Capítulo 22.

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Maratón 2/5

__.__

Abrí la puerta de mi habitación aún pensando en la excusa que le diré a Jess respecto a irme de la casa, no quiero dejarla sola, aunque ahora soy "La Diabla" nada me asegura que mi protección también incluya a mi amiga.
Casi pude sentir el cielo cuando me deshice de los tacones, tenía los tobillos hinchados y los dedos rojos.
Con todo el cansancio del mundo me di un baño, para finalmente tumbarme en la cama y sumirme en la inconsciencia.

(...)

Seis y quince de la mañana.

El frío que hacía era una exageración, el refrigerador  era una muy mala imitación del frío, con mucho pesar me levanté  de entre la comodidad de mis sabanas para luego meterme al baño a ducharme. El agua era tan fría como la mañana de hoy, esto era lo que odiaba de Londres, las mañanas  tan frías. Cuando ya me había puesto la ropa me dispuse a empacar todas mis cosas, doblé cada prenda una por una con una lentitud digna de tortuga, admito que lo hacía a propósito para ganar tiempo en cuanto a la excusa se refiere.
Jay llegaría pronto, de eso estoy segura y aunque Castiel no especificó la hora, sería muy pronto.

A pesar de hacer frío las manos me sudaban como si estuviera en pleno verano, mis nervios aumentaron cuando escuché ruidos provenientes  de la cocina. Mi amiga ya había despertado.

"¿Qué tan malo puede ser?"

Bueno, para dos amigas que se conocen hasta la talla de la ropa interior, malo es un adjetivo muy pequeño para describir la situación.
Bajé las escaleras arrastrando los zapatos por los escalones, cuando crucé el umbral la vi de espaldas preparando el desayuno.
La vida realmente me odia, de todos los hombres de Londres tenía que aceptarle una cena a él.

Lo sé, tal vez canse con ese tema, pero ni siquiera le aceptaba un café a Mike.

¿Cómo se me ocurrió aceptar cenar con Castiel?

Iba a ser muy difícil para mi y para ella, desde la secundaria jamás nos hemos separado, el que ella me haya seguido hasta aquí explica cuan fuerte es nuestra amistad, ella dejó su hogar para estar junto a mi; Jess es la hermana que nunca tuve, y aunque tan solo sea un cambio de "hogar" -porque dudo mucho que la mansión de Castiel pueda llamarse hogar- estar separadas es horrible y más cuando de acostumbras a esa persona y su presencia diaria. Porque de algún modo siento que si me voy ella correrá peligro, y si algo llegara a sucederle jamás me perdonaría haberla dejado sola.

—Buenos días Jess.– Saludé para llamar su atención.

La susodicha sobresaltada se giró para sonreírme.

—Hola Lau, preparé crepas.– Sonrió orgullosa.

Reí, mi amiga era adicta a las crepas, si por ella fuera toda su comida se basaría en crepas y más crepas.
Niego ligeramente con la cabeza y corro un banco de la encimera para poder sentarme, Jessica coloca un plato con dos crepas frente a mi y un vaso de jugo de naranja. Se sirve ella y se dispone a comer, yo ni siquiera había tocado una sola crepa, de pronto el estómago se me había cerrado y no se me apetecía comer, con mis dedos tamborileaba la encimera captando en una ocasión la atención de mi amiga.

—¿Qué sucede?– Pregunta con la boca llena.

—Yo...ehm.- Suspiro.– No es nada, es solo que me gustaría hablar contigo después de comer.

Asiente.—Claro.

Como las crepas lentamente, más que todo para no ser grosera y malagradecida, tomando en cuenta que preparó el desayuno para las dos.
Jessica iba por su segunda ronda de crepas, ella podía comerse una vaca entera y no engordaba, al contrario, más bien tenía la grasa muy bien proporcionada, toda estaba almacenada en su trasero y piernas.
Dígamos que yo soy igual, "dígamos", porque la grasa se queda en mi abdomen y parezco un poste con una protuberancia. Por lo que casi siempre hago abdominales, benditas las mujeres de metabolismo rápido.

NarcotraficanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora