Narcotraficante

By YilianRguez

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SEGUNDO LUGAR EN LOS REVER AWARDS 2017 ¿Quién iba a decir que una simple cena cambiaría la vida de Lauren Dal... More

Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8
Capítulo 9.
Capítulo 10
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Capítulo 37.
Capítulo 38.
¿Preguntas?
Preguntas + Respuestas.
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 42.
Capítulo 43.
Capítulo 44.
Capítulo 45.
Capítulo 46.
Capítulo 47. (Castiel)
Capítulo 48. (Castiel)
Capítulo 49.
Capítulo 50.
Capítulo 51.
Capítulo 52.
Capítulo 53.
Capítulo 54.
Capítulo 55.
Capítulo 56.
Capítulo 57.
¡Grupo oficial!
Capítulo 58.
Capítulo 59.
Capítulo 60.
Capítulo 61.
Capítulo 62.
Capítulo 63.
Capítulo 64.
Capítulo 65.
Capítulo 66.
Capítulo 67.
Capítulo 68.
Capítulo 69.
Capítulo 70.
Capítulo 71.
¡Un millón!
Capítulo 72.
Capítulo 73.
Capítulo 74.
Capítulo 75.
Capítulo 76.
Capítulo 77.
Capítulo 78.
Capítulo 79.
Capítulo 80.
Capítulo 81
Capítulo 82.
Capítulo 83.
Capítulo 84.
Capítulo 85.
Capítulo 86.
Capítulo 87.
Capítulo 88.
Capítulo 89.
Capítulo 90.
Capítulo 91.
Capítulo 92.
Capítulo 93.
Capítulo 94
¡NOTICIÓN!
Capítulo 96
Ayuda
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Especial #1
Capítulo 101
Lo siento
Capítulo 101 (segunda parte)
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104

Capítulo 95

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By YilianRguez

Hola, little mobsters. ¿Cómo han estado? Espero que bien.

Me di cuenta de que han creado otro grupo de WhatsApp para el libro, recalco que YO NO LO CREÉ NI MUCHO MENOS ESTOY EN ÉL. Así que si alguien llega a pedir o a decir algo a mi nombre, no lo crean, no soy yo, solo por cualquier confusión. El grupo que yo sí creé está activo pero yo no, no voy a estar en ese ni en el de facebook por algún tiempo. Eso es todo lo que quería decir.

Espero que este capítulo sea de su agrado.

PD: Estoy leyendo un libro de Gabriel García Márquez...¡Que emoción!

_____•_____

La vida era un espejismo, aparecía frente a nosotros permitiéndonos nadar en ella por cuanto tiempo quisiéramos, gozar en un paraíso increíble y experimentar las sensaciones más inexplicables en el mundo. Se podía casi palpar con las manos, como el sueño de un astrónomo por tocar las estrellas. Era agua en medio del desierto y sombra bajo el sol ardiente, todo era posible.

Pero lo cierto era que el tiempo no nos pertenecía, aunque tampoco iba de la mano con la vida. Nuestra vida.
Sin embargo, el espejismo hacía un trato con él, los dos se juntaban y regalaban minutos en eternos respiros, respiros que como todo en este mundo, llegaban a su fin. Entonces, todo nos era arrebatado de las manos, era una pequeña película de rápidos segundos sin derecho a retroceder. Todo quedaba a oscuras.

Era un recuerdo al cerrar los ojos.

Era un suspiro en el olvido.

Nada más...

Siempre había pensado que el humano era un pequeño grano en un enorme reloj de arena, cada uno era partícipe de un momento específico en la vida de los demás, un efímero recuerdo que de vez en cuando era rememorado, pero que una vez fuera del tiempo, no había suplica que otorgara volver a formar parte de él.
Era un ciclo terminado.

Pero claro, no todos los ciclos eran buenos, algunos terminaban con lágrimas de alegría y sonrisas de gratitud, otros se convertían en bucles interminables que se repetían una y otra vez. Destinados a herirnos.

No me arrepentía, no, al contrario, agradecía haber formado parte de ese reloj de arena, porque todos éramos uno y cada grano representaba quiénes formaron parte de nuestra vida, buenos y malos.

Algunos dicen que la vida nos pertenece, pero pienso que nosotros le pertenecemos a ella. Es aventurera y desaparece cuando quiere, sin avisar ni decir nada. Una cuerda de hilos fuertes que al pasar de los años se van reventando, hasta dejar nada entre el tiempo y lo que fuimos. Lo único que nos permitía dejar era una huella, cada quien sabía de qué tipo, pero era lo que diría si nuestra existencia fue valorada.

Huella que al decir nuestros nombres, aquellos granos de arena supieran qué fuimos.

Si solo un cortometraje el cual se ensucia y enpolva en un cajón o una película de aquellas que por más que intentes, siempre querrás tenerla a tu alcance, para todos los días reproducirla como la vida más maravillosa en la que una vez participamos.

Era doloroso cuando el cristal terminaba rompiéndose, una vida más que escapaba. Dolía como nunca antes había recordado, me negaba a creer que fuera posible, era injusto que algunos terminaran yéndose de improviso.

Sin saberlo, había formado parte de dos vidas que estaban entrelazadas entre sí y ambas aportaron buenos momentos a la mía. Cuando colgué la llamada, inmediatamente salí en busca de mi amigo, sin embargo, algo me decía que en ese momento no debía ir, me quedé en casa con el corazón en la boca y esperé hasta el siguiente día. La sensación de miedo aún no se iba.

Creí que sería yo quien lo iba a sostener en su dolor, pero terminé siendo yo la consolada y ahogándome en llanto. Aquel chico extraordinario del que tantas veces escuché, siempre había estado cerca.

Drew, finalmente, terminó siendo Andy.

Andrew Mitchell.

Y su madre, Emi, a quien me encontraba contemplando dentro de un ataúd. Sin vida.

-No quiero ver más - susurré apartando mis ojos del rostro de quien  fue un gran apoyo para mi.

-Vamos afuera.

Dejé que tomara mi mano y me guíara hasta el jardín. Mis labios temblaban y sentía los ojos hinchados, no podía parar las lágrimas. Como si no tuviera control sobre ellas. El cielo estaba nublado y corría viento frío, nos detuvimos debajo de un árbol con alargadas hojas que tocaban el suelo y creaban un escondite.

-Es un sauce llorón - comentó Andy, poniendo una mano en la corteza oscura -, era el preferido de mamá. Todas las tardes se refugiaba aquí, pasaban las horas y no salía. Le contaba lo que fue de su día, cuando se molestaba con papá y sobre mi. Ella...mi vieja estaba loca - y desde que llegué, se derrumbó.

Corrí a abrazarlo y demostrarle que contaba conmigo, siempre sería así. Escondió su cabeza en mi cuello y mojó mi abrigo con sus lágrimas. Cerré los ojos, esforzándome para mantenerme de pie.

-La quiero de vuelta, Lauren.

Yo también...

-Siempre hablaba de ti ¿Sabes?, jamás me atreví a preguntarle cómo se llamaba esa chica, y mira, eres tú - dijo. Se apartó y tomó mi rostro entre sus manos -. Gracias por hacerla tan feliz, Lauren, siempre sonreía cuando te mencionaba. Su ángel.

Mi corazón se oprimió y sentí las lágrimas agolparse en mis ojos, sus dedos limpiaron mis mejillas mojadas.

-Fue grandiosa, Andy, me duele mucho que ya no esté - murmuré. Me volvió a abrazar y besó mi cabello.

-Lo sé - susurró -, lo sé. Vamos, déjame llevarte a casa, te ves cansada.

Asentí sin muchos ánimos de rechistar, no quería quedarme por más tiempo. Nos despedimos del esposo de Emi y ambos nos dirigimos a su auto. "¿Por qué ella?", me pregunté; había estado tan radiante las últimas semanas que, era impensable la muerte, un sentimiento de culpa se asentó en mi consciencia, jamás me interesé por lo que padecía, nunca pregunté. Temía que se hubiera ido pensando que no me importó lo suficiente; cerré los ojos para evitar llorar, la conocí en un momento crítico de mi vida, lleno de inseguridades y traumas tanto mentales como físicos. Ella se coló en mi habitación, huyendo de médicos que parecían no entender ni empatizar con los enfermos, me robó más de una sonrisa, fue mi apoyo y una madre cuando la mía decidió que mi vida era menos que la suya para preocuparse por mi. Jamás había llorado la pérdida de un ser querido y rogaba para que no hubiera una segunda vez; la mano de Andy cubrió la mía y apretó suavemente, allí, sin contenerme, me quedé dormida.

Sumergida en la inconsciencia, soñé, por primera vez, con Emilia Mitchell. En realidad, era más una pesadilla.

Me encontraba en un espacio reducido, alrededor todo era negro, donde mirase era más y más oscuridad, no sabía donde empezaba ni donde terminaba, solo mi cuerpo era iluminado por una luz de la cual no tenía idea de su procedencia. Confundida y mirando por doquier, avanzaba despacio y, conforme lo hacía, nuevas luces seguían creando círculos, hasta iluminar un ataúd de madera brillante. Entonces me detuve en seco, mi zapato chirrió contra el piso y mi respiración se detuvo por un momento.

-Emi...

La tristeza me embargó por completo y las lágrimas se arremolinaron en mis ojos, aquí sola, me sentí libre de poder derrumbarme. Como yo quería, al menos.

-Lo siento mucho, de verdad, debí quedarme más tiempo, ir a verte todos los días y así tal vez...tal vez hubiera podido hacer algo para...

-Es tu culpa.

-¿Qué?- miré a todos lados, desconcertada.

-Es tu culpa.

-No, eso no es cierto.

-Me mataste.

Giré en mi lugar, hacia todas direcciones, cada segundo repetían las mismas palabras. No era cierto, no fue mi culpa, no estaba en mis manos salvarla.

-¡No es cierto, no es cierto!- grité, aproximándome velozmente al ataúd para ver el cadáver de Emi -¡Yo no te...- ahogué un grito.

-Castiel...

El aire, de pronto, se tornó frío y mi aliento parecía humo envuelto de penas mortíferas en aquel lúgubre lugar. Mis ojos se anegaron en lágrimas y toqué su rostro con una mano; estaba tan frío y pálido.

-Despierta - susurré -¡Por favor¡ Castiel despierta, no me hagas esto.

Me incliné sobre el ataúd y, con mucho esfuerzo, apoyé mi frente contra la suya, la piel de sus mejillas se empapó con mis lágrimas. ¿Podría ser cierto? ¡No! Yo envié la muerte hacia él, envié a Christian.

-¡Despierta!- grité, sacudiéndolo con brusquedad. Como si desde la muerte me hubiera escuchado, abrió sus ojos. Retrocedí un paso.

-¡Es tu culpa!- escuché su voz detrás de mi.

Ya no estaba en el ataúd sino sentado y amarrado a una silla, con golpes en rostro y cuerpo. Enfrente, había una mujer apuntándolo con un arma, justo en su frente. Con el corazón en la boca y temblando de pavor, intenté correr hacia ellos, pero mis piernas no respondían.

-¡No! ¡Déjalo, mátame a mi!

Sin embargo, aquellos magníficos orbes azules, vieron los míos por última vez, antes de que perdieran su brillo en el momento en que una bala atravesó su cabeza.

-¡Castiel! ¡Castiel!

Tomé mi cabello y tiré de él con desesperación, grité mil veces desgarrando mi pecho y me ahogué en la pena más mortal: la culpa. Me desplomé en el piso, de rodillas, mirando el cuerpo inerte de Castiel desangrarse sin piedad.

La mujer rió a carcajadas y quise poder arrancarle la lengua con mis manos, sin embargo, cuando giró su cabeza para dejar su perfil al descubierto, me paralicé.

Era yo...

Di un salto en el asiento y llevé una mano a mi pecho, suspiré cuando me di cuenta de que nada había sido real.

-Oye, ¿estás bien?- preguntó con Andy con el ceño fruncido.

-Sí, sí, solo...no importa - le resté importancia con un ademán, miré el lugar en el que nos encontrábamos -¿La casa de Jessica? ¿Por qué me has traído aquí?

Se encogió de hombros. -No sé donde queda la casa de tu novio - dijo, con cierta amargura -, además, Jess es tu mejor amiga, no creo que le moleste. Por cierto ¿Ella está bien?, no he tenido noticias suyas.

No me apetecía decirle que Jessica hacía mucho que no era mi amiga ni mucho menos que mi relación con Castiel se resumía a nada. No quería darle alas, aún recordaba su pasada confesión.

-No, no, claro que no - mostré una sonrisa forzada -, pues ella ha estado muy ocupada, ya sabes, todo lo que ella haces es muy...complicado, sí, tiene mucha complejidad porque es complejo.

Había soltado toda aquella palabrería sin sentido, a penas siendo consciente de que, todo eso, era una abismal redundancia. Mi amigo me observaba incrédulo, aplané mis labios y asentí como si, aquel gesto, le diera más credibilidad a mi mentira.

-Ajá - musitó. Suspiró y sonrió minúsculamente mientras sacaba las llaves del auto -, te creo.

Avergonzada, salí del auto y caminé hacia la acerca -enfrente de la casa-, metí mis manos en los bolsillos y miré hacia todos lados. Temía que una bala atravesara mi cabeza.

-Te veo luego, Andy - dije y me acerqué para darle un beso.

-Descansa, bella Lauren.

Me moví hasta que su camioneta desapareció de mi vista y la inquietud comenzó a abrumarme de una manera tan intensa que mi cabeza comenzó a punzar. Sentía mis manos temblar ligeramente y como mis poros excretaban poco a poco una fina capa de sudor, mis pulsaciones se hicieron más rápidas y un extraño malestar se apoderó de mis entrañas. Estar de pie frente a la residencia del hombre que en cualquier momento produciría un caos en la vida de muchos, me hacía sentir en zona de guerra, no era el lugar adecuado para estar. Mi lado curioso empezó a picar y antes de que siquiera me diera cuenta, ya me había adentrado unos cuantos pasos entre la maleza crecida, la cual le daba un aspecto descuidado y aterrador si se viera en la noche. Las viviendas de los lados parecían estar desocupadas, aunque en algunas se percibían ruidos.

"Estás haciendo mal las cosas, de nuevo".

Me detuve en seco, conectando mi cerebro con la realidad, mis manos se convirtieron en puños cuando me di cuenta de que estaba haciendo lo mismo de siempre: ser imprudente.
Algo extraño parecía sujetarme a ese lugar, era tentador y arriesgado.

Decidida a no volver, di vuelta atrás para ir a mi actual casa y dormir un poco, pero entonces, me encontré cara a cara con Jessica Maddox.

-¿Qué haces aquí?- preguntó sorprendida.

-Eh, yo...

-¡Estás loca!- tomó mi brazo y tiró de mi hacia la casa -¡No puedes estar aquí!

Miró hacia todas direcciones -como había hecho yo minutos antes-, por un momento me pareció un animalillo indefenso, traté de marcharme, sin embargo, abrió la puerta y nos metió a ambas. Tiró al sofá una bolsa que traía y me miró con enojo.

-¿De verdad no entiendes?, venir a mi casa es arriesgado, pones tu vida en peligro por...

-No vine por iniciativa propia - me defendí interrumpiéndola -, Andy me ha traído, no sabe que dejamos de ser amigas, creeme, jamás me acercaría sabiendo que puedo morir. Estoy cansada de que todos me reprendan como si fuera una niña, tengo veintiún años.

-Entonces compórtate como adulta, debiste dar media vuelta e irte, pero te quedaste dudando.

Las dos quedamos en silencio, ella en el centro de la sala y yo junto a la puerta. Todo estaba igual, no había cambiado nada, al menos en decoración, sin embargo, este ya no era mi hogar, no se sentía como uno.

-¿Vienes de un funeral?- preguntó sonríendo ya más calmada. Yo iba de negro.

-Sí - espeté.

-Oh - se sorpendió -¿Quién murió?

-Una gran amiga.

-Lo lamento.

Asentí sin muchos ánimos, la rubia rascó su nuca y me miró con pena. Llevaba el cabello en un molo desordenado, un abrigo de lana y pantalón de mezclilla, su rostro denotaba cansancio.

-¿Quieres algo de tomar?, puedo preparar chocolate caliente.

-No creo, debo irme, Christian puede llegar en cualquier momento.

-Él no vive aquí, nunca lo hizo, solo quería mantenerte alejada de mi, de lo que to pudiera advertirte - dijo -. Solo tómate algo conmigo, llevo tanto tiempo en soledad que he empezado a hablar con las paredes, ¿puedes?

Retorcí mis manos con nerviosismo y me debatí internamente.

"Puede ser una trampa". Acotó mi subconsciente.

-No sé...

-Por favor, Lauren. Puedes avisar a Castiel, incluso a Mike, sé que él me odia y si llego a hacerte algo - rió -, estará encantado de asesinarme.

Suspiré. -Está bien, pero luego me iré.

Asintió enérgica y desapareció en la cocina. Me sentía totalmente fuera de lugar, como si jamás hubiese vivido aquí ni mucho menos pasado los mejores momentos de mi vida, era como estar en el frío. Era consciente de que me arriesgaba hasta las pestañas quedándome aquí, pero creía poder sacarle alguna información  a Jessica, además, me partía encontrarla en este estado.

Suspirando, caminé hasta uno de los sofás y cuando me senté, froté las palmas de mis manos en mi pantalón, pues, extrañamente, estaban sudadas. Quité la chaqueta de mi cuerpo y abaniqué mi rostro con ella, me sentía a punto de desfallecer. Cuando quise arrepentirme de estar allí, Jessica entró a la sala con dos tazas de humeante chocolate en sus manos, por primera vez, vi un poco de tranquilidad en su rostro.

-Le agregué malvaviscos, como te gusta - dijo, tendiéndome una de las tazas -, espero que no esté muy dulce, mi gusto se ha vuelto un poco...del asco - rió, por mi parte, solo sonreí de boca cerrada.

-Gracias...

-Y ¿Qué tal vas con tu padre? - preguntó.

-Bien.

-¿Y tu madre?

Suspiré.-No hagas esto, Jessica - nos señalé -. Pretender que todo va viento en popa.

Bajó la mirada y por un momento me sentí mal, pero lo cierto es que, por más que se intentara recuperar la confianza, una vez corrompida por el dolor, era imposible tratar de recuperarla, pues seguiría existiendo el temor de una nueva traición.

Irónico.

-No pretendo que sea como antes, pero me gustaría, al menos, saber qué sientes con todo esto - dijo. Me miró -. Lamento, de verdad, haberte dejado y darte la espalda.

-Es tarde ahora.

-Tal vez - respondió -, pero quiero que mi mente esté tranquila sabiendo que te pedí perdón, supongo, sería lo más valioso de mi parte.

-Hablas como si el mundo estuviera a punto de acabar.

-Probablemente el mío.

Fingí que no me importaban aquellas últimas palabras, era una dramática nimiedad. Sorbí un poco del líquido café, mis papilas gustativas se descontrolaron ante aquella explosión de sabor, sin embargo, ni siquiera eso logró que, sin éxito, esas palabras siguieron punzando en lo más profundo de mi cabeza.

Antes de que cuestionara acerca de ello, hizo ademán de hablar, por lo que tomé aquello como una clara señal de que no me concernía preguntar.

-Me pidió que me alejara de ti y le obedecí sin rechistar - confesó de imprevisto.

Fruncí mis cejas y me acomodé para, con derecho, hacer una serie de preguntas sobre el tema.

-¿Por qué?

-Porque lo amo, Lauren - dijo, me sorprendí -, al principio él fue cariñoso, gentil y me trató como nunca antes un hombre lo hizo, creí en él ciegamente, solo vi lo que quería ver. ¿Estaba mal no sentir algo más?

-¿Después de dejarte así, aún lo amas?

Sus ojos se cubrieron de una fina capa de agua y una lágrima rebelde se le escapó.

-Tú sabes que tuve una infancia difícil, nadie me dio el suficiente amor que merecía y él me lo ofreció, lo tomé. He intentado dejarlo, pero no me deja, me amenaza y tortura sin piedad. Sin embargo, este maldito corazón siempre reacciona cuando está cerca.

Me levanté de un salto, mirándola escéptica.

-Entonces estás de su lado, me engañaste.

-¡No!- se apresuró a decir -Lo amo pero sé que no está bien lo que hace, voy a ayudarlos, Lauren. Todo lo que pueda.

-No quiero tu ayuda.

-¡La necesitas! Solo yo sé lo que hará, sé sus movimientos y quiénes trabajan con él. ¡Tienes que aceptar mi ayuda!- se alteró.

-¿Cómo sé que no estás mintiendo?- rugí, fulminándolo con la mirada.

-Porque te lo prometo, Lauren - sollozó -. No me entenderás, lo amo y a la vez lo odio, no tienes idea del infierno en que mi vida se convirtió. Mi espalda está destrozada, llena de cicatrices deformes - se levantó y en un parpadeo me encontré viendo su piel. Ahogué un grito de horror -, cada vez que algo le salía mal o yo intentaba advertirte, tomaba cualquier objeto, con o sin filo, eso era lo de menos, él se encargaba de que fuera dañino, y me cortaba la piel. Era como su entretenimiento, después comenzó a drogarme y por último a golpearme - se volteó, sus mejillas estaban empapadas.

-¿Cómo es posible?- susurré y me acerqué más a ella. Mis ojos comenzaron a escocer.

-Sé de lo que es capaz, yo he sido su rata de laboratorio - me extendió su brazo y señaló algunos piquetes. -¿Lo ves? Estudia en mi las reacciones de cada droga. Déjame ayudarte.

Puse una mano en mi frente cuando el dolor de cabeza se intensificó, había tenido que soportar mucho por este día. Tenía a una víctima más de Christian Dangers frente a mi; pero que sin poder evitarlo, tenía sentimientos por él. No lograba entender.

-¿Por qué nunca me pediste ayuda?- le recriminé -Era tu mejor amiga, ¡casi hermanas, Jessica! Debiste confiar en mi y juntas hubiéramos buscado una solución.

-No es tan fácil como crees, tenía miedo y solo quien vive la situación tiene derecho a juzgarse. Tú no sabes nada.

-¡Te alejaste de mi, me dejaste!- exclamé dolida -, lo amas, pero eso no obstaba para que me dieras la espalda cuando necesité de ti ¡Yo también estaba sola! No tenía madre ni padre, aunque estuviesen vivos, y Castiel me trataba como si fuera basura. Yo hubiera estado contigo, te hubiera preferido antes de perderte, porque confiaba en ti. ¡Habría puesto mi vida en tus manos! - limpié mis mejillas con fiereza -. Pero tú preferiste perder a la única que en realidad te quería.

-L-Lo siento mucho, Lauren. No soy tan fuerte como tú, no supe valorar, quise dar vuelta atrás pero ya era tarde - sollozó -, solo quería que alguien me amara de manera romántica, nada más...perdóname.

-Ya he perdonado mucho...

-Es que...es que mi vida nunca fue fácil. Aún duele, cada vez que cierro los ojos, lo recuerdo. Y siento que voy a desfallecer.

Fruncí el ceño.-Pensé que lo habías superado.

-Algo así no se supera.

Me quedé mirándola fijamente sin articular ninguna palabra. Comprobé la hora y abrí los ojos con sorpresa, eran las cinco y media de la tarde.

-Debo irme - avisé con un tono neutral.

-¿Tan pronto?- cuestionó con un ápice de desilusión.

-Sí, ya es tarde.

Asintió y se puso su suéter de nuevo. Deseaba salir de allí cuanto antes, las confesiones de Jessica y este lugar, me habían comenzado a irritar, sentía que estaba bajo presión. Me estaba asfixiando. Hizo un gesto con la cabeza, apuntando hacia la entrada, comprendí y caminamos hasta allí, ella detrás de mi. Afuera, se podía apreciar el color naranja del atardecer en el cielo y una brisa débil acariciaba la copa de los árboles.

-Lauren - la miré, sus ojos brillaban -, me gustaría hablar contigo a diario, de cualquier cosa ¿Puedes?

Yo...no supe responder de inmediato, ella esperaba espectante una respuesta de mi parte.

Suspiré.

-Está bien - sonrió -, pero si él llega a descubrir donde me encuentro ahora, lo lamentarás.

Negó frenéticamente. -Lo prometo.

-Bueno, cuídate ¿Quieres?, si él vuelve a dañarte, Mike y yo haremos algo. Cuando te informes, dímelo, estaremos tratando de idear un plan  para deshacernos de él. Castiel ya sabe que me relacionaba con Christian, trataré de convencerlo para que se nos una. ¿De acuerdo?

-Sí, sí, yo...has lo que sea necesario, no importa si eso cobra su vida - murmuró.

-Espero que eso no sea necesario.

Asintió y, tomándome por sorpresa, me abrazó.

-Gracias, por todo - me sonrió genuinamente, y luego, se refugió en la casa cerrando la puerta.

Vaya...eso fue raro.

Rápidamente me alejé de esa urbanización y pronto estuve cerca de Sweet Lips, hacía semanas que no paraba a tomarme un café. Me mostré indecisa ante la idea de retrasarme por más tiempo, sin embargo, aún no me apetecía volver a casa.

Abrí las puertas de cristal y rápidos recuerdos inundaron mi mente: Jessica y yo tomando café, Andy sonríendo mientras comía pastel, Christian y su escrutadora mirada, por último, Castiel tomando mi mano una vez que le rogué venir. Mi pecho se oprimió en anhelo y sentí mis ánimos decaer por completo, lo necesitaba ahora más que nunca, me temía, era él quien podía aliviar un poco mi dolor. Pero yo era la causante del suyo y molestarlo no era algo que me apetecía.

Tomé mi café despacio y al ser las ocho de la noche, me encontraba abriendo la puerta de casa, me sentía cansada física y emocionalmente, mis ojos estaban pesando de sueño. Cuando me di la vuelta -después de colgar la chaqueta-, ahogué un grito al ver al hombre que se había adueñado en las últimas horas de mis pensamientos. Mi corazón latía desbocado y mis manos temblaban, sentía que se me iba la respiración.

-¿Qué haces aquí?- pregunté, temerosa de escuchar su voz.

Su cuerpo se cernía sobre la encimera, con los brazos cruzados y expresión impasible. Me acerqué a pasos lentos, tenía sus ojos fijos en mi. Mordí mi labio y su mirada recayó en él. Tragó con fuerza.

-Supe lo de tu amiga - respondió. Su voz fue idílica para mi.

-¿Cómo?

-Mike me lo dijo, quise...saber cómo estabas.

Abrí los ojos asombrada, ¿estaba preocupado por mi? Traté de esconder una sonrisa de satisfacción, pero me fue imposible.

-¿De verdad, has venido a verme?- mi voz se tiñó de ilusión.

Carraspeó. -Solo...he venido a empatizar, no te hagas ilusiones, aún no he olvidado lo que me hiciste.

Uh...

Golpe bajo.

-Comprendo - susurré. Bajé la mirada, mis ojos comenzaron a lagrimear, pero no por sus palabras sino por tenerlo tan cerca y no poder ser como antes -. Se llamaba Emi y era la madre de Andy, ¿sabes?, lo supe hasta que la estaban velando - limpié una lágrima con mi mano.

-Lo lamento mucho - dijo.

-Sí, bueno, así es la vida. Supongo.

-No es fácil dejar ir a una persona, mucho menos cuando eres consciente de que no volverá jamás, no importa cuantas veces llores o ruegues, no pasará. Es...complejo - exhaló ruidosamente y clavó sus ojos en los míos. Cuanto lo extrañaba -. Eres fuerte y valiente, vas a sanar pronto.

Hice una mueca. -Pensé que era una cobarde, tú lo piensas ¿Por qué me dices todo esto, entonces?

Sus ojos recorrieron mi rostro con lentitud y luego suspiró. Me habían herido aquellas palabras en su mansión, sabía que tenía razón, pero proviniendo de él, era mucho más doloroso. Descruzó sus brazos y se acercó un paso, con el cual logró encender mis mejillas.

-Estaba furioso, Lauren.

-Pero lo crees, solo necesitas un incentivo para sacarlo ¿Por qué no me lo dijiste? Duele saber que tienes esa impresión de mi.

-Porque necesitas madurar.

Apreté mis puños con fuerza y mis ojos se humedecieron por segunda vez. Harta de escuchar lo mismo, me abalancé contra él y golpeé su pecho con fuerza, indignada y furiosa. Sus ojos me contemplaban con sorpresa y confusión.

-¡Estoy cansada de siempre escuchar lo mismo! ¡Soy lo suficientemente madura! ¡Basta!- grité, con voz ahogada. Mi vista se tornó borrosa por las lágrimas -¡Para ¿Quieres?! ¡Para!



Seguí golpeando con más y más fuerza hasta que sus manos tomaron las mías y me presionó contra la encimera. Cerré los ojos, bajé mi cabeza y mordí mi labio para no sollozar; no frente a él. Pensé que gritaría muchas más cosas sobre mi, se burlaría y volvería a herirme; pero en su lugar, me rodeó con sus brazos, estrechándome con fuerza. En mi garganta se había formado un nudo enorme que me provocaba dolor, ya no quería guardarme las lágrimas, quería derrumbarme y llorar hasta que pudiera pensar con claridad. Abracé su cintura y lloré todas mis inquietudes y miedos.

-Me refería...a que aún no sabes vivir en este mundo. Mi mundo - susurró -, te falta mucho por aprender.

-Estoy cansada - musité -, siento que todo el universo se ha apoyado en mis hombros, no he podido llorar como es debido y eso me está afectando. Todos me dicen que debo madurar, pero no sé a qué se refieren.

-Eres toda una mujer, Lauren. Me gusta tu forma de llevar la situación, de pensar y entender, eres madura física, intelectual y emocionalmente sino ¿Crees que amaría a alguien con la mentalidad de una adolescente?- agregó.

Una extraña corriente recorrió mi cuerpo y provocó hormigueos en mis manos; ahogué un jadeo contra la tela de su traje color rojo. ¡Escucharlo era un sueño! Me alejé, mirándolo con sorpresa.

-Pensé que me estabas odiando - confesé. Pasó ambas manos por su cabello y luego las escondió en sus bolsillos; clavó sus ojos en mi, traspasándome.

-Estoy furioso contigo ¡Maldición, estoy tan furioso, Lauren!- exclamó -Pero no puedo odiarte, eres lo único que tengo ¿Entiendes? Me siento traicionado, y no puedo evitar querer hacerte daño, herirte. Sin embargo, aquí me tienes cerca, dándote el apoyo que mereces - exhaló -, pero es inevitable sentirme frustrado ante tu dolor.


-Comprendo, de verdad, lo hago - dije -, no quiero tu perdón ahora, quiero uno con tiempo y sinceridad. Me regocija saber que tus sentimientos no han cambiado, los míos tampoco, pero estoy dispuesta a aceptar tu frialdad , después de todo, ya he sido víctima de ella.

-Por ahora no quiero estar cerca de ti, no lo soporto.

Traté de aparentar que sus palabras no me habían afectado, pero era imposible teniéndolo de frente, mis ojos se empañaron.

-Lo sé...lo sé - susurré con voz temblorosa.

Segundos de silencio me parecieron una eternidad, parecíamos dos imanes atraídos pero sujetados por dos pinzas para que no pudiera unirse. Había solo una pequeña distancia que nos separaba, un trecho que podría ser recorrido por la valentía de perdonar y crear nuevos momentos, pero, tal vez, ninguno de los dos era lo suficientemente valiente como para atreverse a acortar las distancias.

Cuando pensé que, al fin, ambos podíamos sobrellevar aquella situación, espetó con demasiada autoridad:

-Tienes que decirme dónde está.

-No - respondí al instante. La firmeza me envolvió -, no insistas porque no lo haré.

-¡Es lo menos que me debes!- gritó.

¿Por qué todo siempre terminaba en una pelea?

-No te debo nada ¡Cometerás una imprudencia!

-¡No te concierne!, sabes lo que me ha hecho, no seas terca ¡Dime dónde está!- rugió.

-¿Para esto has venido?, solo quieres sonsacarme su ubicación ¿Verdad?- cuestioné, pasando por su lado y dirigiéndome al salón -, no lo vas a lograr, así que mejor vete.

Llegó furioso posicionándose frente a mi, sus pisadas hacían eco en la casa; nuestras miradas se encontraron, la suya destilando furia y la mía falsa tranquilidad. Estábamos en zona de guerra y yo no pensaba ceder. Porque lo amaba no iba a decirle, quería convencerlo que juntos con la ayuda de los Murray y Black Blood, podíamos acabar con Dangers; temía que él solo, cometiera una atrosidad que pusiera en juego su vida.

No lo soportaría.

-He venido aquí para darte apoyo y me pagas, de nuevo, con traición - rugió.

-¿Traición?, esa parece ser la única palabra que sabes - resoplé -. ¡Viniste esperando algo a cambio! ¿Esperabas endulzarme para conseguir información?

 

Sus ojos se volvieron fríos y su expresión impasible regresó, dio un paso atrás y se enderezó.

-Sí, pero veo que no funcionó.

Tragué con fuerza y lo miré decepcionada. Solté una risa carente de humor, no podía creerlo.

-Ya veo - murmuré -, pero sigo siendo yo la traicionera ¿No es así?- cuestioné. Sonrió de lado y eso me enfureció -, te aprovechaste de mi dolor para conseguir algo que no te daré - más que todo porque, realmente, no sabía dónde estaba Christian -. Vete de aquí, Castiel, no quiero verte - rió con cinismo -¡Largo!

-Como quieras...

Caminó hacia la puerta -no quise verlo marcharse- y luego la azotó cuando salió. Ahí, en el silencio mortal de la noche, me permití llorar con fuerza, tomando entre mis manos un ramo de rosas rojas, el cual descansaba en el sofá, y a su lado, una tarjeta.


"Te amo...

-Castiel ".

(...)






A la mañana siguiente, desperté sintiéndome mal, la cabeza me dolía demasiado y mi estómago se sentía como un nido de tripas, a penas fui consciente de la bilis subiendo por mi garganta, corrí despavorida y devolví todo lo que había comido -que era muy poco- en tan solo dos días.
Afuera se escuchaban los motores de los autos, algunos gritos de niños y, casi imperceptible, proveniente del radio de alguna casa, sonaba "Twenty- one guns" de Green Day.

