Capítulo 61.

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Maratón 4/5.

___•___

Parecía un sueño, una imaginación, una alucinación y es que, si era alguna de esas tres, por favor que nadie me despierte porque juro que les clavaré un buen golpe. Aún no lograba creer que todo esto hubiera pasado, que Castiel se me declaró esta noche y que ha dicho que me quiere.
Lloré y sufrí tantas veces por él y sus rechazos que ahora que esto ha pasado me hace querer preguntarle cada dos segundos si no es una broma.
El resto de nuestra cita -Dios,  se siente tan bien decir eso- la pasamos bailando, besándonos, él susurrando cosas lindas en mi oído y ríendo.
Era todo tan soñado, como muchas veces lo imaginé.

Y ahora me encuentro tirada en la cama de mi habitación, mirando hacia el techo con una sonrisa estúpida en mi cara, reviviendo una y otra vez la declaración de Castiel en mi mente. Alguien golpea la puerta y segundos después la puerta se abre, dirijo mi mirada hacia allí. Lo primero que veo sos esos hermosos orbes azules, su cabello está húmedo y en sus labios hay una enorme sonrisa.
Mi corazón se agita.

—Hola.

Sonrío.—Hola.

Cierra la puerta y me siento en la cama. Va con unos pantalones flojos de dormir y el torso desnudo, me contego para no morderme el labio.

—¿Puedo dormir aquí?– Pregunta rascándose la nuca.

Sonrío cariñosamente.

—Claro, ven.– Doy palmaditas en la cama y enérgico se sube en ella.

Después de nuestra grandiosa cita -Oh, sí, ahí está otra vez- me había acompañado hasta la puerta de la habitación, y con un beso, se fue a la suya.
Ahora, después de que cada uno se ha dado un baño, estamos sentados en la misma cama, frente a frente, mirándonos con un brillo intenso en la mirada.
Yo deseando probar sus adictivos labios y abrazarlo hasta asfixiarlo, y él, bueno...daría lo que fuera por saber que piensa, aunque no debe andar muy lejos de mis mismos pensamientos.
Ninguno hablaba, mas sin embargo nuestras miradas parecían tener una conversación tan íntima que no hacía falta hacernos escuchar.
Una minúscula sonrisa adornaba su cara, contagiándome de esa alegría.
Alegría que era difícil de acabar, y aunque la situación y las palabras fueran difíciles de creer, me dije a mi misma que debía disfrutar el momento y confiar en él. Porque aunque no me diera cuenta o lo negara, yo siempre había y he confiado en él, no importa la situación ni las personas, hace mucho que yo inconscientemente había depositado toda mi confianza en él.
Y confiaba en que no me estaba mintiendo, y que de verdad me quería.
Lo podía ver en sus ojos cuando me miraba, sus pupilas se dilataban.

"Las pupilas se dilatan cuando la persona ve algo que le gusta"

Y adquieren un brillo tan hermoso que me quedaría toda una eternidad mirándolos sin cansarme. Estaba muy segura de que conmigo era lo mismo, podía sentirlo. Lo sabía.

Sus caricias en mi mejilla izquierda me hicieron volver a la realidad, su ceño.se fruncía levemente.

—¿En qué piensas?– Preguntó, suavemente.

—En todo esto, en nosotros, en tu confesión.– Solté en medio de un largo suspiro.

Asintió bajando la mirada, sin darme tiempo a analizar sus movimientos, tomó mi cintura con ambas manos e hizo que nos tumbaramos en la cama, yo con la espalda pegada a las sabanas y él de costado, acariciando mi cara y mi cabello.
Se aclaró la garganta y yo me dejé disfrutar de sus caricias.

—Sé que piensas que esto es sólo una mala broma y que me estoy ríendo de ti, hasta yo lo pensaría, no es nada normal que hace unas semanas te haya rechazado de nuevo y ahora te diga que te quiero.—Hizo una pausa y con un dedo delineó el contorno de mi cara.—Pero te aseguro que cada palabra que de mi boca salió, ninguna es mentira, todas y cada una se me hicieron díficiles de soltar y son verdaderas. Decidí que me arriesgaría, nos arriesgaría, y me lanzaría a tus brazos, ya no...ya no soportaba guardarme mis sentimientos. Debía y quería hacer esto, temía que si te correspondía y mostraba cuan importante eres para mi, alguno de mis enemigos pudiera hacerte daño.

»Y entonces caí en la cuenta de que yo era quien te estaba dañando, con mis palabras y acciones, me daba cuenta de ello y me dolía demasiado. Tú me quieres y yo a ti, ¿Por qué no estar juntos? no quiero lamentarme cuando te vea con otro ni cuando ya no te pueda ver. Te quiero, Lauren. Te quiero demasiado, y quiero estar junto a ti.
Por eso quiero que me perdones ¿Crees que puedas hacerlo?–  Sus ojos reflejaban pena, y los míos estaban cristalizados.

Escucharlo decir eso, disculparse por haberme herido es...es lo que siempre quise, que me pidiera perdón por haber sido tan imbécil conmigo.
Y me siento feliz de que lo haya hecho, todos siempre esperamos una disculpa de aquel que nos daña y aunque digamos que no nos hace falta, en algún momento querremos que lo hagan.
Y sé que en verdad lo siente, que de verdad está arrepentido.

Suspiro.—Te perdono.—Puedo ver el alivio en sus ojos.—Pero eso no arregla todo lo que me hiciste sentir, tendrás que hacer demasiadas cosas para que acepte ser tu novia.

Frunce el ceño y se incorpora en la cama.

—¿Qué? espera...¡¿Qué?!– Exclama.—¿Me estás diciendo que...

Asiento con una sonrisa.

—Verás, tu porte de "soy un macho salvaje" no basta para saldar tu cuenta, muchachote. Así que, no la tendrás para nada fácil.

Bufa con fastidio y resignado se cruza de brazos. Me mira.

—¿Al menos podré besarte?– Pregunta.

«Oh, sí.»

Me hago la pensativa por un tiempo y un gruñido de su parte, me advierte de lo molesto que está. Supongo que besarnos de vez en cuando no es nada malo.

—Supogo que...sí.

Con una enorme sonrisa mientras se inclinaba hacia mi, dijo:

—Con eso me basta.

Y dicho eso, nuestra guerra de besos empezó y...y quizás algo más que besos también.

                         ~•~

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Se despide su sexy autora.

Y...

NarcotraficanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora