—Yo jamás te dejaré.– Admití, mirando sus tormentosos ojos. Sus labios se estiraron en una tierna sonrisa.

—Más te vale, Diablilla. Movería cielo y tierra hasta encontrarte.

—Eso espero, aunque eso nunca será necesario.

—Ya, basta.– Dijo ríendo.—Me dará diabetes.

Castiel Johnson arruinando momentos desde tiempos inmemorables.

Me separé de él y puse la fotografía en un mueble viejo, completamente empolvado.

—¿Qué tal si vamos a caminar? quiero saber muchas cosas sobre ti, y tengo infinidades de preguntas que hacerte.

Rodó los ojos y caminó hacia las escaleras conmigo a su siga.

—Tu curiosidad sobrepasa los límites de mi paciencia, Diabla.

Reí entre dientes.

—Me alegra escuchar eso.

—Maldición, a mi no. Cada vez que tienes curiosidad, terminas metiéndonos en problemas. ¿Qué sigue? ¿Harás que me maten?– Rió.

Oh, la ironía.

Evadí el disgusto que eso me causó y para mis oídos fue como si nunca lo hubieran escuchado. Carraspeé y corrí, pasando por su lado, caminé hacia atrás, mirándolo.

—¿Damos un paseo?– Pregunté, alzando las manos.—Vamos, ¿Qué dices?, tal vez podría ser...¿El sendero de Penine?

—¿Quieres ir a Penine?– Frunció el ceño.

—Sí ¿Por qué no?, he escuchado que es muy bonito.

—No, no, no. Espera...Lauren, ni siquiera puedes hacer cinco lagartijas y, ¿Quieres ir a Penine?. Supongo que eres consciente de que tienes que caminar mucho.

Me encogí de hombros restándole importancia. ¿Qué más daba?, claro que no era buena haciendo ejercicios pero, quería disfrutar de estar aquí, no me arrepentiría, estaba muy segura eso.

—Claro que lo sé, pero quiero ir.

—Bien.

(...)

Muy bien, lo diré: Me arrepiento.

—Castiel, espera, por favor. Necesito agua.– Jadeé, poniendo mis manos en las rodillas.

Se giró hacia mi con las cejas alzadas y ambos brazos extendidos hacia los lados.

—¿En serio?– Preguntó con disgusto.—Lauren, nuestro auto está a tan solo cinco metros, no hemos caminado nada. Por Dios, mira, esa anciana ya nos adelantó.– Seguí la dirección que su dedo apuntaba; oh, sí, una mujer de tercera edad caminaba como si no ocupara de toda su fuerza de voluntad.

Me enderecé y resoplé.

—Debió haber tomado una lata de Red Bull.

Me dio una mirada de "¿Qué diablos?".

—Lauren, esa bebida no sirve, solo destroza tu organismo. ¿Sabías que está comp...?

—¡Basta!– Exclamé.—Castiel, amo tu gran coeficiente intelectual, en serio. Pero ya callate, siento que estoy con una enciclopedia y no con un hombre.

Terminó de acercarse a mi y tomando mi mano me hizo caminar junto a él, retomando nuestra caminata.

—Eso no fue lo que dijiste esta mañana cuando...

—¡Shhh! hay niños, Castiel.

Rió.—Vamos, deja de pensar en el cansancio y disfruta del paisaje.

NarcotraficanteWhere stories live. Discover now