Castiel.
—Hermano ya deja de tomar.
—Déjame en paz Jay.
Negó con la cabeza y sin decir nada más salió de mi despacho.
A él no le gustaba que tomara, siempre que lo hacía me pasaba de tragos.
Jay era como un hermano para mi o el remplazo del que perdí.
Lo conocí un año después de que murió toda mi familia, y desde entonces hemos sido muy amigos.
El cuida mi espalda y yo cuido la suya.
Ha pasado una semana desde que maté a aquel hombre sin obtener una respuesta.
Estoy empezando a estresarme y la única salida para mi es el alcohol.
No debería romperme la cabeza con el asunto de Lauren, normalmente siempre paso de esos casos y sigo con mi "vida".
Pero con ella, es diferente.
Es tan inocente y delicada.
Tan fuerte y valiente.
Cualquiera en su lugar estaría muriendo de miedo o paranoico, pero ella se mantiene fuerte.
Afronta la situación con valentía, no se deja caer.
Una mujer digna de admirar, la mujer que todo hombre desearía.
La mujer que empiezo a desear.
Me siento incapaz de dejarla sola con esto, haré lo que esté a mi alcance.
Yo la metí en esto y yo la sacaré.
Al costo que sea.
Lauren.
—¡Hermoso! Buen trabajo Lauren, me encanta.– Exclamó mi jefa, la señora Scott.
—Gracias.
La veo alejarse y sigo cambiando a los demás maniquíes.
Ésta era mi otra parte favorita de mi trabajo, combinar prendas y exhibirlas a las personas. Yo era la encargada de hacerlo, la señora Scott dijo que tenía un muy buen gusto en la moda y que era ideal para la tienda.
Suspiré y tomé mi bolso, mi reloj marcaba las seis treinta de la tarde.
Salgo de la tienda y empiezo a caminar hacia la parada de autobuses.
Primero me desvío y voy a una farmacia, el hombro me duele a ratos y por eso compraré algunos calmantes.
Encuentro una y pido algo para aliviar el dolor, el chico pone las pastillas en una pequeña bolsa y con una sonrisa salgo de allí.
Las calles están un poco desiertas, como mínimo hay unas seis personas.
Escucho un bocinazo a mi lado, es un auto.
Y una cabeza se asoma por fuera de la ventanilla.
Sonrío.—Oye linda, ¿Quieres subir?
—Lo siento, pero no me subo al auto de cualquiera.–Me encojo de hombros.
—Oh, que mal.
Porque justo ahora se está yendo tu autobús, pero bueno, que te vaya bien caminando.– Dice y toma velocidad.
Miro rápidamente hacia la parada y justo estaba el
autobús doblando en la esquina.
—¡Espera! ¡Vuelve, iré contigo!– Lo escucho carcajearse y me trago el montón de insultos que tengo para decir.
—Sube.– Abrió la puerta y entré.
—Te odio Mike, me distrajiste a propósito.
—Te amo, lo sabes.
Además me debes un café. –Me miró por un pequeño segundo y luego concentró su mirada en la carretera.
—Muy cierto Mike, entonces ¿Te parece si tomamos algo hoy? – Propuse.
Sonrió en grande. —Claro que sí.
(...)
—¿Y bien?.– Empezó a hablar una vez nos trajeron los cafés y los postres. —¿Qué harás en éstas vacaciones?
Di un sorbo a mi café y suspiré.
—Trabajar y quedarme en casa leyendo un libro o viendo alguna serie.
The Walking Dead tal vez.–Alcé los hombros sin importancia.
Frunció el ceño.
—¿No irás a ver a tu familia?
—No, ya sabes como está todo con ellos. Prefiero estar sola.– Dije y cambié de tema.—¿Y tú?
—Uh, bueno. Tenía planeado viajar a París, iré a visitar a unos amigos que no veo hace mucho.– Sonrió.
Platicamos y reímos por un buen rato.
Estar con Mike me ayudó a despejar mi mente de preocupaciones y los miedos que se han estado amontonando en mi.
Él era mi único apoyo junto con Jessica, me entendían y aconsejaban a la perfección.
Siempre les contaba todo, aunque no puedo contarles mi situación actual, no quiero que ellos se involucren en esto de ninguna forma.
No deben tener conocimiento.
—Gracias por pasar este rato conmigo. – Sonrió cuando llegamos a la puerta de mi casa.
—No agradezcas Mike, sabes que no es ninguna obligación para mi.
Te quiero mucho.– Lo abracé y él correspondió.
—Yo también, y mucho.–Murmuró en mi cabello.—Nos vemos y cuídate.
—Adiós.
Abrí la puerta y entré a casa, estaba oscuro y aún sin prender las luces me dejé caer en el sofá.
Estaba cansada, tiré mi bolso a un lado y me empecé a quitar la ropa.
Tomé el dobladillo de mi blusa y la alcé pasándola por encima de mi cabeza y la tiré en el sofá.
Me paré y empecé a desabotonar mis jeans, los bajé y patee hasta el otro lado de la habitación.
Pensé en desnudarme, pero no lo creí conveniente.
—No te detengas, sigue.– Pegué un pequeño saltito sobresaltada. La luz de la lámpara de la sala se prendió.
Mis ojos casi se salen de sus cuencas al ver a Castiel sentado en uno de los sofás pequeños.
Rápidamente crucé mis brazos sobre mi pecho y crucé mis piernas tapando un poco mi feminidad.
—¡¿Qué haces aquí?! –Grité escandalizada.
Su mirada me recorrió de arriba abajo sin pudor alguno.
Este hombre no tenía vergüenza, relamió sus labios y se puso de pie.
—Vengo a...proponerte algo.–Dijo mientras se acercaba a mi.
—¿Q-qué es?– Pregunté nerviosa. Su mirada se oscurecía conforme se acercaba a cada paso.
Sonrió de lado socarronamente.
—Mejor sientate, no es algo que se deba hablar de pie y menos...casi desnuda.– Me miró nuevamente.
—Deja de mirarme y date la vuelta.– Espeté con molestia.—Y no vuelvas a entrar a mi casa sin una invitación, que quede claro.
No respondió y tomé la ropa entre mis manos, me la puse con rapidez y le avisé que estaba lista.
Cuando nos sentamos, él empezó a hablar.
—Bueno, es algo sencillo. – Dijo con simpleza.
—¿De qué se trata?
Hubo silencio.
—Acepta ser mi amante.
~•~
Hola lindas.
Gracias a las que comentaron, a todas de verdad.
Quiero dedicar este capítulo a @xinita 15 y a @Debi456.
Sus comentarios de verdad que me hicieron saltar y chillar de alegría.
Sé que hay otras chicas que comentan y votan.
Y pronto les dedicaré uno.
Las amo.
Voten si les gustó.
Comenten que les pareció.
Se despide su sexy autora.
Y...