Capítulo 14.

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Castiel.

—Hermano ya deja de tomar.

—Déjame en paz Jay.

Negó con la cabeza y sin decir nada más salió de mi despacho.
A él no le gustaba que tomara, siempre que lo hacía me pasaba de tragos.

Jay era como un hermano para mi o el remplazo del que perdí.
Lo conocí un año después de que murió toda mi familia, y desde entonces hemos sido muy amigos.
El cuida mi espalda y yo cuido la suya.

Ha pasado una semana desde que maté a aquel hombre sin obtener una respuesta.
Estoy empezando a estresarme y la única salida para mi es el alcohol.
No debería romperme la cabeza con el asunto de Lauren, normalmente siempre paso de esos casos y sigo con mi "vida".
Pero con ella, es diferente.

Es tan inocente y delicada.
Tan fuerte y valiente.
Cualquiera en su lugar estaría muriendo de miedo o paranoico, pero ella se mantiene fuerte.
Afronta la situación con valentía, no se deja caer.
Una mujer digna de admirar, la mujer que todo hombre desearía.

La mujer que empiezo a desear.

Me siento incapaz de dejarla sola con esto, haré lo que esté a mi alcance.
Yo la metí en esto y yo la sacaré.

Al costo que sea.

Lauren.

¡Hermoso! Buen trabajo Lauren, me encanta.– Exclamó mi jefa, la señora Scott.

—Gracias.

La veo alejarse y sigo cambiando a los demás maniquíes.
Ésta era mi otra parte favorita de mi trabajo, combinar prendas y exhibirlas a las personas. Yo era la encargada de hacerlo, la señora Scott dijo que tenía un muy buen gusto en la moda y que era ideal para la tienda.

Suspiré y tomé mi bolso, mi reloj marcaba las seis treinta de la tarde.
Salgo de la tienda y empiezo a caminar hacia la parada de autobuses.
Primero me desvío y voy a una farmacia, el hombro me duele a ratos y por eso compraré algunos calmantes.

Encuentro una y pido algo para aliviar el dolor, el chico pone las pastillas en una pequeña bolsa y con una sonrisa salgo de allí.

Las calles están un poco desiertas, como mínimo hay unas seis personas.
Escucho un bocinazo a mi lado, es un auto.
Y una cabeza se asoma por fuera de la ventanilla.

Sonrío.—Oye linda, ¿Quieres subir?

—Lo siento, pero no me subo al auto de cualquiera.–Me encojo de hombros.

—Oh, que mal.
Porque justo ahora se está yendo tu autobús, pero bueno, que te vaya bien caminando.– Dice y toma velocidad.

Miro rápidamente hacia la parada y justo estaba el
autobús doblando en la esquina.

—¡Espera! ¡Vuelve, iré contigo!– Lo escucho carcajearse y me trago el montón de insultos que tengo para decir.

—Sube.– Abrió la puerta y entré.

—Te odio Mike, me distrajiste a propósito.

—Te amo, lo sabes.
Además me debes un café. –Me miró por un pequeño segundo y luego concentró su mirada en la carretera.

—Muy cierto Mike, entonces ¿Te parece si tomamos algo hoy? – Propuse.

Sonrió en grande. —Claro que sí.

(...)

—¿Y bien?.– Empezó a hablar una vez nos trajeron los cafés y los postres. —¿Qué harás en éstas vacaciones?

NarcotraficanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora