Capítulo 11.

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Estoy.

Jodida.

Sí, lo estoy.

Carajo, si pudiera darme con un sartén en la cabeza y morir, lo haría, pero soy muy pendeja y valoro mi vida.

«Pero ellos no.»

—¡Lauren! – Pego un pequeño salto ante el inesperado grito de Mike.

—¿Eh?

—Te estoy hablando, pero parece que estás en otro mundo.– Dice Mike un poco molesto.

—Lo siento Mike, es que me duele un poco la cabeza.– Miento y le doy una sonrisa de labios cerrados.

—Mhm. Claro, te preguntaba si querías ir a tomar un café conmigo.

No respondo y me mira impaciente.

No es que no quiera, sino que no quiero que Jay, mi "guardaespaldas" personal, nos esté siguiendo. Sería incómodo y perturbador, además los hombres que persiguen a Castiel podrían vernos y hacerle algo a Mike, jamás me perdonaría si él llega a ser lastimado por mi imprudencia.

—Hoy no puedo Mike, lo siento, tal vez otro día. – Me excusé.

La decepción llenó su rostro por completo, pero rápido se recompuso regalándome una de sus encantadoras sonrisas, abarcando todo su rostro dejando a simple vista la perfecta hilera de dientes blancos y alineados.

—Oh, bueno, está bien.

Las clases en la universidad ya habían culminado y era hora de irme si quería llegar temprano a la boutique.
Mike me acompañó hasta afuera de la universidad, se ofreció a llevarme pero a como pude le inventé una excusa.
El auto de Jay estaba aparcado al otro lado de la calle, no lo vi y supuse que estaba adentro.

—Bueno, te veo mañana entonces, pequeña. – Se inclinó y besó suavemente mi mejilla.

Mejilla que junto con la otra se volvieron coloradas.

—Claro, nos vemos Mike.

Me sonrió con ternura y se volvió para alejarse, dando una perfecta vista de su ancha espalda.
Realmente me hubiera gustado ir con él a tomar ese café, pero las circunstancias no son las adecuadas ahora, y quien sabe hasta cuando.

Abracé mi cuerpo con mis brazos al sentir la helada brisa, eran casi las tres de la tarde y el cielo estaba oscuro.
Las tardes en Londres eran verdaderamente frías y sin contar cuando llovía.

Respiré hondo antes de avanzar lentamente hasta el otro lado de la calle, donde justo en ese momento Jay salía del auto para abrir mi puerta.

—Gracias.–Murmuré sentándome.

No dijo nada y entró al auto para ponerse en marcha.
Lo notaba extraño, un poco tenso o molesto, no es como si lo conociera pero lo normal era que tratara de sacar un tema de conversación como siempre hacía; claro que yo nunca trataba de hablar y entonces tal vez era por eso que estaba molesto, tal vez sabía que yo no iba a ceder.
Olvidé la extraña actitud del chico junto a mi y miré por la ventana.

Mi vida era un desastre.
¿Cómo es posible que esto haya pasado? Hasta hace poco era una chica con una vida normal dentro de lo que cabe la palabra.
Y ahora, tan sólo por aceptar una estúpida cena, me encuentro en una encrucijada, no sé si estoy en peligro, no sé si voy a morir, no sé que pasará más adelante.

¿Por qué creerían que yo sé algo de Castiel?

Con costo y sé su nombre, de todas las boutique que hay en Londres tenía que aparecer justo en la que trabajo.

NarcotraficanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora