¡Hola! Espero que no me quieran matar por haberme desaparecido de esta manera tan inexplicable y...ehm, no tengo nada más que decir.
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Solté un suspiro en el momento en que cerré la puerta de la mansión detrás de mi. Habían sido pocos los días en que me fui y estar de nuevo aquí, extrañamente, se sentía bien, y ahora me doy cuenta que en realidad extrañaba habitar este lugar. Y aunque en casa de Andy me sintiera bien, no era lo mismo.
La sala estaba totalmente desierta, los sofás seguían en la misma posición de siempre, el televisor frente a ellos, la mesita de centro de cristal, los cuadros en las paredes y la extraña calidez que desde hace poco empecé a sentir. Supongo que, después de todo, le he tomado cariño al lugar.
«¿Dónde estará?»
No entendía como mi subconsciente era tan masoquista, bien, las dos lo eramos. Y eso tomando en cuenta de que somos las mismas, y nuestros sentimientos los mismos. Reafirmé mi agarre en la manilla de la maleta y miré las escaleras, tendría que utilizar de toda mi fuerza para poder subir este saco de piedras, y sí, los mastodontes no me ayudaron. Idiotas.
Tomé la manilla con ambas manos y me puse de espalda a las escaleras para poder subir, "fácilmente", la maleta. A cada escalón que subía hacía muecas horribles por la fuerza con la que trataba de alzar la maleta, no volveré a empacar tanta ropa sin antes tener un lugar seguro en el cual residir.
—¡La sangre de Cristo! – Exclamé cuando después de diez minutos, al fin pude pasar el tercer escalón. El tercero de los vigésimos que me faltaban.
Solté un suspiro exasperado.
¡Necesitaba hacer ejercicio! Realmente, a este punto, temía que mis brazos se partieran en dos como una débil rama. Cuando estaba a punto de pasar el cuarto escalón, alguien con su gruesa voz me hizo brincar en mi sitio y con ello provocó que soltara la maleta y esta callera rodando los escalones que había recorrido, hasta provocar un sonido hueco al impactar con el frío piso.
Contemplé la escena con horror. Maldición.
—¿Lauren?
Me quedé estática. No por la persona que me nombró sino por ver todo mi esfuerzo hecho pedasos. Cerré los ojos mientras suspiraba, y ahora si era por el susodicho.
—¿Mhm?– Murmuré.
Pronto, el sonido de sus zapatos chocando con las escaleras se escuchó en la silenciosa sala, me tensé, después de dos días sin verlo enfrentarlo ahora era, terrorífico.
—¿Qué haces aquí?– Preguntó.
Se situó a un escalón por debajo del que estaba yo, no me atreví a mirarlo porque...¡¿Por qué?! ¡Al carajo! No tenía por qué agachar la cabeza ante su presencia, así que lo miré. Mantenía una expresión fría, sus ojos expresan total indiferencia ante mi presencia, ya no estaba esa poca esperanza de que yo le hablara al menos para insultarlo. Algo había cambiado.
Aún así, no pude evitar fijarme en lo bien que se veía, y aun más con su descuidada barba que lejos de verse mal en él se veía...sexy. Sacudí mi cabeza sacando todo pensamiento incoherente, no pensaría en él de esa forma. Ya no. Así que me esforcé para que mi voz no temblara ante su imponente presencia.
—Bueno, volví. Aunque si quieres puedo irme de nuevo.– Reté.
Alzó los hombros despectivamente.
—Lo que hagas no es de mi importancia, puedes volver a casa de Jessica o donde haz estado estos días, en casa de tu...amigo.– Escupió la última palabra casi con desprecio. Más bien, con desprecio.
No pude evitar sentir un agudo dolor en mi pecho ante sus palabras, sabía que no le importaba, pero escucharlo salir de él es...horrible. Mis ojos se abrieron inconscientemente. ¿Cómo sabía que había estado con Andy? Jamás le dije. A no ser que me haya seguido.
Imbécil.
—¿Cómo sa...? – Antes de que siquiera lograra terminar de formular mi pregunta, tomó la maleta que yacía desparramada en el piso y rápidamente subió las escaleras.
¿Por qué se comporta así?
Salí de mi trance y subí detrás de él. Lo único que frente a mis ojos estaba era su ancha y fuerte espalda, nada más llamaba mi atención. Su pequeño y firme trasero me instaba a pegarle una nalgada y después salir corriendo como estúpida. Sacudí violentamente mi cabeza, de nuevo, alejando de mi mente todo pensamiento lujurioso que pudiera hacerme cometer una estupidez.
No entendía como de un pronto a otro su trato conmigo había cambiado tanto, pero no podía esperar más, supongo que ya es hora de acostumbrarme a eso. Una vez ya dentro de mi habitación, puso la maleta sobre la cama. Seguía igual, cada perfume, labial, libro y las pocas prendas que dejé, seguían en el mismo lugar. Dejé de inspeccionar cuando escuché un largo suspiro de su parte, lo miré. Tenía ambas manos metidas en los bolsillos traseros de su pantalón de vestir, y me miraba, intensamente, lo cual sólo me ponía nerviosa. Y es que, su presencia me descontrola, lo disumulo a como puedo pero es díficil, claro que lo es. Me atrevo a sostener su mirada. A diferencia de hace unos minutos cuando sólo demostraban indiferencia y frialdad, ahora, tienen un hermoso brillo. El azul de sus ojos ahora son un celeste claro, hipnotizante. Y me pregunto ¿Cómo es que alguien como él, puede tener una mirada tan hechisante?. Basta con una sola mirada para que estés a sus pies.
Por un momento nos imagino como una pareja, de esas que cuando se ven todos sus problemas se vuelven irrelevantes, de esas que cada día se dicen un "te amo" o un "gracias por entrar a mi vida", de esas que al despertar se besan con toda la dulzura que pueda existir en el mundo. Que cuando están juntos todo a su alrededor es sólo un fondo negro, y sólo existen ellos dos. Y es díficil creer que él pueda ser así, Castiel no sabe amar, ¿Lo habrán amado? de seguro que sí, pero, ¿Ha amado? la respuesta hasta yo la sé: JAMÁS.
Pero, ¿Qué es eso de que no me quiere perder, para después decir que no le importo y luego me reclama suya?, ¿Qué es eso de rechazarme y luego gritar a los cuatro vientos que es a él a quien amo?, ¿Qué es eso de mostrarse dolido ante mi indiferencia o a mi contacto con Andy?. ¡¿Qué quiere de mi?!, ¿Acaso no se da cuenta de lo mucho que me confunde?. Empiezo a creer que su deporte favorito es «Lastima y confunde a Lauren», porque, realmente, él es el ganador en eso.
—¿Por qué regresaste?– Susurra suave y cautelosamente. Como si temiera de mi respuesta, pero a la vez espera escuchar algo que sólo en su interior lo desea.
Por una fracción de segundo sus ojos demuestran vulnerabilidad, y quiero saber por qué. Quiero saber todo de él, todo lo que es, todo lo que quiere, todo su pasado. Yo quiero todo de él. Pero el querer es algo muy diferente a tener.
Aclaro mi garganta.
—Yo...ehm, no lo sé.– Desvío la mirada.
Claro que sí lo sabía, pero no iba a decirle, podría darle una espantosa paliza a Andy. Frunce el ceño y agacha la cabeza mientras la mueve de un lado a otro en una clara negativa.
—No sabes mentir.– Susurra
—No estoy mintiendo.– Me defiendo y me balanceo de adelante hacia atrás, con mis pies.
Escucho una pequeña y ronca risa de su parte, no es una falsa o sarcástica como las de siempre, esta es...genuina. No es fingida, no es forzada, y un aleteo se forma en mi estómago.
—Sabes que sí.– No respondo y un incómodo silencio nos abraza. Se rasca la nuca y exhala.—Y ¿Cómo van tú y...Andy?.–Pregunta.
Frunzo el ceño.
—¿Qué?
Desvía la mirada.
—Sí. Digo, ya sabes, todas esas cosas de los enamorados y...sí, eso.– Dice.
¿Eh?
Esperen. ¿Acaso está insinuando que estoy enamorada de...? ¡Oh, por Dios!
Alzo ambas cejas y muerdo mi labio inferior reteniendo mis carcajadas, es que, ¿Cómo es posible que piense algo así cuando sabe lo que siento por él? y es que para mi sí es gracioso. No sabía si sólo era para tener algo de que hablar o quería saber si entre Andy y yo existía algo más que una amistad, porque si es lo segundo, realmente, acaba de hacerme la noche.
Es tanto el esfuerzo que hago por no reír que al final termino soltando una risa nasal, que después es seguida por mis fuertes carcajadas que hacen eco en la habitación.
—¿De qué te ríes?
Trato de responder, juro que lo hago. ¿Alguien duda de ello? pero en este momento mi risa es más grande que mis ganas por hablar, alzo un dedo indicándole que me de un segundo para poder calmarme. Dios.
