Capítulo 33.

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Maratón 5/7.

¿Ya les dije que las amo?

Pues lo hago...

Imagen multimedia de: Papá de Lauren.
___•___

Estaba navegando en internet, viendo ropa o cualquier cosa que apareciese, viendo vídeos de canciones o cualquier otra cosa. Hace poco que había despertado y él aún no llegaba, no debía importarme pero lo hacía, la puerta se abrió y automáticamente gire mi cabeza hacia allí. Fingí que no me importaba y seguí tecleando en mi portátil, olía a alcohol.
Sentía su mirada en mi pero no le di importancia, la herida en mi brazo escocía y dolía a ratos, era profunda pero no tanto.
Levanté la mirada por un segundo y lo vi sacar ropa de su closet, se dirigió al baño y se encerró allí. Ni siquiera me miró, iba a comportarme como debía ser desde un principio. Lo trataría como un desconocido, hablaría con él lo que fuese necesario y fuera de eso no pasaría nada más.

Luego de casi veinte minutos salió del baño con su ropa puesta, ya no olía tanto a alcohol, lo típico: alcohol y chicas. Aprieto mis puños y al tragar siento un nudo, respiro hondo para retener lo que siento. Además, ¿Qué siento? es todo tan confuso, siento que lo odio y que es el peor error de mi vida, y luego cuando me besa yo me siento tan...bien. ¿Qué es esto? ¿Acaso es mi mente queriendo darme una mala jugada?

Secaba su cabello con una toalla, siento furia por mi, por ser tan imbécil y comportarme así. Esta no era yo, haría bien las cosas, si el quería acostarse con otras mujeres pues que lo haga, yo no me metería en su camino. Dejé la portátil en la mesita de noche y me levanté de la cama para ir hacia el closet y sacar mi pijama e irme a duchar. Pasé por su lado ignorando su mirada ahora puesta en mi. Cuando cerré la puerta me sentí a salvo y apoyé mi espalda en la dura madera, pude respirar con tranquilidad.

Hice un moño con mi cabello y me desvestí, entré a la ducha y lavé mi herida con delicadeza, maldito imbécil por su culpa estoy herida. Siento unos corrientazos de dolor en mi brazo y gimo apretando los dientes.

-Mierda.- Mascullo.

Terminé mi ducha y me vestí, sequé mi herida y unté una pomada para luego volver a vendarla. Limpié el empañado espejo del baño, miré mi reflejo con melancolía. Yo ya no era la misma, las circunstancias y las personas me hicieron cambiar, mi vida dió un giro de ciento ochenta grados sin retorno. Debería estar muerta de miedo -y no digo que no lo tenga-, hecha un ovillo y pidiendo que me dejen en paz, sin embargo, he aprendido a que nunca, por más fea y desastrosa que sea la situación, debemos hundirnos en el miedo y esperar a que alguien haga algo. Se debe enfrentar con la frente en alto y luchar hasta ganar la batalla, no importa que, te caes y te vuelves a levantar.

Y muchos dicen: "No puedo más" "Es imposible".

¿No puedo más? ¿Es imposible?

Sí se puede, se puede porque así tu lo crees y sabes que podrás. Todos algún día nos enfrentaremos a grandes problemas, en los cuales habrá que tomar decisiones para nada gratas, pero siempre estará la correcta. Teme, pero no vivas del temor. Se fuerte y no desfallezcas.

Y lo imposible es posible, ¿Quién dice que no? Es posible porque así yo lo digo. Porque sé que podré salir de esta y podré recordar con orgullo cuanto luché por ser victoriosa en esta batalla y diré:

No fue imposible.

Todo está en saber luchar, y no siempre entrenando se gana una buena batalla.

Abrí la puerta del baño, él estaba con las piernas estiradas y la espalda pegada al respaldo de la cama. Parecía sumido en sus pensamientos, cuando pasé frente a la cama me miró, no precisamente a mi, sino a mi brazo.

-¿Qué te pasó?- Pregunta.

Dudo entre responderle o quedarme callada, opto por la primera opción ya que la otra no es para nada madura y apropiada. Me subo a la cama y cubro mis piernas con la cobija.

-Me lastimó con la lámpara.- Dije.

Frunció el ceño.

-Yo...lo siento, Lauren.- Niego con la cabeza.

-No se disculpe Castiel.- Me miró extrañado.

Me acosté y le di la espalda. Lo había tratado de "usted" y no de "tú", si quería que esto saliera bien tenía que empezar por ahí. No podía tutearlo como si él y yo fuéramos algo.
Apagué la luz de la lámpara que se salvó de las manos de Castiel y me dispuse a dormir. Lo sentí removerse a mi lado y jalar la cobija para cubrirse él.

Esta iba a ser la primera noche que no dormiríamos abrazados.
El cansancio hizo mella en mi y poco a poco iba quedándome dormida.

Sentí su brazo rodear mi cuerpo y acercar su boca a mi oído.

-No toqué a ninguna mujer, te lo juro Diablilla.- Susurró.

Pero yo ya estaba suficientemente agotada como para apartarme de la calidez de su cuerpo. Aún así, sus palabras seguían nadando en mi cabeza.

~•~

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¿Preguntas?

Se despide su sexy autora.

Y...

NarcotraficanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora