Capítulo 103

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Dedicado a:

Canción: Close your eyes - Kelly Clarkson.

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Me preguntaba cuánto odio podría albergar una persona en su alma, o siquiera si sabía realmente el significado de odiar. Imaginaba que comenzaba con un quisquilloso burbujeo en el pecho, cual olla a punto de derramar el agua hirviendo, y cuando sucedía, apretaba la garganta. Seguramente, cada respiro llenaba como un gas venenoso, pudriendo cada pensamiento encontrado a su estrepitoso paso y, entonces, en todo lo que podría pensar alguien es que la rabia desaparecía con el pasar de las horas, hasta que se daba cuenta de que aquella molestia en las entrañas perduraría hasta encontrar un desahogue. Así que arrasaba con todo lo que pudiese señalar y considerar como un alivio, no obstante, tal vez sentiría que era efectivo, pero cuanto más se satisfacía revolcándose en su propio lodo, más a gusto se encontraba. Y como nada era permanente, decidían que odiaban. Porque el dolor era latente todavía, y necesitaban dañar a quien con tanto ahínco los había dañado. Llevándose entre las piernas a quien tengan por delante, lo merezcan o no. Pero satisfacía.

Yo suponía...

Por lo tanto, no estaba segura acerca de mi concepto del odio, pero en esos momentos sentía que podría odiar para toda una eternidad. Estaba perpleja, negada a creer lo que era evidente. Escuché levemente la voz de Castiel, pero, estaba sumida en mis pensamientos. Repasaba una y otra vez todos los momentos en que había intercambiado palabras con ella, cuando recurrí a sus brazos en busca de consuelo. Apoyo maternal.

Para mí no había algún motivo que la incentivara a hacer lo que estaba haciendo. Nunca estuvimos cerca de saberlo y, definitivamente, sin la ayuda de Jessica jamás hubiésemos dado con la ejecutora.

—Fue demasiado sigilosa como para notarlo— apuntó Castiel.

Limpié mis ojos con ambas manos, tragándome de momento la rabia y la decepción que punzaban con tanto ahínco. La guardaría para cuando la tuviese de frente, porque ese día llegaría, y sería pronto, estaba segura.

—El estado en que la conociste jamás dio razones para dudar, todo el teatro que montó fue absolutamente creíble. No había manera de que sospecharas algo, Lauren, puesto que Castiel tampoco lo hizo.

Asentí, observando como juntaba sus manos bajo el mentón. Los tres estábamos consternados. Castiel y él se sumieron en una profunda conversación de la que no puse atención en absoluto. Había un recuerdo borroso que pujaba por esclarecerse y estaba tratando de saber qué era, porque eso lo había visto recientemente.

Callen se levantó de su asiento y tomó la laptop que estaba en la mesa.

—Convocaré en una reunión a los demás, hasta que no sepamos qué hay en ese lugar, no tenemos un punto claro del cual partir.

Cerré mis ojos en medio de un pesado suspiro, cuando los abrí, Castiel estaba atento a mi reacción. Expectante... Cauteloso.

—No incluyas a mi padre en esa reunión— la mano del prometido de Virginia quedó suspendida a mitad de camino para tomar la manija de la puerta. De inmediato al escucharme, Castiel se mostró confundido. Yo no había hablado en todo ese tiempo, así que debió sorprenderle también mi intervención, y lo que dije —. No es una petición, es una orden.

—¿Sabes algo más de lo que debamos enterarnos?— cuestionó Callen.

—Sí, creo que sí— murmuré —. No quiero dar nada por hecho, pero, hay algo que deben ver. Hasta que no se pruebe lo contrario, él debe estar por fuera. No quiero más fallas en el plan, junto a esa mujer hay muchos más ayudándola.

NarcotraficanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora