Narcotraficante

By YilianRguez

19.9M 1.3M 208K

SEGUNDO LUGAR EN LOS REVER AWARDS 2017 ¿Quién iba a decir que una simple cena cambiaría la vida de Lauren Dal... More

Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8
Capítulo 9.
Capítulo 10
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Capítulo 37.
Capítulo 38.
¿Preguntas?
Preguntas + Respuestas.
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 42.
Capítulo 43.
Capítulo 44.
Capítulo 45.
Capítulo 46.
Capítulo 47. (Castiel)
Capítulo 48. (Castiel)
Capítulo 49.
Capítulo 50.
Capítulo 51.
Capítulo 52.
Capítulo 53.
Capítulo 54.
Capítulo 55.
Capítulo 56.
Capítulo 57.
¡Grupo oficial!
Capítulo 58.
Capítulo 59.
Capítulo 60.
Capítulo 61.
Capítulo 62.
Capítulo 63.
Capítulo 64.
Capítulo 65.
Capítulo 66.
Capítulo 67.
Capítulo 68.
Capítulo 69.
Capítulo 70.
Capítulo 71.
¡Un millón!
Capítulo 72.
Capítulo 73.
Capítulo 74.
Capítulo 75.
Capítulo 76.
Capítulo 77.
Capítulo 78.
Capítulo 79.
Capítulo 80.
Capítulo 81
Capítulo 82.
Capítulo 83.
Capítulo 84.
Capítulo 85.
Capítulo 86.
Capítulo 87.
Capítulo 88.
Capítulo 89.
Capítulo 90.
Capítulo 91.
Capítulo 92.
Capítulo 93.
Capítulo 94
¡NOTICIÓN!
Capítulo 95
Capítulo 96
Ayuda
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 100
Especial #1
Capítulo 101
Lo siento
Capítulo 101 (segunda parte)
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104

Capítulo 99

97K 5.3K 1.4K
By YilianRguez

#CercaDeLos100

¡Hola, Little mobsters! ❤️

¿Qué tal las clases? ¿Cansado? ¡Porque yo a penas y tengo tiempo de respirar! 😂😂

Quiero mandar un saludo especial a l@s lectores (as) fantasma, no importa si no votan o comentan, incluso, si opinan internamente; me doy por satisfecha sabiendo que leen. Un beso enorme. 😘😘

¡El meme en multimedia fue hecho por Nayru! No sé si se llama así. 😂
Pero es como sale en face.

Me ha matado de risa y sé que a muchas otras también. Miles de gracias, bella. Te dedico este capítulo, no sé cuál es tu User pero por privado puedes mandármelo.

Y...se me olvidó lo que iba a decir.

Aunque no tiene sentido porque no estoy hablando sino escribiendo; pero como a mí todo me vale. 😊

Bueno, he aquí el capítulo 99.

Este cap se me borró completamente, así que no recuerdo que decía en la nota original y si contenía algo importante.

¿Adivinen quién acaba de recordar? 😂🤷

Ha pasado mucho desde la última actualización, y sé que dos veces di fecha para publicar este capítulo, sin embargo, se me han presentado varios inconvenientes.

Entre ellos figura la desaparición de una de mis mejores amigas, algunos comprenderán la angustia que una sufre en la incertidumbre de si está o no con vida.
No tenía cabeza para escribir y, con dificultad, a penas y pude encargarme de los deberes de mi colegio.

Ninguno tiene derecho a contradecirme y quien lo haga pues, sinceramente, me vale.
Si tardo dos o tres semanas en aparecer es porque tengo mis motivos, nadie tiene derecho a insultarme o a mi libro.

¿Te parece una porquería? ¿No te agrado? ¡Aplausos! No te pregunté ni vivo de eso y tampoco me importa. Es cansado tener que lidiar con esos "Yo hago tal cosa y aún así me queda tiempo", "siempre hay espacio para escribir". ¿A ti te sobró tiempo? Felicidades, a mí no.

A partir de ahora, no daré explicaciones de por qué no actualizo. Me he cansado de ser una persona respetuosa y que algunas no lo sean ni mucho menos comprensivas, pocas lo son. Me reservaré mis motivos le guste a quien le guste y si no, que pena, pueden ir eliminando la historia. A nadie le respondo con groserías como para que me lo hagan a mí.

Haga lo que haga nunca se les va a quedar bien. Ahora comprendo a quienes se hartan y borran la historia.

Y aclaro, no generalizo.

Una vez dije y vuelvo a hacerlo: escribir me encanta, me llena; pero MIS ESTUDIOS SIEMPRE SERÁN LO PRIMERO.

Quiero agradecerles a todos por su gran apoyo, significa demasiado para mí y realmente me hace feliz saber que he tocado el corazón de muchos. Gracias por sus mensajes en Facebook, Instagram y aquí en Wattpad; sé que a algunos no les he respondido y que tardo mucho en hacerlo, sin embargo, quiero que sepan que los leo y estallan miles de emociones en mí.
Gracias por darle una oportunidad a esta historia y, en especial, a mí.

La sección "Preguntas + respuestas" se cierra, pues nadie quiso participar.

Disfruten.

___°___

Lauren.

El día estaba más frío de lo normal, el cielo se había oscurecido completamente y el viento helado calaba en mis huesos. Caían pequeñas y sigilosas gotas de agua, de las que nunca notarías su presencia de no ser por el cristal empañado de la ventana. Aquello no pasaba a más; sin embargo, era la clara advertencia de una inminente tormenta, no auguraba nada bueno. Los árboles se mecían con violencia, sosteniéndose a la tierra en un intento casi inútil por conservarse incólumes; pero era yo testigo de su lenta muerte. Veía sus hojas ser arrancadas sin piedad, espectadora del golpe doloroso de una silenciosa súplica, pues sus ramas azotaban la ventana como si no fuesen a quebrarse.

Me levanté una hora antes de la programada en el despertador, culpa de los nervios que se apoderaron de mí impidiéndome obtener descanso en un merecido letargo. Tenía las entrañas revueltas, estaba casi segura de que entraría en pánico antes de lo esperado. Mi mente se mantuvo ocupada toda la noche, imaginando distintos escenarios de lo que estaba por hacer.

Habían pasado dos semanas de aquel fatídico encuentro con Castiel del que no había salido victoriosa, me había propuesto mantenerme de pie y con unas palabras me hizo correr como damisela en apuros.

Jamás me hubiese imaginado huyendo de él, teniendo que esconderme de sus ojos y pidiendo protección a otros brazos que no fuesen los suyos.

Era un ángel que cayó dos veces.

Trataba de no pensar mucho en eso, no quería sentirme destrozada cuando era consciente de que traté de arreglar las cosas. Cuando mi mente lo evocaba desobedientemente, alejaba su recuerdo y bloqueaba su mirada; pero me perseguían aún cuando creía estar a salvo. Entonces solo tomaba una manta y me sentaba en el balcón con una taza de café y un libro. «El teorema de Katherine».

Mantenía mi mente ocupada en otras cosas como los entrenamientos que, lejos de parecer simples ejercicios, se habían vuelto agresivos. Ya no había tiempo para medir mi condición física ni mucho menos para quejas infantiles que no ayudaban, sino que ahora iba en serio. Subí al ring más veces de las que me había negado –y eran muchas–, curé mis heridas cuando trapeaban el suelo conmigo y celebré cuando salí victoriosa. Mike, aunque no me lo dijese directamente, se sentía orgulloso; después de todo, mis conocimientos recién adquiridos se los debía a él.

Lo notaba en sus ojos cuando aumentaba la dificultad en sus rutinas y las superaba, en su enorme sonrisa cuando en el ring me coronaban como ganadora.

Mi humor no era el mejor y para cerrar con broche de oro, tenía jaqueca. Sentía que mi cabeza iba a explotar, quería romper algo, aunque fuese un vaso; y le acreditaba todo eso al estrés semanal, las preocupaciones y la locura que estaba a punto de cometer.

Cuando fuera de la casa comenzaron a tocar insistentemente la bocina de un auto, sentí que mi paciencia estaba llegando a su límite, cualquier cosa por muy insignificante que fuese, estaba logrando irritarme; y ni siquiera, en esos momentos, me toleraba a mí misma.
Salí de casa colocándome un suéter, fueron efímeros segundos en los que las gotas de lluvia hicieron contacto con mi piel, clavándose como pequeñas y numerosas espinas; helando la poca calidez que estaba conservando, sin embargo, me pregunté: ¿Por qué se sentía tan bien?

¿Era, acaso, el fuego masoquista? Tal vez, había sentido tanto que era imposible reaccionar ahora.

El auto de Mike estaba estacionado frente a la casa, aguardando por mí. Sentí su mirada a través de la ventana y aún cuando estuve adentro, estaba tratando de controlar mi mal genio porque de nadie era la culpa de que estuviera así, sino mía y de mis cargas emocionales; no quería que él pagara injustamente.

—¿Dormiste?– preguntó poniendo el auto en marcha.

—Mike, ahora no quiero discutir.

—No dormiste, ¿verdad?– no respondí —. No vamos a entregar dulces, Lauren, entregaremos droga. ¿Sabes lo que eso implica? Nos enfrentaremos a muchos riesgos y si tenemos que pelear te necesito lúcida, ¿te has visto? ¿Al menos me estás escuchando? ¡Maldición!

Lo cierto es que a mitad de su sermón había dejado de prestar atención, no por insolencia sino porque automáticamente mi mente se desconectó de toda presión. Mas, realmente, estaba consciente de los peligros que traía aquella misión.

—Estaré bien, en serio.

—No se trata de estar bien, Lauren. Quiero que salgas ilesa hoy y siempre, ¿no entiendes que me siento responsable por ti? Aunque te sea difícil, hazlo.

—No soy tu responsabilidad, Mike. No te sientas culpable si algo sucede, esto lo escogí yo– murmuré, mirando fuera de la ventana.

Lo escuché reír muy bajo, a penas perceptible. Una risa carente de humor.

—¿Debo decirlo entonces? ¿Para que entiendas debo hacerlo?– preguntó, no supe qué quería decir.

—¿Qué cosa?

—Te quiero, Lauren, y perderte me mataría lentamente...

Lo observé, lo hice detenida y cuidadosamente, tratando de obligar a sus ojos, obligarlos a decirme qué sentía él; pero muy pronto los dirigió a la carretera. No pude y no me atreví a decir nada, ¿por qué no si quería decirle mucho?

—¿En serio no lo entiendes? Me preocupas, me importas mucho. Quiero que estés bien, desearía poder tomar tu lugar porque no mereces esto, no mereces sufrir. Mereces felicidad y quiero asegurarme de que la obtengas– mi pecho se oprimió —. Eres parte de mi vida, quiero protegerte, debo hacerlo; así que no me pidas que actúe indiferente. Pero prométeme que estarás bien, promételo.

Quise llorar y no parar, porque a pesar de haber obrado mal en muchas ocasiones, él siempre estaba allí para mí. No quería que viviese agobiado en la inevitable incertidumbre que nos abrazaba a ambos, no quería ser la angustia de sus días ni mucho menos el peso en su consciencia. Quería llorar porque me llevaba en su corazón, por ser más que un ilustre amigo, compañero de mi soledad y dolor. Porque me ayudaba a ser fuerte aún cuando él no lo era.

Y, sin embargo, habiéndome sentido querida y acogida en un ambiente familiar; no dije nada. No me fue posible.

El camino se me había hecho extremadamente corto, no sabía si mi atención había sido poca –sumiéndome en un bucle de pensamientos– o, realmente, no quedaba tan largo de la ciudad. Habíamos llegado a un pequeño lago ubicado en una zona rural, sin comunicación ni cobertura, lejos de cualquier amenaza en busca de peces gordos; allí, escondido entre la maleza, enormes y frondosos árboles, estaba uno de los almacenes de los Murray en donde salían numerosas cargas de droga.

Todos los días a toda hora.

Solo pocas personas tenían acceso a este lugar y, quién osara pisarlo sin autorización de los más grandes, no le alcanzarían los minutos para contar su muerte. Cuando Mike apagó el motor, las gotas dejaron su careta inofensiva y con agresividad golpearon el parabrisas del auto.

—Perfecto...– susurré.

Caminamos juntos bajo la lluvia, recorriendo unos pocos metros para poder ingresar al almacén; él empapado por completo y yo cubierta tan solo con mi viejo suéter y, aunque no me protegiese del todo, lograba salvar algunas partes de mi cuerpo.

Adentro habían muchos hombres, rostros serios y un característico tatuaje en sus muñecas. Algunos custodiaban la entrada, otros dirigían la salida de camiones y unos cuantos revisaban la mercancía.

—Ve al segundo piso, hay una habitación allí. Está equipada con todo lo necesario para esta noche– dijo Mike, sosteniéndome de los hombros y mirando a su alrededor con indiferencia.

Él, por supuesto, estaba como en su casa. Ya se había acostumbrado a este ambiente, pero yo me sentía como en el primer día de clases, como si mis pies no estuviesen tocando tierra firme. No sabía cómo manejarme aquí.

Este no era mi mundo, yo debería estar diseñando.

Pronto, cuando todo esto acabe...

Lo único agradable en el almacén era esa pequeña habitación pintada de color lila, adornada con escasos y hermosos cuadros repartidos en diferentes lugares; me pareció agradable a diferencia del ambiente hostil que se respiraba allá abajo. Tomé mi teléfono cuando este vibró, era un mensaje; de inmediato los recuerdos se apoderaron de mí, llevándome a aquellos días en los que The Hell descontrolaba mis nervios con sus mensajes. Y aunque hacía mucho que ya no lo hacían, estaba alerta. Pero, afortunadamente, se trataba de Andy.

"Han pasado unas cuantas semanas y no he sabido de ti, ¿te parece un chocolate caliente en Sweet Lips?"

Saber de él, en ese momento, mejoró mi estado de ánimo. Curvé mis labios en una sonrisa genuina y rápido le contesté con una afirmación, quería saber cómo llevaba su vida y qué era de él ahora que Emi no estaba con nosotros. Si para mí era difícil superar su muerte y mitigar el dolor de su ausencia, no quería imaginar con lo que él lidiaba.

Me encontré pululando por la estancia algunos minutos, reflexionando, pensando o simplemente observando cualquier cosa hasta finalmente comenzar a prepararme. La noche estaba por caer y con ella, una nueva aventura.

Sobre la cama yacía un conjunto negro que consistía en pantalones, blusa de tirantes, chaqueta y botas militares. Me vestí con ello y amarré mi cabello en una cola alta.

«Solo un poco más y pronto estarás frente al Consejo», me dije.

Cuando me reuní con Mike había un grupo de al menos doce hombres armados, los miré ¿Quiénes eran?

—Se encargarán de cuidar nuestra espalda y despejar el camino de cualquier obstáculo– dijo, como si hubiese leído mis pensamientos.

—Genial– murmuré con pesadez —¿A qué hora partiremos?

Por supuesto que no se debía a emoción, sino a mis enormes ganas por terminar.

—Falta poco, nos estamos asegurando que los camiones lleven las cantidades exactas– dijo.

Sus ojos se quedaron fijos en los míos por unos segundos y de no ser porque él los apartó, hubiese estado dispuesta a ganar esa batalla. Estaba diferente desde la discusión en el auto y me era imposible comprenderlo, yo había elegido este método. Era la única que podía acabar con The Hell sin ser castigada, no iba a dejar que Castiel pagara las consecuencias de eliminar a un linaje y mi padre había perdido ese derecho desde que dejó la mafia.

Nada lo unía al narcotráfico.

Cuando quise disculparme por ser tan cabezota, pasó junto a mí y entró a una habitación junto a las escaleras. Me parecía una situación muy infantil, agradecía su preocupación; pero no le concernía, no estaba en sus manos sino en las mías. No duró mucho en regresar, trayendo consigo un arma y dos cuchillas enfundadas. Respiré hondo cuando me las entregó.

—Por si acaso.

Asentí y guardé el arma en la cinturilla de mi pantalón, por último, escondí las cuchillas en las botas. Estaba preparada para la acción.

Cuatro camiones y dos autos cuidándonos hasta llegar a nuestro destino.

La típica imagen de negocios turbios.

La carretera estaba desierta, a excepción de nosotros, estábamos en una zona poco poblada. Ni siquiera había tendido eléctrico.
El reloj marcaba las once de la noche y aún no llegábamos.

—¿Para quién es el pedido?– pregunté después de dos horas en silencio. Mike manejaba.

—Unos amigos de mi padre.

—¿Su bando es muy conocido?

—Llevan unos cuantos años en el negocio, sin embargo, son uno de los eslabones más insignificantes de la mafia europea.

—¿Y son de fiar?, digo, el bando de tu padre les provee droga.

Frunció el ceño y lamió sus labios, sus manos apretaron con fuerza el volante; esperé espectante una respuesta y, cuando finalmente pensé que no la habría, habló.

—Sí, son de fiar.

—Ah...– carraspeé —¿Los investigaron?

Suspiró deliberadamente lento y casi pensé que iba a gritarme, pues sus ojos me miraron con enojo y su mandíbula se apretó.

—¿A qué se debe este molesto interrogatorio?– cuestionó.

—Yo...– me callé sin saber, realmente, qué decir —. Solo trato de aligerar las cosas.

Sonrió sin una pizca de emoción, ¿había sido para tanto su disgusto? Él sabía cuán determinada me encontraba, no podía esperar que al decirme todo aquello que lo atormentaba, yo fuese a desistir de mis decisiones pensadas anticipadamente y cuyas consecuencias, posiblemente, no fuesen tan severas; pues sería yo la próxima heredera y destruiría a mi propio linaje. No iba a arrepentirme, no.

—No lo hagas– sentenció —, no quiero ser partícipe. Si te diriges a mí una vez más, solo obtendrás silencio.

Mis labios firmaron una "O" y comencé a balbucear cosas sin sentido. No podía creer lo que había escuchado y me sentí indignada.

—Esto es...¡Inaudito!– conseguí exclamar —¿Cómo puedes comportarte así?, estás siendo totalmente infantil, ¿sabes? Me dices que me apoyas, mas no es así.  ¿Por qué cuando finalmente tomo una decisión, lo ves mal? ¿Acaso no querías que hiciera las cosas bien? Es mi oportunidad de redimirme por haber errado tanto ¿No puedes solo apoyarme y ya?

Y como él había dicho, no respondió.

Sentí un nudo en la garganta que me resultaba doloroso y difícil de tragar, a la misma vez, mis ojos fueron humedeciéndose poco a poco hasta ver borroso. Sorbí mi nariz y recostándome a la ventana, me limité a llorar en silencio. Sentía rabia por no poder quedar bien con los demás, por mis lágrimas internas y un dolor maquillado de estabilidad, merecía derrumbarme cuántas veces quisiera; el secreto estaba en levantarme en cada caída. No entendía cómo podían exigirme acción, si cuando actuaba, lo único que recibía era disconformidad.

—No es justo– susurré.

Lo que vi cuando llegamos no era lo que imaginaba, ahora me daba cuenta que en las películas pintaban todo suave, esperaba una casucha abandonada, unos cuantos hombres con armas y un maletín de dinero; pero no aquello. Frente a mí se alzaba un enorme edificio que en sus años de vida útil pudo haber estado mejor, sin embargo, tampoco había mucho para criticar; sus alrededores estaban protegidos por enormes mallas electrificadas, contaba con pequeñas pistas de aterrizaje, enormes faros de potente luz y una infinidad de hombres con uniformes de combate y enormes armas dignas de un militar.

—No te separes de mí, ¿de acuerdo?– me dijo.

Decidí aplicarle la misma indiferencia e injusta frialdad con la que me había acogido esa noche, por lo tanto, cuadré mis hombros y sin responderle seguí a los demás. Toqué el arma escondida por la chaqueta cuando divisé a unos cuantos sujetos dirigirse hacia nosotros.

—Bienvenidos sean– aquel hombre me habría caído bien si sus palabras no estuviesen cargadas de burla —. Tú debes ser el pequeño Murray, ¿no?

«¿Pequeño?», pensé, «parece solo unos años menor».

Junto a él iban tres más, nos observaban meticulosamente, a la espera de un movimiento peligroso para desenfundar sus armas y armar un cataclismo sin retroceso. Mike caminó hasta posicionarse a la cabeza de nuestra pequeña «pandilla», dando la cara como futuro jefe del bando de su padre.

—Te asombrarían las no tan pequeñas cosas que puedo hacer– espetó —. Limítate a recibir la mercancía y entregar el dinero, eso fue lo acordado, no vengo a charlar.

La sonrisa del hombre se borró casi de inmediato y nos indicó que lo siguiéramos, alegando que antes de pagar se aseguraría de que hubiésemos traído lo prometido. Muy sensato de su parte, admito.

—No hagas tratos con la mafia si no estás cien por ciento seguro, insinuar que hemos traído menos de lo acordado es una ofensa que no te conviene dirigirnos– amenazó el rubio.

—Yo no...

—Tú sí– espetó —. Tu falta de confianza me confirma la clara ineficacia que aseguras, tenemos.

Creía que la acción de aquel desconocido no podía considerarse una ofensa, sin embargo, Mike se estaba llevando por delante a todo aquel con quien podía desquitarse. Cuando el chico adoptó una postura amenazante y el enojo comenzó a ser visible en sus ojos, supe que aquello no auguraba nada bueno; a punto estuve de parar la disputa cuando alguien más se interpuso.

—Me parece que te equivocas, Murray.

Y aunque sus palabras iban dirigidas a mi amigo, sus ojos estaban clavados en mi rostro como si solo yo estuviese ahí, mi boca se abrió de asombro y mi corazón saltó. ¿Qué hacía Cesar allí?

—Anderson, yo me encargo, ve a revisar las demás cargas– ordenó el moreno —. Lamento el malentendido, son novatos y meter la pata se vuelve costumbre en ellos.

No podía dejar de mirarlo, no me importó la crudeza con que lo hacía, su presencia allí me había desconcertado.

—¿Qué haces aquí? ¿Trabajas para ellos?– preguntó Mike.

—Soy el próximo heredero.

Oh...

Volvió a fijarse en mí y respiré hondo, sus ojos negros tendían a crear una reacción en mí que desconocía por completo. Le sostuve la mirada por unos segundos, sin embargo, era la suya demasiado fuerte e intimidante como para resistir tanto; pasó junto a mí, golpeando mi hombro.

—Vaya sorpresa, no tenía ni idea– comentó Mike, siguiéndolo.

—Entonces sabrás que no andamos por ahí ofendiendo a los demás– habló con voz dura —. Puedo que no llevemos en esto tantos años como tu padre, pero sabemos manejarlo a la perfección, en cambio tu calumnia es completamente ofensiva.

Y es así como le cierras la boca a Mike Murray. Quise reír por la expresión de mi amigo, pero me repetí que aquella no era la ocasión adecuada para hacerlo. Intercambiaron unas cuantas palabras más sobre el negocio hasta que Mike, con la misma actitud de hacía una hora, me habló.

—Iré a cerrar el trato, quédate con Cesar y ayúdale en lo que necesite.

Cuando Mike se alejó, me di cuenta de que estábamos completamente solos, pude haberme sentido intimidada o escandalizarme; pero al contrario de eso, sentí incomodidad. Pude apreciar su ancha espalda y sus músculos marcándose con cada movimiento que sus brazos realizaban, llevaba una camisa azul pegada al cuerpo.

Parecía como si para él nadie más existiese en el lugar, pues ni una sola vez me había hablado o siquiera mirado, no es como si me insultase con eso; pero me parecía de muy mal gusto y una total falta de respeto.
Cruzándome de brazos me recosté a un pequeño mueble pegado a la pared, pensé que venir me ayudaría a esclarecer algunas dudas e incluso a que me reconocieran como una futura figura del narcotráfico; pero ¿Qué había ganado? Una hermosa invitación –nótese el sarcasmo– para acompañar a un hombre que parecía ignorar deliberadamente mi presencia.

Linda experiencia...

Me había quedado tan absorta en mis pensamientos soltando imprecaciones que, olvidé dónde me encontraba y con quién. Para cuando finalmente puse mis pies en la tierra, me di cuenta demasiado tarde de aquel cuerpo frente a mí y su respiración chocando insistentemente contra mi cabeza. Oh, Dios, ¿cuándo se acercó tan rápido? Mi cuerpo se congeló y de pronto se me olvidó cómo respirar, tenía su pecho a la altura de mis ojos y su constante movimiento me hizo entrar en trance. Carraspeó y esa fue la señal para levantar mi cabeza.

«Oh, no, mal movimiento», se burló mi subconsciente.

Sus labios habían quedado tan cerca de los míos que casi pude sentir su toque. Electrizante.

Se veían...suaves.

Se aproximó muy lento, mirando directamente mis ojos. Recordé aquella vez cuando intentó curar mis heridas después de nuestro enfrentamiento, recordé su rostro muy cerca del mío y el color negro de sus orbes. Cerré mis ojos cuando sentí su nariz rozar la mía, sentía que no iba a poder pararlo, no habiéndose congelado mi cuerpo y estallado mis sentidos. Los segundos se hicieron eternos y no hubo contacto entre nosotros.

No podía ser, pensé que él iba a...

Apreté mis manos en el borde del mueble y lentamente abrí los ojos. Ahí estaba él, con el ceño fruncido y sus brazos cruzados sobre el pecho.

—¿Estás sorda?– espetó.

—¿Eh?– fue todo lo que pude articular.

—¿Que si estás sorda? Te pedí que te movieras y todo lo que hiciste fue cerrar los ojos, ¿eres tonta o qué?

—¿Eh?– exhaló con molestia y rápido me corregí —. No respondas, ya entendí, lo siento.

Literalmente, de un salto me aparté y desde lejos lo observé buscar en los cajones. Jamás en mi vida me había sentido tan avergonzada, tenía las orejas y las mejillas calientes.

—¿Qué buscas?– pregunté.

—Una navaja.

Una bombilla imaginaria se alumbró por encima de mi cabeza e inmediatamente recordé las dos navajas que Mike me había otorgado esa noche. Saqué una de mi bota y sin desenfundarla se la extendí, sus movimientos cesaron y su mirada se clavó en mi mano. ¿Por qué siempre se quedaba tan absorto respecto a mis movimientos? La tomó con rapidez y sin agradecerme se dirigió de nuevo hacia la mercancía.

Carraspeé posicionándome a su lado, recostada al camión y observando sus facciones. Entonces me pregunté por qué estaba aquí y qué lo había llevado a escoger este camino. Cesar era atractivo, no podía negarlo, aunque teniendo esa expresión suponía que no todas las mujeres tenían el valor de acercarse siquiera un centímetro. Sus ojos no eran azules pero siendo un color tan común, en él se veían enigmáticos, pude observar también una cicatriz junto a su ojo derecho.

—¿Qué te sucedió?– la pregunta salió de mis labios como un pensamiento dicho en voz alta, difícil de detener.

Mordí mi labio cuando dejó lo que estaba haciendo para enfocarse en mí, pude notar de inmediato su confusión y antes de que me cuestionara al respecto, me expliqué.

—Tu cicatriz– murmuré.

—Si quisiera hablarte sobre eso, ya lo habría hecho– espetó.

—Buen punto– alzó una ceja y sonreí —. Pero de ser así, ni siquiera me hubieses respondido, pudiste callar y no hablar.

Suspiró y presentí que estaba a punto de perder la paciencia. Puso la navaja frente a mis ojos y humedeció sus labios.

—Con un cuchillo, me la hice con un cuchillo– respondió finalmente.

—¿Ves? No fue tan difícil.

Quise preguntarle cómo y quién fue el causante, pero opté por guardar silencio.

—¿Por qué estás aquí?– preguntó.

No sabía qué responder.

—Uhm, solo acompaño a Mike.

—¿Eres su amante?

Negué inmediatamente —. ¡No! Jamás lo vería de esa manera, es mi mejor amigo.

—¿Estás segura de que solo lo acompañas?– fruncí el ceño —¿O quieres acostumbrarte al ambientes del cual formarás parte muy pronto?

Callé y no me permití responder, tenía muy claro que no a todos podía decirles mis razones. No lo conocía, y lo poco que sabía de él se resumía a dos cosas: entrenaba en el gimnasio para iniciados y se cortó en el ojo con un cuchillo. Probablemente, estuviese vinculado con The Hell y hacía esas preguntas para informarle.

Sonrió y comenzó a revisar unas bolsas repletas de pastillas de diferentes colores.

—¿Qué son?– pregunté, quedando junto a él. Mi cabeza estaba a la altura de su hombro.

—Éxtasis.

—¿Qué te han traído?

Con su dedo señalaba cada paquete —. Cannabis, cocaína, esteroides, pasta base, escopolamina y heroína.

—He escuchado de ellas, pero jamás las había visto– admití —¿Después de la entrega, qué procede?

—Haces muchas preguntas, Lauren– respondió adusto.

—¿Es tan difícil para ti responder eso?, no te estoy preguntando si eres virgen.

—¿Lo eres tú?

Y con eso me calló.

—Imbécil.

Lo escuché reír, fue un sonido grave y bajo. Fue tan efímero que me cuestioné si no había sido mi imaginación.

—Contactamos a nuestros clientes y les ofrecemos, además de distribuir en las calles– dijo.

Observé los paquetes con droga y reconocí unas pastillas.

—Cesar.

—¿Qué?

—¿Distribuyen pastillas para el dolor de cabeza?– mi pregunta lo desconcertó tanto que la navaja hizo un corte profundo en la palma de su mano. Mordí mi labio cuando me miró incrédulo.

—Somos narcotraficantes, no dueños de una farmacia. ¿Por qué preguntas?

—¿Qué son esas?– señalé unas pastillas de color azul y blanco.

—Metanfetaminas.

«Demonios», pensé.

Mi cabeza iba a explotar.

—¿Qué sucede?– preguntó.

—Cuando era pequeña, encontré en el bolso de mi madre unas pastillas como esas. Ella dijo que eran para aliviar el dolor de cabeza– murmuré, sin despegar mis ojos de los suyos.

En sus labios apareció una sonrisa burlona  y en sus orbes negros, percibí un brillo malicioso. No pude evitar pensar que aquel gesto le quedaba demasiado bien.

—Tu madre sí sabía divertirse– rió.












Continue Reading

You'll Also Like

484K 82.6K 69
Kylian Craig tiene claras dos cosas: enamorarse debilita y todo se puede negociar, así que cuando se da cuenta de que una de sus más grandes inversio...
109K 6.3K 89
Un nuevo novato o novata? Una chica llega al área Como deberia convivir con hombres
33K 1.2K 34
Dogday el lider de los Smiling critters va a empezar a desarrollar sentimientos por su mejor amigo Catnap donde este no va a estar enterado de nada y...
79.2K 10K 35
El sustituto del SR.Jeon ˚ ༘。🦋⋆˚⊹ ࣪ ˖ Jimin es un chico con una hermosa hermana gemela lamentablemente esta tiene un accidente un día antes de su...