Narcotraficante

By YilianRguez

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SEGUNDO LUGAR EN LOS REVER AWARDS 2017 ¿Quién iba a decir que una simple cena cambiaría la vida de Lauren Dal... More

Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 8
Capítulo 9.
Capítulo 10
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Capítulo 37.
Capítulo 38.
¿Preguntas?
Preguntas + Respuestas.
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 42.
Capítulo 43.
Capítulo 44.
Capítulo 45.
Capítulo 46.
Capítulo 47. (Castiel)
Capítulo 48. (Castiel)
Capítulo 49.
Capítulo 50.
Capítulo 51.
Capítulo 52.
Capítulo 53.
Capítulo 54.
Capítulo 55.
Capítulo 56.
Capítulo 57.
¡Grupo oficial!
Capítulo 58.
Capítulo 59.
Capítulo 60.
Capítulo 61.
Capítulo 62.
Capítulo 63.
Capítulo 64.
Capítulo 65.
Capítulo 66.
Capítulo 67.
Capítulo 68.
Capítulo 69.
Capítulo 70.
Capítulo 71.
¡Un millón!
Capítulo 72.
Capítulo 73.
Capítulo 74.
Capítulo 75.
Capítulo 76.
Capítulo 77.
Capítulo 78.
Capítulo 79.
Capítulo 80.
Capítulo 81
Capítulo 82.
Capítulo 83.
Capítulo 84.
Capítulo 85.
Capítulo 86.
Capítulo 87.
Capítulo 88.
Capítulo 89.
Capítulo 90.
Capítulo 91.
Capítulo 92.
Capítulo 93.
Capítulo 94
¡NOTICIÓN!
Capítulo 95
Capítulo 96
Ayuda
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Especial #1
Capítulo 101
Lo siento
Capítulo 101 (segunda parte)
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104

Capítulo 7.

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By YilianRguez

Mi corazón latía con frenesí mientras mi interior se llenaba de angustia y terror.
Casi no creía que, realmente, me encontraba envuelta entre el peligro y la muerte. Sabía que escandalizarme solo nos causaría más problemas y justo eso era lo que, que en mi interior, rogaba que no sucediera. Así que solo pude pegar mi cuerpo a la ancha espalda de mi acompañante, buscando protección y un poco de calma.

Trataba de responder preguntas que me resultaban, pobremente, irresolubles.

«¿Por qué a mí?» «¿Por qué ahora?»

No podía ver la expresión de Castiel pero sí la del sujeto. Era joven –mas no tanto–, quizá no pasaba de los treinta y pico, su contextura era atlética y su altura promedio para alguien de su sexo; aún así, el ojiazul le ganaba en todo. Sin embargo, era Castiel un hombre normal como cualquier otro, ahí nos encontrábamos en una abismal desventaja.

Nos apuntaba sin remordimiento, sin temblores en sus manos ni indecisión en sus ojos.

Los gritos de las personas presentes se hacían más fuertes y pude escuchar varios disparos a mi alrededor haciéndome estremecer. Pensé que mi corazón iba a romper mi pecho, ¿podía latir a esa velocidad?

Castiel se empezó a mover, no sin antes mirarme por encima de su hombro. Su rostro permanecía impasible y sus ojos no decían nada, siguió movilizándose y quise gritarle que parara, pues aquello podría costarnos la vida a ambos. Con cada paso, la mirada del hombre se endurecía y más firme se volvía su agarre en la pistola.

—Alto ahí, Diablito– rió —¿A dónde crees que vas? No saldrás de aquí al menos que sea muerto.

Cerré los ojos con fuerza al escucharlo.  No era fanática de las especulaciones pero, el enfrentamiento comenzaba a tener nombre. ¿Era esto una venganza que incluía a Castiel? ¿Por qué lo había llamado así?

Apreté la tela de su traje cuando los ojos del hombre se posaron en mí. Sonrió ampliamente.

—¿Pero qué tenemos aquí? ¿Es una de tus zorras?– paseó su mirada por mi cuerpo, sin descaro. Ese gesto me había hecho enfadar.

Me había insultado y deseaba con toda mi alma darle una buena paliza o soltarle un chorro de insultos, en otro situación esto no hubiese quedado así; probablemente, se  hubiera ido con un diente menos. Pero lo último que quería era un agujero adornando mi cuerpo.

Pero él no tenía nada contra mí, sino con Castiel. Él lo conocía y esta vez no era solo una suposición.

Pero el miedo creció cuando caí en cuenta de lo peor, el hombre creía que tenía una relación con Castiel. Y tal vez eso ahora era un gran motivo para eliminarme. Yo no tenía anda que ver con él, ¿podría eso valer algo para nuestro atacante?

No lo creía.

—¿Qué es lo que quieres?– preguntó Castiel, su voz amortiguando los incesantes gritos de los comensales. Resistí la tentación de mirar a mi alrededor.

—¿Acaso no es obvio?– cuestionó el sujeto —. Voy a matarte, y tal vez después, me lleve a tu chica como premio.

«Maldición», rugí para mis adentros. «Dios, no permitas que esto acabe mal», rogué.

Cuando creí que aquello no podía ir peor, de la garganta del ojiazul brotaron graves carcajadas. Realmente eso le hacía gracia, ¿era normal?

—Escucha– habló con seriedad —, te daré dos opciones. La primera: tú y tus hombres se van, como buena persona les perdono la vida– su voz se tiñó de sarcasmo —; la segunda: continúas con tu juego y te atienes a las consecuencias.

Ahora fue turno del hombre de reír, como si las palabras del ojiazul hubiesen sido la mejor broma de la historia. En un movimiento rápido e imperceptible para mí, puso la pistola en la frente de Castiel.

Tapé mi boca con ambas manos para sofocar el grito que quería salir de mi garganta. Varias lágrimas de pánico se deslizaban por mis mejillas.

—Que estúpido eres, ¿en serio crees que puedes hacerme daño? No tienes como defenderte. Ahora dime, ¿cuáles son tus últimas palabras?

Castiel rió y seguido de eso, habló en otro idioma.

Nos vemos en el infierno.

Pensé que aquellos segundos eran los últimos y jamás volvería a ver a mis seres queridos, y juré que en la muerte haría pagar a Castiel por ser tan imprudente; pero entonces golpeó la mano del hombre provocando que su arma cayera lejos y acto seguido, me empujó. Mi cuerpo impactó estrepitosamente contra la cerámica del suelo, fue ahí cuando levanté la mirada que, pude apreciar los cuerpos inertes de varias personas. Rodeadas de su propia sangre.

Me paralicé, mis oídos solo percibían ecos y mi voz quedó atascada. Mi estómago se apretó y pronto sentí el sabor amargo de la bilis en mi garganta; estaba asustada, aterrada. 

—¡Escóndete!– no hizo falta que lo repitiera, de inmediato me levanté y corrí tambaleante buscando un lugar seguro.

Visualicé una enorme y ancha columna rodeada de palmeras. Me escondí detrás de ella, jadeante. Me asomé no pudiendo lidiar con  la incertidumbre, entonces tuve una imagen nítida de lo que hacía Castiel.
Sentía la adrenalina correr por mi cuerpo acompañada de frustración.

Me culpaba una y otra vez por haber aceptado cenar con él, sabía que había algo mal, y aunque me había sido imposible saber el qué; me seguía recriminando haber sido tan tonta.
Me prometí alejarme de Castiel y alejarlo a él de mí, si salía viva de esto –rogaba para que así fuera– jamás volvería a tener ningún tipo de contacto con su persona.

Me sentía como en una película de terror, los intrusos reían sosteniendo enormes armas en sus manos, apuntando y después disparando. Solo por diversión.

Castiel tenía una gran ventaja, me sorprendí al ver la gran agilidad que poseía para esquivar y atinar golpes. Me mantuve viendo por algunos segundos, sin embargo, no soporté aquella violencia desmedida, como si estuviesen arremetiendo contra un muñeco. Escondí mi cabeza entre mis piernas cuando el ojiazul golpeó el rostro del hombre y de las comisuras de sus labios comenzaron a deslizarse pequeños ríos de sangre. Ninguno se detenía, golpeaban una y otra vez sin piedad alguna.

Podía escuchar sus gruñidos, sus maldiciones y los incesantes gritos ajenos parecidos a lamentos imperecederos de almas en pena. Buscando alivio.

—Basta, por favor, basta– susurré temblorosamente, aguantando los sollozos.

Mi corazón dejó de latir en el momento en que escuché un disparo cerca de mi «escondite», justo en la dirección en que se encontraba Castiel.

Pegué un respingo y sentí calor, náuseas y fue imposible no dejar salir más lágrimas. No quería mirar, no quería hacerlo, ¿y si él había muerto? ¿Qué sucedería conmigo ahora?
Tal vez correría la misma suerte de mi acompañante.

A punto de desfallecer, me asomé para observar la escena. Oh, mi Dios, ¡aquello era una masacre! Solo podía ver sangre y más sangre brotar de su cuerpo, con cada segundo la vida se le escapaba hasta finalmente perecer. Jamás olvidaría aquel momento en que sus ojos conectaron con los míos y contemplé como se llenaban de un vacío sin retroceso. 

No sentía lástima por él, al contrario, ambos se habían ganado mi desprecio. ¿Cuántas personas habían muerto por culpa de los dos?
Castiel no parecía arrepentido de haber presionado el gatillo, se veía relajado. ¿Había ya hecho lo mismo?

¿En qué me había metido?

Se puso de cuclillas al lado del hombre, dándome la espalda. Si salía de este edificio, lo haría sola, sin él. No iría a la cárcel a pagar por su culpa.

Su muerte fue la señal para que los demás evacuaran el edificio y dejaran detrás de ellos la huella de imperdonables sufrimientos. Pues para ellos habían sido unas pocas muertes más.

Salí de mi escondite cuidadosamente, huyendo de las garras de aquel que fue llamado como el que reina en el Inframundo.
Caminé con prisa pegada a la pared que daba hacia el ascensor. Gracias a Dios pude introducirme en éste. Presioné uno de los botones para bajar y antes de que las puertas se cerraran, Castiel miró en mi dirección.

Me asusté, y aunque no pudo entrar, rogaba para que el ascensor llegara rápido al primer piso.

Limpié mis mejillas con desesperación y cerré los ojos con fuerza, en ese momento ya no pude aguantar más y dejé salir entre llantos y quejidos, un dolor inexplicable. Lamentando la muerte de personas ajenas a mí.
No sabía en qué se había metido Castiel para que todo esto pasara y tampoco quería saberlo, él era un hombre peligroso, estaba segura de eso.

Podría ser algún asesino en serie, gánster o psicópata. Tal vez un empresario codicioso tratando con asuntos turbios.

Lo fuera o no, cerca de mí jamás estaría.

Corrí una vez las puertas del ascensor se habían abierto, al mirar atrás otro se abría y de él, desgraciadamente, salía Castiel. No demoró mucho en verme y dirigirse a mí dirección.

—No, no, no. Maldita sea, no– murmuré.

Me escabullí entre el mar de gente que aún seguía corriendo en dirección a las puertas principales que daban a la calle.

—¡Lauren!– gritó mi nombre.

Finalmente pude salir del restaurante, veía a mujeres y niños ser atendidos por paramédicos quienes intentaron pararme para verificar que me encontraba bien, sin embargo, mi único objetivo era escapar. Cuando llegara a casa, me refugiaría entre las sábanas de mi cama y trataría de olvidar todo aquello de lo que fui testigo, aunque fuese difícil. En mi huída, uno de mis tacones se rompió, provocándome la segunda caída de la noche.

Intenté levantarme, pero alguien más me tomó del brazo derecho y de un tirón me puso de pie. ¡Oh, Dios, era él! Me sacudí con violencia para liberarme, mas solo conseguía que su agarre se hiciera más fuerte.

—¡Suéltame! ¡Auxilio! ¡Alguien ayúdeme!– grité con todas mis fuerzas, esperando que alguien me ayudara, se diera cuenta de lo que sucedía.

Tapó mi boca con su enorme mano e intenté morderlo pero ejercía tanta presión que me era imposible hacerlo.

Me arrastró con rudeza hacia una orilla de la acera en donde se encontraba su coche. Abrí los ojos como platos al darme cuenta de lo que quería hacer, traté de luchar pero no pude. Castiel me metió en el asiento copiloto y rápidamente entró él.

—¡Ayuda!– grité por la ventana pero el maldito la cerró.

Traté de abrir la puerta y hasta golpeé la ventana queriendo romperla, ¡era inútil! Las personas que deambulaban por ahí, la policía y paramédicos parecían no estar conscientes de que a su alrededor existían más peligros. ¡Existía yo!

Me pegué al asiento cuando trató de tocarme.

—¡Aléjate de mi! ¡¿Qué quieres?! ¡Maldito! ¡Eres un maldito asesino!

Sus ojos me miraron con severidad, advirtiéndome silenciosamente que si no me callaba iba a terminar mal. Pero no me importaba, yo solo quería estar lejos de allí, de él. ¿Cuántas veces debía repetirlo?

Giró el volante y pronto nos hubimos metido en la carretera.

—No, no, no. ¡¿Qué estás haciendo?!– grité aterrada, empujando la puerta una vez más —¡Déjame ir!

Quería despertar, que aquello fuera solamente un sueño del cual Jessica y yo nos reiríamos después.

—Te salvé de una posible muerte, ¿es esta la manera en que me agradeces?– rugió.

—¿Agradecerte qué? ¡Me has metido en un lío del que no tengo idea! ¡Sé que tienes algo que ver con ellos!– aseguré. Presioné el asiento cuando aceleró más de lo debido —¡Para ahora mismo y déjame ir!

—¡Cierra la boca!– pegué un respingo, había gritado tan fuerte que mis oídos sumbaban —No te dejaré salir hasta que estemos completamente a salvo, así que cierra la boca.

—¡Llévame a mi casa!– exigí de nuevo, ignorando su orden.

Giró en una curva violentamente y mi cabeza golpeó la ventana. Sus manos apretaban con fuerza el volante y sus ojos no se despegaban del camino; me sentí furiosa y abrí mi boca indignada.

—¡Maldito idiota! ¡¿Qué crees que estás haciendo?!

—Mantenernos con vida.

                        ~•~

Hola, mis hermosas o hermosos.

¿Qué creen que pasará?

Espero que les guste.

Comenten qué les pareció.

Voten si les gustó.

Se despide su sexy autora.

Y...

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