Dormir había sido una tarea imposible, bajo mis ojos habían bolsas enormes e hinchadas. Eso no pintaba nada bien. Por más que traté, no dejaba de darle vueltas a todo lo que había pasado últimamente: mi relación con Christian Dangers, mi padre y su posible traición, la muerte de Emi, la confesión de Andy, Castiel y sus enormes ganas por obtener la cabeza de Christian y, aunque tratara de frenarlo, era consciente de que tenía mucho poder, tarde o temprano obtendría su ubicación; por último, las pruebas del Consejo y mi posible viaje a Australia.

Cuando pensaba en ello, me daban nervios, sin embargo, no retrocedería, seguía firme. No había pensado en que Castiel y mi padre se podían enterar de mis planes, este último era quien más me preocupaba. Sentada en el suelo, junto a la ventana y a oscuras, comencé a rebobinar.

Busqué en mi mente algún suceso que revelara a mi padre en una supuesta traición, no obstante, parecía estar libre de culpa. ¿Por qué Frank Dallas tendría intención de asesinarme?

-Piensa, piensa...- murmuré, golpeando mi frente sin mucha fuerza.

Desde que llegó a Londres, su objetivo siempre había sido yo, obviamente, llamaba constantemente y siempre me citaba en lugares que desconocía y casi desolados, en varias ocasiones, me había preguntado sobre las influencias de Castiel. Luego estaba su gran interés por tener nuevas noticias de The Hell, pero no tiene coherencia, digo, lo hacía para ayudarme, entonces, si él quiere el mando ahora ¿Por qué antes lo abandonó?, no entendía.

Si eres malo ¿Qué quieres, Frank?

"Cuando cumplas veintidós, heredarás The Hell".

Si no he muerto para la fecha establecida por mi abuelo, nadie más puede tomar mi puesto, ni siquiera papá. ¿Quiere matarme para ser el único jefe?


Mis ojos se abrieron abismalmente y me asusté; el timbre de entrada resonó por toda la casa, sin esperarlo, di un respingo y llevé una mano a mi pecho. Me quedé unos segundos en la misma posición, no quería entrar en paranoia, pero era difícil después de deducir algo importante.

¿Y si era él?, ah, no, no; no puedo ser tan cobarde, finalmente, bajé las escaleras tragando fuerte y preparándome para cualquier ataque -si es alguien que no conozco-.

De un jalón y sin titubear, abrí la puerta. Mis hombros se hundieron relajados.

-Te ves horrible.

-Creo que estoy enferma - lo seguí hasta la sala y me senté a su lado, traía consigo una carpeta color piel -, por cierto, ¿por qué le diste mi dirección a Castiel? No debiste.

-Yo no he hablado con él - dijo, frunciendo el ceño y emulé su acción.

Resoplé.

-Claro, es El Hijo del Diablo, puede tener todo.

Recordé su visita de ayer y suspiré con un leve temblor, no podía creer que hubiera dicho todas aquellas palabras de aliento con la intención de conseguir lo que quería. No era él.
Mike me miraba fijamente, como si intentara leerme, le regalé un sonrisa forzada y me acosté sobre sus piernas, con una mano empezó a acariciar mi cabello.


-Cuando lo vi, pensé que me iba a desmayar, se veía tan...imponente - suspiré -. Pero no era él, Mike, me hizo creer que se preocupaba por mi, pensó que endulzándome el oído iba a conseguir que le revelara todo acerca de Christian. No le importó si me hería.


-No sé qué decirte, no lo conozco como tú.

-A veces me cuestiono si realmente lo hago ¿Sabía que tiene raíces rusas?

-Todo el mundo, Lau, distribuye droga en Rusia y la mayoría de sus influencias son de allá.

-¿Lo ves? ¡No tenía idea de eso!

-Eres tan necia - bufó-, esas son cosas que todos saben, algo muy banal, ahora, ¿prefieres eso a ser la única conocedora de su interior? Te incordian fácilmente muchas nimiedades.

-Sí, tienes mucha razón - murmuré -, oye, eres como la otra mitad de mi cerebro - dije, haciendo un mohín.

-Ajá, y ¿Ya encontraste la otra?- preguntó.

Abrí mi boca con indignación y traté de sofocar una risa, pero fue inevitable.

-Tú, realmente, quieres perderme.

Se carcajeó. -Lo siento, lo siento - ambos nos quedamos en silencio, cada uno estaba sumido en sus propios pensamientos. Sus ojos verdes estaban idos, tenía las facciones relajadas y su mente estaba ausente, me preguntaba si, alguna vez, alguien había llegado a importarle demasiado.



-Mike - lo llamé, no reaccionó. Suspiré -, ayer estuve en casa de Jessica - como si eso hubiera sido una trompeta tocada cerca de su oído, salió del ensimismamiento en el que se encontraba y clavó sus ojos en los míos.

-¿Qué?- preguntó, casi sin creerlo.

Me levanté de su regazo y me acomodé en el sofá, él hizo lo mismo para que pudiéramos vernos de frente . Al igual que para mi, Jessica significaba lo mismo para Mike, lo conocimos tres meses después de ingresar a la universidad -hacía dos años- cuando, por descuido de nosotras, casi nos arrolla con su auto.

-Después del funeral de Emi, su hijo me llevó a casa de Jessica, me dormí en el auto, así que, no supe adónde me llevaba.

-¿Pasó algo? ¿Estaba Christian?- se preocupó.

-No, no, ya estaría muerta de ser así. Me regañó e hizo que me quedara a tomar un chocolate con ella.

-¿Estás loca?- se alteró -Jessica es su novia y si no está con nosotros es porque sigue de su lado.

-Pero, Mike, siento que realmente está arrepentida.

Rió.

-¿Cuánta palabreja te soltó para que creyeras? ¡Es Jessica Rose Maddox! ¡Dios!- sonreía con cinismo -La chica que nos abandonó por un hombre que  conocía de tan solo...semanas.


-Lo sé, sigo estando dolida, pero todos cometemos errores. Escucha, me ha contado todo desde que conoció a Christian, no tienes idea de lo que ha pasado.

-¿Y tú sí?- me preguntó con brusquedad -¡Te está usando!

-¡La conozco mejor que tú!- exclamé, ambos nos silenciamos por unos segundos -. La tortura como no te imaginas, y quiero ayudarla ¿La has visto, su actual aspecto?


-Sí - susurró. Lo miré incrédula -, hace...un tiempo apareció en mi casa, su ropa estaba hecha arapos y parecía sacada de un manicomio. Me suplicó que la dejara dormir allí, pero le cerré la puerta en la cara, estaba llorando y parecía desesperada - admitió en voz baja.

Me indigné como si me lo hubiera hecho a mi.

-¡¿Por qué, Mike?!

-¡Tú también  le diste la espalda! Yo...no podía ser débil, bajar la guardia.

-Dios mío - susurré -. Mike, no debiste.

-¿Por qué no?- rugió.

Me imaginé a una Jessica llorando desconsolada, frágil y con miedo, golpeando con fuerza la puerta en casa suya, tal vez, huyendo de lo que aquel hombre quería someterla.

-Porque...ella no sabía en lo que se metía - mi voz se quebró -, es una víctima más de Christian, engañada y usada para lograr lo que quería.

Negó con su cabeza y alborotó su cabello, sus ojos se veían atormentados.

-No harás que me sienta culpable - murmuró -, no me arrepiento de lo que hice.

Ambos sabíamos que eso no era cierto, pero lo dejé pasar.

-No busco eso, pero tal vez exageramos, realmente, siento que así fue.

Volvió a negar.

-No lo creo.

-Mike, la conozco desde la secundaria, sé su pasado, no ha tenido una infancia fácil, vivió y presenció cosas que una niña no debería. Christian es...un maldito sociópata al cual le resultó muy fácil enamorarla, fue su juego, porque muy sencillamente podía llegar a Castiel sin necesidad de usarla.

-Claro que sí le sirvió de algo, necesitaba ojos en todas partes y Jessica le facilitaba información.

-¡Sí, pero no era consciente!

-¡Deja de defenderla!- me gritó. Lo contemplé en silencio.


-¿Por qué eres tan cruel? ¿Acaso ella nunca te importó? ¿Eh?- no respondió, mis ojos estaban húmedos -Está destruida, tiene miedo, está muy sola en este mundo y me siento incapaz de dejarla, aunque ella lo haya hecho conmigo. La quiero, era mi hermana, no puedo olvidar de la noche a la mañana. Ella nos necesita, Mike.

-¿Dónde estuvo ella cuando la necesité o cuando tú lo hiciste? Ya...ya no es nadie para mi, no me interesa lo que suceda con ella.


-No puedo creerlo - susurré -, no te creo. Tú sabes que no es así, la quieres más o igual que yo, no soportarías que muriera sin haber hecho nada. Mike - coloqué una mano en su hombro -, entiendo tu resentimiento, pero no quiero que le pase nada, quiere ayudarme a acabar con Christian. Te necesita.

De los dos, era él quién parecía más afectado, como si mi vida entera con Jessica la hubiera vivido él y no yo. No entendía cómo podía cerrarse a entender la situación de la rubia, sí, ella prefirió a un desconocido, sí, le dio la espalda a Mike, sí, me abandonó cuando la necesité, sí, ella nos hirió, pero ¿Acaso nosotros no habíamos sido crueles?

Quizá, de haber pensado mejor, hubiéramos arreglado la situación y no actuar como si...pero ella también pudo recapacitar.

Estaba confundida. Muy confundida, de verdad.

-Lo pensaré - dijo, finalmente; asentí un poco satisfecha -, ahora, centrémonos en lo importante: el entrenamiento.

Suspiré, estaba evadiendo el tema.

-Mike, te quiero mucho - abracé su costado -, sabes que no quiero presionarte, pero a veces, es bueno perdonar.

Me sonrió, pero no llegó a sus ojos. Había mucho por descubrir en él, sentimientos escondidos en la inseguridad, demonios que se encargaban de atormentarlo día y noche, estaba preso de miedos dichos en silencio, con un alma maravillosa pero lastimada por él mismo. Sus ojos, como el olivo, estaban ausentes aunque encontraran algo para mirar, sabía que lloraba por dentro, quería explotar como una bomba y encontrar algo a lo qué aferrarse por un tiempo justo y merecido. Solo era necesario aplicar un calmante.

Su mano acarició mi mejilla.

-Significas mucho para mi, linda, tienes un poder increíble para hacerme sentir bien. Voy a protegerte, con mi vida entera, Lauren - besó mi frente -, pero no te ilusiones ¿Eh? No estoy enamorado de ti.

Reí -Gracias a Dios, no sabría entre quién elegir.

Me guiñó un ojo, coqueto, y revolvió mi cabello.

-Podrías tenerme como amante, creeme, soy toda una bestia.

-Lo último no lo pongo en duda.

Ambos estallamos en risas y aplazamos en entrenamiento para después. Esta semana iba a ser muy dura.





______________________________________

Espero que les haya gustado, les informo que seguirán sufriendo por los capítulos y su atraso. No puedo actualizar cuando ustedes quieran y ya no diré más...

¡Demen éxitos!

Esta semana tengo los últimos exámenes del año.

Canción en multimedia: Twenty-one guns (Green Day).

Voten si les gustó.

Comenten qué les pareció.

Se despide su sexy autora.

Y...









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