Fruncí mis cejas y acomodé mi cuerpo en su dirección.

-Solo quiero saber por qué, hemos estado detrás de esto por un buen tiempo y, dejar la mayoría de estrategias en manos que no conozco, me inquieta. Realmente le confío mi vida a Jay, esto... Odio admitirlo, pero, me deja en desbalance.

-Es entendible - agregó César, los tres fijamos nuestra atención en él (quien como siempre, no se inmutó) -, pero, tal vez un nuevo punto de vista nos ayude a fijar aspectos que se nos han escapado, una opinión exterior a veces puede ser más analítica.

Ese... ese era realmente un buen punto.

-Es posible - enuncié meditativa.

-Desesperas antes de la hora.

-Disculpa si temo por nuestras vidas - expresé con una sonrisa sarcástica.

-Te preocupas mucho, Lauren - dijo, fue hacia el refri y sacó una bebida, después de un trago largo, se dirigió otra vez a mí -, no te aloques o morirás antes de la hora.

El arrastre de una silla contra el suelo me sobresaltó.

-Cuida lo que dices, poco tienes para aportar y no la conoces realmente - se me encogió el corazón al escucharlo, tan frío y furioso a la vez. Me miró y señaló la puerta de la cocina con su cabeza -Tengo que hablar contigo - y salió.

Mi padre se veía preocupado, seguramente por mi salud mental. Tranquilo, no me voy a suicidar, ¿qué piensas que me va a afectar ahora? ¿Que quiera borrar mi recuerdo?

Nada más faltaba...

Por otro lado, César se notaba muy a gusto. El arranque de Castiel le había divertido a tal grado que, sorprendentemente, estaba sonriendo. Me levanté expectante, cruzando el umbral noté una ligera capa de sudor. Busqué en la sala y no estaba, dirigiéndome al pasillo, al pasar junto al despacho, me tomaron del brazo. Ahí estaba.

Me solté, más por dignidad que por gusto. Tenía su pecho a centímetros de mi nariz, y se agitaba tan pacíficamente, yo estaba al borde del colapso interno, con una enorme interrogante dando vueltas sobre mi cabeza. Nos adentramos en la habitación, con la puerta a medio cerrar y las lámparas manteniendo un bajo nivel de luz, aún habían rincones considerablemente oscuros. Respiraba por la boca mientras me acomodaba en el centro de la estancia, podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo. Me erguí, abrumada.

Antes de que siquiera tuviese tiempo de decirme nada, fui a lo que realmente me importaba: -¿Por qué se fue Jay?

Inhaló. Él sabía perfectamente que no lo dejaría pasar, entendía que tuviese sus propios problemas, pero, que se fuera tan de repente, me inquietaba. No lo juzgaría, realmente no lo haría, pues era consciente de que el mundo no giraba a mi alrededor, y cada una de las personas involucradas en este embrollo, tenían una vida.

-Realmente no es algo que te concierne, no puedes sentirte con el derecho de estar enterada -espetó.

Apreté los labios, molesta por su actitud grosera.

-¿Por qué siempre estás a la defensiva? Solo quiero saber si ha pasado algo malo -murmuré.

Ladeó la cabeza con parsimonia, me veía de una manera que no podría explicar, porque realmente era raro. Me ponía incómoda.

-Todo está bien -suspiró -, resuelve algunos pendientes, le han estado... atormentado hace un tiempo.

-¿Es muy grave?

-No más preguntas, Lauren -y ahí estaba, esa corriente que subía por mi espalda, como un dedo acariciando mi piel, al escucharlo llamarme después de tanto tiempo.

NarcotraficanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora