Capítulo 90.

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¡Hola!

Maratón 3/3.

, . Tardé mucho, pero tengo mis razones.
Lo importante es que hay salud.

Veré si hoy o mañana puedo publicar, pues agradezcan que estoy con mi hermana y me está presionando para escribir.

#FinDeSemanaMillonario

¡CINCO MILLONES DE VISITAS!

UJÚ.

Siempre lo diré, gran parte de mi éxito aquí, es gracias a ustedes.

¡Mini mafiosos!

___•___

—¿Sucede algo?– Preguntó Castiel, asomando la cabeza por el umbral de la puerta.

Apreté el celular en mi mano y me convencí de que no sucedía nada –aunque fuera por unos minutos–, apretando los labios, bloqueé la pantalla y deposité el móvil sobre la mesa. Esta era mi vida, nadie tenía derecho a perturbarla en ningún momento ni en ningún minuto; Christoph no iba a ser la excepción. Estos eran mis días, en los cuales me desconectaría de mi vida en la ciudad de Londres y disfrutaría de la paz de un hermoso pueblo, aún más, de la compañía de Castiel –el famoso Diablo de Inglaterra y dueño de la ciudad Londinense–. Lo cual me hacía pensar en mi cargo como jefa de Black Blood, quería participar de todo lo relacionado con la mafia, no por codicia, claramente, sino porque era esencial en mi vida, es decir, en este momento. No sería La Diabla solo por nombre, yo debía tener conocimiento de todo, quería enfrentarme a este mundo, y eso haría. Castiel no podría ocuparse de todo al mismo tiempo, y yo debería ayudarlo, asistir a reuniones y encargarme de los asuntos de Black Blood.

Suspiré, borré el disgusto de mi pecho y mente, no dejaría que nadie me abrumara. Miré al ojiazul y le sonreí ampliamente, con los platos en mis brazos caminé hacia el interior de la cocina para ayudarle a ordenar todo.

—¿Todo bien?– preguntó, de nuevo.

—Sí, perfectamente– respondí, lo vi dudar. Oh, vamos, es Castiel Johnson, ¡Nadie puede mentirle!

«Excepto tú, claro está».

Recordó mi subconsciente.

—Bien, entonces manos a la obra– frotó ambas manos —.Hace frío y quiero descansar un poco.

Lo miré como si de su frente hubiera aparecido un tercer ojo, ¿dormir?, no eran más de las  siete de la noche; a veces me preocupaba la actitud tan anciana del ojiazul. Claro, era algo que realmente me parecía divertido, pues a sus veintitantos años debería ser un hombre muy activo, en todos los sentidos. A las siete de la noche dormía mi abuelo, Dios. Tenía planeada una noche de películas con bocadillos, bebidas, etc. Y ¿él quiere dormir?.

—¿Qué?– cuestionó.

—¿En serio, Castiel? ¿Ahora qué sigue, jugar bingo en la terraza?– soltó el paño color marrón claro –con el cual estaba limpiando la encimera–, y me miró con cierta molestia.

NarcotraficanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora