Capítulo 40.

177K 14.5K 2.5K
                                    

___•___

Los pasillos de la universidad estaban completamente desolados, las clases habían culminado hace tan solo media hora, me demoré escuchando la charla de mi profesora de moda sobre mi grandioso talento. Una vez que esa mujer abre la boca no hay nada ni nadie que la pueda hacer callar y por no faltarle el respeto simplemente me dediqué a escucharla y opinar en algunas partes.

Localizo mi casillero por entre el montón que hay allí y me acerco casi corriendo hacia él para poder guardar mis libros de apuntes y mis lapiceros, antes de que si quiera pudiera tocar la puerta de éste alguien jala de mi brazo tapando mi boca con una mano y arrastrándome, no pude ni siquiera ver su rostro puesto que estaba de espaldas a él.
Abre una puerta y de inmediato el olor a cloro, detergente y jabón inundan mis fosas nasales causando nauseas en mi.

—No grites, por favor.– Susurra. Esa voz.

Me alarmo y me empiezo a remover en sus brazos y a patalear.

—¡Ummm! ¡Ummmm!– Es todo lo que se me puede entender en mi intento por gritar.

—¡Lauren por favor, tienes que escucharme! – Suplica en un susurro.

En un intento desesperado por que me deje libre, muerdo su mano logrando así mi cometido. Quita su mano y ahoga un quejido empujándome al otro extremo del cuarto de limpieza, aprovecho para tantear en la pared y prender la luz.
Temo que pueda darme otra paliza, porque aunque sepa pelear él es mucho más alto y fuerte que yo.

—¡Maldición!– Grita en un susurro.—Lauren déjame explicar.

—¡Déjame en paz Mike! ya haz explicado demasiado con lo que me hiciste, por favor...– Niega frenéticamente con la cabeza y me mira desesperado.

—No, no, no. No es así Lauren, déjame explicarte, nena por favor.– Hace amago de acercarse a mi pero corro hacia la puerta para poder abrirla y salir.

No sé como ni en que momento lo hizo, pero ahora me encuentro acorralada entre la puerta y su cuerpo mientras mantiene sujetas mis manos a cada lado de mi cabeza.
Empiezo a desesperarme y temo que haga algo contra mi en este lugar en el que ni un alma se aparece por acá. Cierra sus ojos y se inclina hasta pegar su frente contra la mía, mi cuerpo tiembla de miedo.

—Por favor amor, no me tengas miedo, déjame explicarte las cosas.– Suplica.

"Amor".

Jamás logré que Mike dejara de decirme así, me dan ganas de sonreír por su terquedad pero luego recuerdo que fue él el causante de mis tres días llenos de angustia y dolor y la rabia y decepción vuelve a mi.

—¡Déjame! ¡Me das asco!– Exclamo removiéndome en sus brazos.

Abre los ojos y se ve dolido, no voy a caer en esa maldita y traicionera trampa.

—No...– Su voz se quebró, baja la cabeza y niega.—Entonces creo que deberías hablar con tu amante.

Se aleja de mi y me aparta de la puerta para después abrirla y salir.
Me quedo estática, ¿Cómo es que...? ¿Él sabe que...?

—Oh Dios...– Susurro tapándome la boca.

Salgo corriendo e inmediatamente corro por los pasillos con mis cuadernos en mano para poder llegar hasta donde están los mastodontes, abro las enormes puertas de la universidad y éstas hacen un espantoso ruido al chocar contra la pared por la fuerza con la que las abrí.
Los mastodontes se dan cuenta de mi apuro y se alarman, al límite de sacar sus armas y correr hacia mi.

—¡Jefa! ¿Se encuentra bien?– Pregunta Marlon jadeante cuando llegó hasta mi.

Niego frenéticamente y tomo una bocanada de aire.

—¡Llevenme a la mansión ahora! ¡Rápido!– Grité mientras comenzaba de nuevo a correr, pero esta vez hacia el auto de los mastodontes.

No me di vuelta para serciorarme si ellos me estaban siguiendo o no, abrí la puerta de la parte trasera y me metí a esperar a que los mastodontes condujeran.
Unos segundos después ya me encontraba gritándole a los gorilas que condujeran más rápido y que no chocaran.

—¡Muévanse gorilas!

—¡Ya cállese mujer!

Silencio.

Mis ojos casi se salían de sus cuencos, de verdad que estaba sorprendida.
De haber sido otra clase de persona ya habría ordenado que le cortasen la cabeza y echasen su cuerpo a los tiburones por haberme gritado de esa manera.

—Estás muerto hermano. – Murmura Charles.

—Yo...eh...– Balbucea Marlon.—Jefa lo siento mucho.

—¡Te mandaré a cortar la cabeza!– Le grito poniéndome en medio de los asientos del frente.

Sus ojos se llenan de miedo y niega con la cabeza.

—Jefa por favor no.– Suplica.

Bueno, aunque sea una buena broma no quiero que sufra tanto.

Pongo mi mejor cara de enojo y lo miro por eternos segundos.
Marlon está a punto de llorar y no puedo hacer más que echarme a reír como foca retrasada, vale, lo admito, soy una maldita mujer.

El auto se detiene y dejo de reír para abrir la puerta y salir, Charles se va en el auto para guardarlo y Marlon queda cabizbajo junto a mi.
Sonrío tiernamente y lo abrazo tomándolo desprevenido, su cuerpo se tensa y sus brazos se mueven constantemente dudando en si devolverme el abrazo o no.

Enrollo mis brazos en su cuello.

—Era broma Marlon, jamás haría algo así. – Le susurro.

Su cuerpo se relaja y me abraza.

—Gracias.

Beso su mejilla y rompo el abrazo, sonrío al ver sus mejillas sonrojadas.
Recuerdo a que vine y corro hacia la mansión.

—¡Castiel! ¡Castiel!

Grito mientras subo corriendo las escaleras, recorro el pasillo y lo vuelvo a llamar. Cuando estoy a punto de abrir la puerta ésta se abre sola y por ella se asoma Castiel con cara de espanto y pálido.

—¡Diablilla! ¿Qué sucede? ¿Estás bien? – Pregunta tomando mi cara entre sus manos y examinándola.

Aparto sus manos de un manotazo.

—¡Estoy bien imbécil! Hay un grave problema.

—¿Cuál?

—Mike sabe que soy tu amante y muy probablemente también que eres un mafioso. – Digo rápidamente.

Frunce el ceño.

—¿Y?

Lo miro boquiabierto.

—¿Cómo que "Y"? Él lo sabe todo, estamos perdidos. Te va a denunciar.

Algo parece activarse en su cabeza y lo veo abrir los ojos alarmante.

—¡Tienes razón! Estamos perdidos.

Asiento frenéticamente.

Me mira con seriedad y luego...luego hace algo que me descoloca por completo, se empieza a carcajear con ganas.

—¡¿De qué te ríes imbécil?!

—Es que...¡Oh Dios!– Consigue decir entre sus carcajadas.

Cuando deja de reír toma mi rostro –de nuevo– entre sus manos  y sonríe de lado.

—Mi amor, Mike es un narcotraficante también.

¿Eh?

                           ~•~

Voten y comenten si les gustó

NarcotraficanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora