Capítulo 27.

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Las amo...

¿Alguna tica por acá?





Castiel.

El reloj marcaba las cuatro y quince de la tarde, en mi despacho no se oía nada más que el tic-tac del reloj de manillas que colgaba de la pared frente a mi. Mi mirada se perdía en un punto muerto en la habitación, el dolor en mi cabeza era insistente y mis sienes palpitaban constantemente.
No tenía noticias nuevas de los hombres que están detrás de Lauren, ayer la quisieron arrollar en media calle, por suerte uno de los guarda espaldas que le asigné estaba atento a cada persona o cosa que se encontraba a su alrededor.

Lauren.

Recuerdo lo de anoche, no me di cuenta en el momento en que se fue de mi lado en la barra, pensé que tal vez alguien le había hecho daño o que la habían raptado. La sorpresa fue grande cuando la vi en medio de la pista de baile, captó toda mi atención y de inmediato me arrepentí de haberme negado a su invitación para bailar. Lauren es una chica hermosa, a pesar de que ella piense lo contrario en varias ocasiones, llama la atención con tan solo su presencia. Tiene elegancia natural, inteligencia, es audaz, valiente...en fin, es grandiosa.

Meneo la cabeza hacia ambos lados, mis pensamientos están desviándose.

«¿Pensamientos o sentimientos

Desgraciadamente esta chica ha estado presente en mis pensamientos en los últimos días, y con lo de ayer me temo que será difícil sacarla de mi mente.
Hoy cuando despertó en la mañana casi se muere de un infarto al verme ella misma desnuda y a mi en la misma cama, lo que hubiera dado yo para que sucediera lo que ella pensaba que sucedió.
Y lo cierto es que casi pasa, si no hubiera sido porque se quedo dormida cuando acabé de desnudarme hubiera tenido una magnífica noche.

Su cara de alivio cuando le dije que no había pasado nada no pasó desapercibida para mi, lo cual me hizo creer que odiaba la idea de que pasara. Bien, entiendo que me odie y deteste el que yo haya aparecido en su vida y la haya hecho una completa mierda, pero ¿Tan malo era el solo pensarlo?

Miro de nuevo la hora, el tiempo pasó volando mientras me sumergía en mis pensamientos. Son las cinco de la tarde. Levanté el teléfono de mi oficina y marqué al número de Jay.

—¿Está todo listo ya? –Pregunto cuando atiende.

—Sí, todo está listo, sólo debemos esperar a que lleguen a recoger la mercansía. He puesto más de veinte hombres a vigilar el lugar.

—Es un negocio muy grande Jay, espero que sepas manejar la situación. –Suspira del otro lado de la línea.

—Lo , no te preocupes, te mantendré informado por cualquier cosa que ocurra.

Está bien.– Cuelgo la llamada.

Me recuesto en la silla y cierro los ojos, pongo una mano en mi frente y suspiro. El dolor se hace cada vez más insoportable y no me siento para nada bien.
Me levanto de la silla y me acuesto en el sofá que hay en mi despacho, sin darme cuenta y sin poder evitarlo, me duermo.

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