Capítulo 35.

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Maratón 7/7.

Dedicada a: makorio

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___•___

Yo sabía que amarlo era arriesgado, que al hacerlo iba a sufrir como nunca y que llorar se convertiría en una rutina diaria para mi.
Que al amarlo me arriesgaba a que él me rechazara y me dejara hundirme en el dolor, me arriesgaba a ser ignorada y que mis sentimientos quedaran en el aire. No sabía que amar iba a ser tan difícil y doloroso, que experimentar ese sentimiento tan famoso y del que tan bien hablaban iba a ser el causante de mis llantos y desvelos que pronto vendrían.

Y ahora que me encuentro sentada junto a él mientras miro a través de la ventana el rápido pasar de las casas y árboles, siento que ese sentimiento no fue hecho para que yo pudiera incluirlo en mi vida, que con sólo una desilusión bastaba para desecharlo de mi lista de cosas por experimentar antes de morir. Que él no merecía mis lágrimas y tampoco mi amor, pero aunque fuera verdad yo no podría dejar de amarlo de la noche a la mañana.

Una vez escuché a un hombre decir, y cito textualmente:

"Es mejor querer y perder, que nunca haber querido."

Que no importa si esa persona no corresponde, no importa si te ilusiona y luego te abandona, te queda la bella experiencia de saber que se siente querer y/o amar. Que no importa cuanto duela y si la herida sigue abierta, porque así habrás amado y no habrás quedado con la duda de: "¿Cómo se sentiría amar?".

Finalmente la velocidad del auto va bajando y con ella la intensidad de mis pensamientos, he decidido que no sacaría el amor que tengo por él, que de poco a poco iría mermando este sentimiento. Que tal vez la frase: "El amor no es para mi" está mal formulada y en realidad la frase correcta es: "Él no es para mi".

El auto se detiene en la estación y con mi mano empujo la puerta para salir, una pequeña brisa hace mi cabello revolear y la piel de mi nuca se eriza causándome un escalofrío.

—¿A qué hora llega? – Pregunta y no soy capaz de mirarlo a los ojos.

Su tono tosco y frío hicieron eco cual pelota golpeando la pared en un lugar desolado en el cual hasta la caída de un alfilar causaría estruendo, me decidí por mirarlo. Si yo quería superarlo debía hacer las cosas bien, no por estar herida iba yo a bajar la cabeza y hacerme la sufrida ante él para que me tuviera lástima, le haría saber que no importa cuantas veces me apuñalen, yo siempre saturaría la herida y seguiría subiendo la cuesta.

—En poco tiempo llegará, pero si gustas puedes irte.– Sugerí, usé un tono amable y no brusco. No buscaba que creyera que estaba despechada con él.

Negó con la cabeza.—No, está bien, esperaré.

Asentí.

Juntos, uno al lado del otro, caminábamos hacia la terminal a esperar a mi padre. La felicidad me embargó en ese momento, vería al hombre que jamás me ha y que nunca me va a decepcionar, al cual siempre le confiaría mi corazón porque sé que no sería capaz de apretar su puño con el adentro.

Pasaban los minutos y ninguno se atrevía a decir nada, él porque no le interesaba hablar conmigo, seguramente. Y yo porque no tenía ganas de enfrentarme a él tan rápido con lo que a una conversación se respecta.

El tren de Inglaterra ya iba frenando y con cada persona que salía del famoso transporte, mi alegría aumentaba. Me levanté de la banca y ya nada importaba, Castiel no existía, mi dolor no existía. Tan sólo existía ese hombre de ropa casual, cabello cenizo y ojos color miel quien me sonreía con tanto amor y ternura mientras jalaba su maleta.
No me importó el que me vieran raro al correr hacia mi padre y saltar a sus brazos.

Yo estaba feliz, y eso era lo que importaba.

—¡Oh mi princesa! – Me agarró en volandas y me besó las mejillas repetidamente.

—¡Papá!

Las lágrimas no se hicieron esperar en la escena, era de alegría. Estaba en los brazos del hombre que me amaría por sobre todas las cosas: mi padre.

(...)

Estaba confundida, buscaba y buscaba alguna respuesta en mi cabeza y no la encontraba.

Cuando presenté a Castiel y a mi padre, la mirada de mi progenitor se volvió oscura e intimidante cuando le dije que Castiel es mi novio, y dirán: "¡Celos de padre protector!".

¡No! no era así, eso iba más allá de celos, como si entre ellos hubiera un gran secreto guardado en lo más profundo del pasado. Como si verse despertara rivalidades pretéritas.

—Cariño, ya debo irme, el hotel queda lejos y estoy muerto.– Dice mi padre levantándose del sofá.

—Está bien papá, mañana podremos vernos de nuevo.– Digo con tristeza.

Castiel se acerca, había estado pensativo desde que mi padre y yo empezamos a contar que había estado pasando en este tiempo en el que no nos vimos. Su mirada se perdía en un punto muerto en la cerámica de la sala de estar.

—Castiel.– Dice secamente mi padre a modo de saludo y tendiendo su mano.

Él la estrechó.

—Frank.– Dice este.

Mi padre me besa la frente y se despide de mi, sale de la mansión y suspiro.
Castiel me mira.

—Lau...

No lo dejo terminar, doy media vuelta y con pasos firmes me encamino hacia las escaleras dejando a un confundido Castiel en la sala. Tendría que hacer algunos cambios, empezando por cambiarme de habitación. Le haría probar el chocolate amargo.

                             ~•~

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Se despide su sexy autora.

Y...

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