Capítulo 9.

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Lauren

¿Qué se suponía que debía hacer ahora? ¿Acostarme y dormir tranquilamente? No, ni loca. En cualquier momento podrían venir y hacer algo contra mi, no iba a dormir.
¡¿A quién engaño?!
¡Dios!, tenía sueño, moría por tirarme en esa gran cama y acurrucarme entre las sábanas. No debí aceptar, no debí hacerlo, en este momento estaría en habitación. El miedo y la desconfianza no me permitieron cerrar los ojos por mucho que quise hacerlo, estaba atrapada en la cueva del oso. Abrí los ojos de par en par cuando caí en cuenta de que Jessica ignoraba lo que me había sucedido, e inmediatamente tomé el móvil; pero me detuve, no sabía si mantenerla al tanto de lo que sucedía podría perjudicarla, ni siquiera pensarlo era una opción. Sostuve el aparato contra mi pecho y suspiré, prefería que pensara que no llegué a casa por acostarme con Castiel a que se enterara de mi casi muerte y, que posiblemente, me  estuviesen buscando para asesinarme. Prefería mil veces quedarme callada que exponerla a los enredos de ese hombre.
Me dejé caer de espaldas en la cama, mirando al techo y pensando en cómo estaría ahora de no haber atendido a Castiel en la boutique. Quizá mejor de lo que estaba en ese momento, pero no había forma de saber que su aspecto de empresario multimillonario era una careta para oculta que estaba metido con personas peligrosas.
¿Sería mercenario? ¿Debería acudir a las autoridades?
Por momentos mis ojos se cerraban y me costaba volver a abrirlos, y cuando me estaba dando por vencida ante el sueño, tocaron repetidas veces la puerta. Las alarmas saltaron y me puse en pie como un resorte, me acerqué a la puerta poniendo mi mano en el pomo.
-¿Lauren? ¿Estás despierta?- era él.
-No- y tarde me di cuenta que, lo que pretendía ser una respuesta sarcástica privada, salió de mis labios inconscientemente. Golpeé mi frente contra la madera.
Escuché su suspiro y no supe interpretarlo, poco a poco abrí la puerta.
Nuestras miradas coincidieron y sentí una corriente eléctrica recorrer mi cuerpo. Pero no una placentera, sentí miedo.
-¿Sí?- pregunté entrecortadamente.
-Quería asegurarme que te encontrabas bien, ¿urges de algo?- cuestionó, sin dejar de observarme.
Aclaré mi garganta.
-No, no. Estoy bien- mentí. Claro que no estaba bien.
-¿Segura?- insistió.
-Mhm…
Esquivé su mirada y giré mi cabeza hacia el lado, me sentía pequeña atrapada entre su cuerpo y la puerta.
-Lauren, estás segura aquí, no tienes por qué huirle al sueño. Descansa.
Asentí apretando mis labios, volvió a suspirar como si la situación le frustrara. ¿Por qué iba a estarlo? ¡La frustrada ahí era yo!
-Bien, buenas noches.
Se despidió con un movimiento de cabeza y desapareció por el pasillo. Era tan difícil asimilar que un hombre tan guapo y, aparentemente, tan educado, estuviese en negocios turbios. Creo que ya no hacía falta preguntar, estaba segura de que Castiel estaba involucrado con las drogas, eso traía muchos problemas. Había presenciado en las fiestas de fraternidad cómo se llevaban a los camellos esposados.
Solo que él no era uno, era mucho peor, quizá.
Sin estar del todo tranquila me metí en la cama y solté mi cabello, ya no podía luchar más contra el sueño. De inmediato caí en brazos de Morfeo, deseando con todas mis fuerzas que el amanecer llegara pronto.
(…)
Acostumbré mis ojos a la poca penumbra de la habitación, ¡ya era de día! Aparté las sábanas de mi cuerpo y entré corriendo al baño, las ansias por irme eran enormes. Me aseé lo mejor que pude, me hice una cola y salí. Me sorprendí cuando vi a Castiel del otro lado con su mano alzada en un puño, seguramente, a punto de golpear la puerta, se sorprendió igual y se irguió.
-¿Nos vamos ya?- pregunté sin rodeos, quería largarme.
Frunció el ceño -. ¿No vas a desayunar?
-No, quiero irme.
Asintió no muy feliz con mis secas palabras, la única con el derecho de actuar de cualquier manera era yo.
-De acuerdo, vamos.
La tranquilidad me abrazaba más fuerte conforme nos alejábamos de aquella fortaleza, llena de hombres en cada rincón y tan lúgubre. Contemplaba su espalda ancha y me dije que él tenía todo lo que una mujer querría, físicamente claro, pues no sabía mucho de sus sentimientos: guapo y adinerado. Con poder, no del bueno, pero poder a fin de cuentas. Y esperaba que yéndome todo acabara, que solo lloraría del susto y ya, que sería una mala experiencia.
Esperaba.
Sentados en su auto y listos para partir, me preguntó:
-¿Te veré de nuevo?- incrédula lo miré.
-¿En serio? ¿Tú qué crees?- tuve que recordarme lo que podría hacerme y traté de calmarme -. Después de todo lo sucedido lo único que quiero es que desaparezcas de mi vida.
Apretó su mandíbula y asintió, pronto el auto comenzó a moverse. ¿Era estúpido? Preguntar eso debía considerarse ofensa, él más que nadie debería hacerse a la idea que después de lo que presencié, tenerlo cerca no estaba en mi lista. Descansé mi cabeza en la ventana y observé a través, lo único que le pedía a Dios en ese momento era que ninguno de esos sujetos fuesen por mí, no quería ni imaginar lo que podrían hacerme si me encontraban.
-Llegamos- avisó con un tono tan indiferente que, daba a entender que para él este era un problema unilateral: mío.
Contemplé mi casa con alivio y esperanza, ese hijo de…¡Dios¡ Si sabía a lo que él me exponía, ¿por qué se acercó? Pues claro, no le afectaba.
A punto estuve de salir del auto, cuando su mano tomó mi brazo con delicadeza. Observé su mano y luego a él.
-¿Qué?- ni siquiera intenté ser suave.
Metió su mano en el bolsillo de su saco y me entregó una tarjeta con su número. Antes de que pudiera reclamar, me interrumpió.
-Si sospechas que estás en peligro, puedes llamarme- dijo y me quedé de piedra -. No dudes en hacerlo, estaré a tu disposición.
¿A mi disposición? ¿Qué era?, ¿servicios de protección mafiosos? Casi reí, pero no era el momento adecuado. Asentí no muy convencida, ¿hacía esto por arrepentimiento? Si era así, no lo quería, me daba por pagada con que desapareciera.
Abrí la puerta y me detuve de inmediato. Lo miré nerviosa.
-¿Castiel?- lo llamé.
-¿Sí?
-¿Qué pasará conmigo?- cuestioné con disgusto -. Ya sabes, ellos me vieron contigo y no quiero que se piensen que tengo algo que ver con tu vida.
-Yo me encargaré de eso, mis hombres están investigando- aclaró -. ¿Algo más?
Exhalé y lo pregunté rápido, como si eso le quitara peso a su significado.
-¿Qué eres?- tragué en seco.
Sus manos se aferraron al volante y pensé que arrancaría, que me dejaría ahí de pie con la duda en el alma; no obstante, sus ojos me observaron con intensidad y seriedad, eran tan azules que me intimidaron. Él era tan…lúgubre.
-Merezco saberlo- exigí.
Bufó y apretó sus labios.
-Si eso te hace sentir mejor, entonces te diré que has cenado con uno de los narcotraficantes más respetados de Londres. Pero no te alarmes, prácticamente saliste con una celebridad.
Y aunque ya lo suponía, el que me lo hubiese confirmado me hacía temerle más, así que, salí del auto con el corazón latiendo desbocado y no miré atrás. Azoté la puerta cuando estuve adentro.
¿En qué me había metido?