—¿P-Por qué dices eso?– Digo, entrecortadamente, mientras regulo mi respiración.
—Porque...por nada, olvídalo.– Resopla con cierta molestia y avanza hacia la puerta. En cuanto está por pasar el umbral, inconscientemente, mi mano vuela hasta su brazo y lo detengo.
¡Ni siquiera tengo una excusa para ello!
Me mira interrogante, esperando a que hable.
—Yo...ahm, ¿Qué sabes sobre...los hombres que me quieren asesinar?– Bueno, es sí era una buena excusa, hay que aceptarlo.
Asintió y entró de nuevo a la habitación. Lo seguí hasta sentarme junto a él, en la cama, y esperé a que hablara.
—Hay un...amigo.– Me mira de reojo y se remueve incómodo.—Lo conozco desde hace mucho, él está ayudando en la busqueda del bando enemigo, hemos descubierto su nombre.
Alzo las cejas con sorpresa. Ese era un gran paso, al menos no sabíamos de su paradero pero supongo que, su nombre ayuda de mucho.
—¿Cuál es?– Cuestioné con interés.
—The Hell.
Con tan sólo escuchar su nombre, los vellos de mis brazos y nuca se crispan, siento un escalofrío recorrer toda mi longitud. The Hell (El infierno) según Castiel, es uno de los bandos muy peligrosos, obviamente, después del suyo. Jamás había tenido contacto con los integrantes de ese bando, y por lo que dijo, jamás había escuchado de el.
—¿Haz notado algo extraño estos días?– Pregunta.
Niego inmediatamente. No han hecho nada últimamente, desde aquella llamada dejaron de atentar contra mi. Esperen, ¡La llamada! jamás se lo mencioné a Castiel. Me giro sobresaltada hacia él y me mira interrogante.
—¿Sucede algo?– Cuestiona, con el ceño levemente, fruncido.
Aclaro mi garganta.
—Hace un mes, aproximadamente, recibí una llama cuando estaba a punto de salir para encontrarme con mi padre. Llamaron del móvil de Mike, pero no era él quien habló. Usaron un distorcionador de voz, por lo que no podría identificarla, pero él dijo: "La cobra es peligrosa y mentirosa", fue lo único.– Expliqué.
Me miró alarmado para después hacerlo con furia. De un salto inesperado, se levantó de la cama y se posicionó frente a mi, me sentía como una niña a punto de ser regañada por su padre cuando mentía o se jalaba una torta.
—¡¿Cómo pudiste esconderme algo así?!– Gritó.–¡Espero que estés consciente de lo que haz hecho!
—¡Se me olvidó, Castiel!– Me defendí, empezando a molestarme.
—Algo como eso no puede olvidarse, es tu vida la que está en juego, no la mía.– Dijo, respirando entrecortadamente.
Tengo que aceptar que es cierto, tiene toda la razón del mundo. Debí haberle dicho de inmediato, pero su rechazo y palabras hirientes fueron más fuertes que mi preocupación por la llamada, se me olvidó por completo y estoy consciente de mi falta de seriedad. No tengo ningún argumento para defenderme ante la verdad, quien se defiende de la verdad es porque no sabe aceptar sus errores con humildad, yo sí lo hago. Agacho la cabeza, es lo único que puedo hacer, no es hasta ahora que me doy cuenta de mi falta de interés en esto.
Me sobresalto al sentir sus manos envolviendo las mías. Su tacto es gratificante, sus manos son grandes, asperas. Lo cual me indicada que ha hecho trabajos duros. Son cálidas, me encantan.
Está acuclillado frente a mi y me mira con disculpa.
—Lo siento, no quería gritarte.– Susurra.
Niego.—Está bien, hice mal en no decírtelo.
—Ya no importa, sólo...no vuelvas a hacerlo. Quiero que me comuniques de inmediato cualquier cosa, no importa si es minima, necesitamos estar comunicados de todo.– Dice.
Asiento. Siento frío en el momento en que aparta sus manos de las mías y se pone de pie, desde su posición me mira con frustración, como si quisiera hacer algo prohibido.
Y aunque lo hiciera, lo evitaría. Por más que anhele besar sus labios y abrazarlo, debía darme mi lugar y no arrastrarme.
Sin decir una sola palabra, se giró y salió de la habitación, dejando en las paredes el retumbo del portazo.
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¡Hola, preciosas!
Siento mucho el retraso, de verdad.
Voten si les gustó.
Comenten que les pareció.
Se despide su sexy autora.
Y...