Capítulo 82.

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Hola, hoy no iba a actualizar como algunos saben. Pero creo que sería injusto no hacerlo, ustedes no tienen la culpa.

Este capítulo va dedicado a alguien muy especial, a una persona que lee este libro, un lector (a) más al igual que ustedes. Andy, que no estás leyendo esto, pero por favor, no dejes que la muerte gane esta batalla. Sos fuerte, cariño, y quiero que te recuperes. Dios es bueno y te va a librar de esta.

Te queremos las chicas y yo.

Perdón si hay alguna falta de ortografía, pero no me siento bien de salud ni de ánimos como para gastarme más.

L@s amo.

___•___

—¿A qué te refieres, Jessica?– Pregunté, con la voz temblorosa por los nervios.

De su garganta brotaron escandalosas carcajadas y sus ojos se cerraron disfrutando de su gracia, ¿Ahora qué le pasaba? parecía una demente con ese comportamiento. El vello de mi cuerpo se crispó de inmediato, la piel se me puso chinita y me alejé unos pasos de la camilla; Jessica no estaba bien, eso era más que evidente, ¿Qué tiene? ¿Qué le hicieron? ¿Por qué su novio no está aquí? de seguro la abandonó y ella misma se consumió en su dolor, pero, Jessica no es así. ¡¿Qué está pasando?! su mirada es un gran vacío, es como si estuviera muerta en vida.

—Eres tan estúpida, Lauren.– Dijo con burla.—Siempre confías en quien no debes, y eso es un gran problema para ti.

Tragué saliva, apreté mis puños y me calmé, no debía hacerle caso.

—Exacto, confié en ti.– Ataqué también. Ella solo sonrió sin ninguna emoción de por medio.

La habitación quedó en silencio, ella miraba de nuevo por la ventana como si fuera lo más entretenido del mundo. Yo hice lo mismo, sin embargo, no dejaba de romperme la cabeza con las palabras de la rubia, ¿Se refería a Castiel? es totalmente ilógico, Jessica no sabe nada a qué se dedica, ni tampoco tiene forma de saberlo. Suspiré, era una pérdida de tiempo estar ahí, escuchando las palabras de una persona que no está en sus cavales, una persona a la que podría catalogar como: enferma mental.

—Me enteré que estuviste en coma.– Me sobresalté al escucharla hablar de nuevo. La miré un poco sorprendida, sin embargo, no había dejado de ver hacia la ventana.

Carraspeé y me planté a los pies de la camilla, poniendo mis manos en los barrotes de ésta puesto que tenía una especie de respaldo. La pintura blanca, en su totalidad, estaba caída y el tubillo se veía corroído.

NarcotraficanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora