparentemente todo estaba perfecto.
-Eso es... ¿es posible? - perdonen si no terminaba de creerlo, pero, nadie lo haría.
Se aproximó lo suficiente para que mi desconfianza saliera a flote, apreté el arma en mi mano. Y cuando creí que iba a repetirme por qué funcionaba así, tomó impulso con su brazo derecho e impactó su puño en mi estómago. Me doblé de inmediato, llevando mis manos a la zona "afectada", pero, ¿adivinen qué? Nada pasó. No había dolor. Nada. Levanté mi cabeza asombrada, había cierta chispa de regocijo en sus ojos.
-¡No siento nada! - exclamé -. Ni siquiera hay sangre, ¿cómo han podido crear algo así? Esto supone una gran ventaja, ¿dónde lo conseguiste?
-Ya he dicho demasiado, confórmate con eso.
-Bien, pero, si es así de efectiva, debe haber un centenar de personas con eso. Es un avance importante para la ciencia, imagina cuántos bandos han podido salir ilesos - las comisuras de sus labios se estiraban burlescos, pero sin llegar a ser una sonrisa completa. Sus ojos negros brillaban -¿Qué?
-Nadie más sabe acerca de la inyección, y nadie nunca la había utilizado. Eres la primer persona en confirmar su excelencia.
-¿Qué? - estaba estupefacta.
-Tiene unas cuántas semanas de creación.
-¿Y decidiste que yo iba a ser el sujeto de prueba? - espeté. El peso de la pistola me comenzaba a recordar que podía utilizarla en cualquier momento.
Se encogió de hombros como si no tuviese importancia.
-Pudiste haberme matado.
-Estás viva, no hay mejor prueba que esa - apuntó.
-Eres un imbécil. ¡Un maldito loco! - enfurecí -. Basta ya de tantas vueltas, obviemos ahora todo lo demás, dime por qué tendrías tú qué ocuparte de mí.
Estaba esperando que no recordara esa otra duda, y en toda la estupefacción que provocó tan famosa sustancia, estuve a punto de hacerlo.
-Yo solo sigo órdenes de quien me contrató.
-¿Contratarte para qué?
Se mordió el labio, dudoso, pero la razón que tuviese para estar aquí, lo ponía entre la espada y la pared: responder y hablar demás o no hacerlo y perder su oportunidad de acercarse a mí. Por la razón que fuera.
-Para protegerte, Lauren. Esto nada tiene que ver conmigo, todo se resume a alguien más queriendo echarte una mano. Y por lo que sé, estás metida en un buen lío.
Era imposible que fuese mi padre, había estado conmigo desde el principio brindándome ayuda. A no ser que...
-¿Ha sido Castiel?
Se sorprendió por la mención del Hijo del Diablo.
-¿Castiel Johnson? - preguntó -. No veo por qué.
-Entonces...
-Lo sabrás a su tiempo. Por el momento, mi superior quiere permanecer en las sombras. No estás en condiciones para rechazar ayuda, solo acéptala.
-No confío en ti - apunté.
Sonrió de medio lado y se dirigió con parsimonia hacia la puerta, ¿se iba? Dejó más dudas de las que inicialmente tenía. Suspiré, dejé el arma en el buró y me aproximé a la ventana. Ya estaba oscureciendo. Pensé que César ya había salido de la habitación, y me sobresalté cuando lo escuché hablar.
-Estaré abajo - anunció, de repente sus ojos bajaron a mis piernas desnudas, olvidé por completo que estaba en ropa interior. Me estremecí, sus ojos volvieron al contacto con los míos -. En media hora tendremos visitas, deberías vestirte.
Y antes de que pudiese preguntar quién o si quiera avergonzarme, cerró la puerta.
° ° °
El reloj marcaba las seis y quince cuando comencé a vestirme, desde allí en mi habitación se podían percibir tres voces amortiguadas, por lo que reconocerlas no era tarea fácil. Se estaba formando una reunión en la que seguramente iban a tratarse muchos temas, y yo esperaba que se les pudiera dar fin.
Gasté los siguientes minutos restantes dando vueltas por doquier, haciendo hipótesis nada coherentes y que solo lograban darme más dolor de cabeza, por ejemplo: la persona misteriosa que ha decidido brindarme ayuda. Mi padre estaba descartado por obvias razones, Castiel siempre ha estado detrás de mí, incluso aunque no quiere verme ni en pintura, le sigo preocupando, así que lo tachaba con una gran "X". ¿Mike? Simplemente imposible, y podía jurar que estaría presente en la reunión. Y Callen no me conocía lo suficiente como para involucrarse de esa manera, y si alguna vez lo hizo, fue meramente producto de su amistad con Castiel. Me había quedado sin más candidatos. Aceptaría la ayuda por el momento, pero debía ser cuidadosa, en extremo minuciosa.
Debía conservar un mínimo de desconfianza...
Finalmente, cuando bajé por las escaleras, mi padre estaba esperando al final de estas. Corrí, en realidad lo hice y me arrojé a sus brazos. Me apretó tan fuerte que pude sentirlo temblar, yo tuve miedo de morir y él de perder a su hija. La única que tenía.
-Cariño - murmuró -. Soy tan afortunado de tenerte aquí.
Y yo, papá, yo también...
Quise poder sacar esas palabras, pero el llanto se ahogaba en mi garganta y no quería llorar. Besé su frente y le sonreí.
-¿Y mamá? ¿También vino? - quise saber, echando una mirando por la sala. Mi padre carraspeó y me contempló algo apenado.
-No ha venido...
Asentí. Ya, claro.
-Vamos a la cocina. Aún faltan unos cuantos, pero hablaremos de lo sucedido con los presentes.
La ausencia de Jackeline (mi madre) no era una novedad, pero seguía ardiendo como las primeras veces. Medio matan a tu hija y tú brillas por tu ausencia, ¡bravo! Era fácil lidiar con eso.
Pero lo que no era fácil de lidiar, simplemente se resumía en encontrar a cierto hombre de ojos azules recostado en la encimera. Observando fijamente a César.
Castiel...
___°___
¡Nos leemos pronto!
Y...