(…)
Una semana después de haber visto a Castiel por última vez, ya me sentía algo más tranquila. Decir que estaba obstinada por Jessica sería un eufemismo, le había mentido, le dije que me quedé en casa de Castiel y por eso no llegué a dormir. Me comentó que había estado muy preocupada y que pensó en si yo estaba en el restaurante que atacaron, le mentí de nuevo y dije que fuimos a otro. No me gustaba ocultarle cosas, ella era mi hermana a pesar de no tener la misma sangre. Reitero: no la expondría a esto. Y aunque ya no tuviese ningún tipo de contacto con el ojiazul, no dejaba de sentirme en peligro; y no eran paranoias. Al día siguiente de aquel altercado todo estaba bien, y el siguiente, pero el tercero ya sentía que alguien me vigilaba. Aseguraba tener ojos puestos  en mí, pensé que estaba exagerando y que solo era miedo; sin embargo, no pasó mucho para confirmarlo: un auto negro me seguía. Lo veía fuera de la universidad, el trabajo, supermercado, en todos lados. No podía ver al sujeto, pues los vidrios eran polarizados y era imposible.

El día anterior estaba en una cafetería desayunando, no tenía clases y entraría a trabajar, me di cuenta de que hacía un rato el hombre en la mesa del frente me observaba sin vergüenza, como si fuese algo normal quedarse viendo a las personas en un escrutinio intimidante. Miré a mi alrededor y entonces lo vi, el mismo auto fuera del local, no tuve que pensarlo mucho para dejar dinero en la mesa e irme a toda prisa. Corrí despavorida escuchando sus pasos detrás de mí, pisándome los talones.
Esto no podía estarme pasando.
Lloré como loca cuando finalmente me atrapó.
-¡Suéltame! ¡No me hagas daño!- rogué llorando, no había nadie en la calle y eso me aterraba.
El sujeto frunció el ceño molesto por mis gritos e intentos por soltarme de su agarre.
-¡Oye, cálmate y cállate ya! No te haré daño- me aseguró con tranquilidad. Me quedé quieta y lo miré confundida.
-¿Qué? ¿En serio?
El hombre suspiró frustrado.
-Castiel me ha enviado a seguirte, quiere asegurarse de que estás bien.
Abrí los ojos sorprendida y la sangre me hirvió. Levanté mi mano y la estrellé en su cara, el sonido fue estremecedor. El castaño me observó desconcertado y colocó una mano en su mejilla roja.
-Pero, ¡¿qué te pasa?!- me grito.
Me crucé de brazos -. ¡Eso fue por haberme asustado y también para que le devuelvas el golpe a Castiel por ser tan imbécil!- di media vuelta y me marché, dejando al desconocido sin palabras.

Y ahora me encuentro en mi habitación mirando por la ventana el mismo auto negro aparcado fuera  de la casa. Entendí que jamás me libraría de Castiel, eso era seguro; pero también me daba tranquilidad saber que alguien estaba protegiéndome en todos lados. Solo esperaba no tener problemas con esos hombres del restaurante, porque estaba segura de algo: me tenían en la mira.

~•~

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Realmente no si las portadas se vieron en el aviso anterior, pero si no aún así se las dejo.

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Se despide su sexy autora.

Y.

PD: No a las lectoras fantasma.

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