Capítulo 42.

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¡Estamos en el puesto 34 en Romance!

Imagen multimedia de: Muelle de Santa Catalina.

¿Me extrañaron? No, no lo hicieron.

¿A Castiel?

¿A Lauren?

¿A...?
___•___

—Lauren.

—Déjame en paz.

—¿Podrías dejar de comportarte como una adolescente?

Esbozo una pequeña sonrisa irónica y coloco ambas manos en mis caderas mientras me doy vuelta para encararlo. Le molesta que lo ignore y que pase la mayor parte del día sin hablarle, pretende que me arrastre a él y mendigue su atención. Antes no era así, tan sólo caía ante él y dejaba que me tratara a su antojo, que me dijera palabras bonitas y me hiciera creer cosas que no eran, que viera cosas donde no las había. Y sé que la culpable de todo esto soy yo, por ser tan estúpida y creer que quizás yo podría hacer salir su parte buena y que podría enamorarse de mi. Ni siquiera sé en que momento empecé a sentir esto, no me di cuenta de cuanto se complicaba y cuanto sufría a causa de mi estupidez, y él ni siquiera le tomaba importancia a la situación. Pero ahora, me he prometido cambiar, seré una mujer fuerte y no dejaré que me pisoteen a su antojo.
Castiel cree que puede jugar conmigo, desecharme y luego buscarme arrepentido, desde luego que no.

—Dime que quieres y luego déjame en paz, debo salir.

Humedeció sus labios y me contuve de mirarlos.

«Se fuerte

Alcé una ceja haciéndole saber que no tenía tiempo. Se adentró a mi habitación dando pasos cortos y metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón negro de vestir, se detuvo a cierta distancia de mi.

—Hoy llega una gran cantidad de mercancía y me acompañarás a revisarla.

Abrí mis ojos desmesuradamente.
Traté de encontrar alguna señal en su rostro y mirada que me dijera que estaba mintiendo o bromeando, pero su rostro se mantenía con una expresión apasible y como siempre, seria. No era juego lo que pedía, quería que lo acompañara a revisar una de las tantas embarcaciones que traían la droga que él distribuía.

Intenté negarme, juro que lo hice ¿Me creen verdad? Pero de mi boca lo único que salían eran tontos balbuceos inentendibles como un bebé aprendiendo a hablar.

—¿C-Cómo?– Logré articular.

Desvió la mirada hacia una de las ventanas de la habitación y caminó hasta poder apartar la cortina color crema y mirar a través de la gruesa capa de cristal. Sus ojos se iluminaron debido a la luz y el azul de sus ojos se aclaró. Suspiró y la ventana se empañó.

—¿Por qué? – Volví a preguntar.

—Porque sí Lauren, hace ya mucho tiempo que deberías de estar ejerciendo tu deber como jefa del bando y varios socios ya lo están viendo mal. Te quiero lista a las diez de la noche, nos iremos a las doce y vistete de negro.– Se alejó de la ventana y empezó a caminar hacia la puerta.

Reaccioné rápido y lo tomé del codo parando su andar, se giró con el ceño fruncido y me miró fijamente. Sentí un escalofrío e inmediatamente agaché la cabeza sintiéndome incómoda por su intensa mirada. Y es que sus ojos eran tan hipnóticos e intimidantes que, con tan sólo mirarte se te quitan las ganas de siquiera provocarlo.

NarcotraficanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora