Capítulo 8

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Secuestro. Esto era un maldito secuestro.

—¡Llévame a mi casa he dicho!

Gruñó y aceleró aún más de lo que ya lo hacía, probablemente, moriría aquí en un choque. Nadie nos seguía y solo por su maldita paranoia, yo no quería estar ni un segundo más a su lado. Tal vez y al final de la noche nuestros cuerpos serían encontrados por la policía...sin vida.

Aunque mi garganta ardía y mi voz se desafinaba por momentos en una melodía desastrosa, no me detuve en mi intento por aturdirlo con mis gritos.

—¡Castiel, llévame a mi casa!

Frenó con brusquedad haciendo que me impulsara hacia adelante, hasta casi chocar de nuevo con el parabrisas del auto, pero antes de que eso sucediera, él interpuso una mano entre el vidrio y mi cuerpo; atajándome justo a tiempo.

Ahogué un grito y me quedé sin respiración por unos segundos.

—¡Deja de hacer eso!– grité encolerizada y con el corazón a punto de explotar.

Su rostro se había distorsionado en una mueca de disgusto o furia, realmente no sabía ni qué sentía. Siempre seguiría diciendo que su expresión era una hoja en blanco.

—Escúchame, Lauren, si te llevo a tu casa probablemente te sigan y te maten; pero, si te llevo a la mía estarás a salvo– dijo, apretando los dientes.

Mordí mi labio para evitar que los miles de insultos que estaba por decirle, salieran.
Negué con la cabeza y lo fulminé con la mirada.

—No, no iré a tu casa, no quiero estar cerca de ti, Castiel, llévame a mi hogar ahora mismo. No pienso respirar tu mismo aire por más tiempo.

—No cuestionaré tu decisión si decides alejarte... 

—Por supuesto que lo haré– interrumpí. Reprimí el impulso de encogerme cuando sus ojos me observaron con molestia.

—Nunca me interrumpas– ordenó. Presentía que mi lengua quedaría destrozada al finalizar la noche por las incontables veces en que la mordía, todo para evitar decirle sus cuatro cosas —. Como decía, no cuestionaré eso, sin embargo, hoy vendrás conmigo y punto.

Odia admitirlo pero, probablemente, tuviese algo de razón y fuese quién fuese tendría hasta más poder que aquel difunto hombre. Además, por nada del mundo pondría en peligro a Jessica.

Dejé salir un suspiro de derrota y apreté los dientes.

—Está bien.

(...)

"Te llevaré a mi casa".

¿Cómo puedes llamar casa a una mansión? ¿Era acaso un político? Porque de ser así, para vivir en tanta opulencia, debía ser el más corrupto de todos.

«Quizá por eso aquellos hombres lo buscaban»

Sí, debía ser eso.

La tensión en el auto mientras nos dirigíamos aquí, era casi palpable. Yo no quería hablar y cuando sentía sus ojos sobre mí, el único pensamiento tentador se basaba en abrir la puerta y saltar a la carretera. Trataba de tranquilizarme, me sentía aterrada y estaba hecha un manojo de nervios.

Habían miles de cosas en las que Castiel podría estar implicado, desde un problema con terroristas, gánsters y narcotraficantes.
Pero no me decidía por una en concreto, podía ser alguna de esas o algo mucho peor. Pero no quería saberlo, sólo rogaba para que amaneciera pronto y pudiera largarme para jamás volver

Jamás pensé que una simple cena se iba a convertir en el lugar favorito de miles de asesinos.

Dejando a un lado mis pensamientos, me dispuse a admirar el exterior de la mansión.
La entrada estaba custodiada por cuatro hombres quienes cuidaban que nadie entrara por los grandes portones que habían, el camino hacia la puerta estaba decorado con arbustos a los lados y con finas piedrillas que nos guiaban, el jardín era hermoso y extenso, hasta pude divisar una fuente de agua.
La mansión era gigante y muy moderna. Me encantaba.

Seguimos caminando hasta adentrarnos al interior, el aspecto desde afuera era totalmente diferente al que había por dentro.
Sofás acomodados perfectamente, una mesa de centro de cristal, varios cuadros, en fin, todo era genial.

En silencio sin pronunciar una sola palabra, subimos las escaleras hasta un segundo piso en donde un gran pasillo nos recibía y a los lados muchas puertas.

Entramos en una de ellas, era una habitación muy amplia que no estaba tan equipada, así que supuse que era para visitas.

—Aquí dormirás, si necesitas algo estaré en la planta de abajo, que descanses Lauren.

Pasó por mi lado y bajó las escaleras sin detenerse a verme.

Castiel.

Habían pasado más de dos horas desde aquel ataque en el restaurante, y estaba más que seguro de que se trataba de Christian.
Estaba al tanto de que el malnacido ese había vuelto a Londres, pero jamás imaginé que fuera a atacarme así y menos en un lugar público.
Estaba a punto de proponerle a Lauren que fuera mi amante cuando de repente un gran estruendo me interrumpió.
No contaba con que ella supiera a que me dedicaba y aunque no se lo haya dicho, sé que tiene sus sospechas.

Ahora más que nunca me preocupa ella, los hombres de Christian la han visto conmigo y jamás permitiría que le hicieran algo. No porque sienta algo, lo cual no es el caso sino que ella no tiene nada que ver en esto, apenas es una niña que está empezando a vivir.

Entré a mi despacho y azoté la puerta detrás de mi, en uno de mis sillones se encontraba Jay, mi mano derecha.

—¿Tienes noticias?– Había pedido que investigaran si Christian tenía algo que ver en esto.

-Aún no, pero estamos en eso.

—Mierda.– Mascullé.—Estoy seguro de que él fue.

—Yo también, pero sabes que no podemos hacer nada sin saber donde se encuentra.

Bufé.

—Lo sé, lo sé.

Jay suspiró y se levantó para salir por la puerta.

—Iré al restaurante a supervisar la investigación, te aviso si encuentro algo.– No dijo nada más y salió.

Me senté en uno de los sillones y me serví un vaso de vodka, me relajé al sentir el líquido quemando mi garganta.

—Te mataré Christian, juro que te arrepentirás.

~•~

Perdón si el capítulo es corto o muy aburrido y poco interesante, pero así es como va el orden de ésta historia.

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Se despide su sexy autora

Y.

NarcotraficanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora