¡No soy una máquina por Dios! Estudio de 7:00 a.m. a 4:25 p.m.

Si fuera otra, tardaría meses en actualizar. Pero solo tardé quince días, es más ¿Cuándo he faltado con mi palabra? Solo una vez, fallé solo dos fines de semana. Sin embargo hago todo lo posible por complacerlos (as). Actualizar todos los días en Wattpad no hará que me gradúe de noveno año. Sin embargo, aquí sigo escribiendo.

Y si lo hago, es porque ustedes me apoyan. No hablo de todos, quienes comentan esas cosas deberían ser más considerados con nosotros los escritores.

Estoy molesta, la verdad, pero esta es la única forma de que entiendan. Y eso si es que aceptan sus errores.

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Narrador Omnisciente.

El olor a tabaco se percibía aún detrás de la gran puerta de metal, incluso, las paredes se habían perfumado con éste. Tres sofás acomodados estratégicamente formando un triángulo, en ellos tres hombres sentados. Dos de ellos tenían a una mujer semidesnuda en sus piernas, mientras ellos las miraban con lascividad, el tercero tan solo sostenía un cigarrillo en su mano derecha, que se encontra elevada a la altura de su cabeza con el codo apoyado en el antebrazo del sofá y en su mano izquierda, mantenía presionado un vaso de Vodka puro. Detrás de ellos, había un bar, el cual era atendido por un chico de brazos tatuados y de barba en candado, sus manos se movían ágiles preparando todo tipo de tragos.
A dos metros de distancia de los tres hombres, había una gran mesa de pool, dos chicos jugaban tranquilamente y, en veces, se lanzaban breves miradas. En aquella habitación no se escuchaba nada más que no fueran los vasos de cristal siendo movidos por el barman, o la irritante risita –para los chicos en la mesa– que soltaban las dos mujeres cuando sus amantes las tocaban.

Había pasado un mes, tan solo eso, y estar infiltrados se había convertido en la tarea más difícil y poco emocionante para aquellos chicos. Incluso resultaba emocionante y peligroso ser los guardaespaldas de La Diabla.
Después de cinco rondas, ambos chicos se encontraban aburridos.

—Mañana a primera hora vendrá el jefe.– La voz de un rubio rompió el abrumador silencio de la estadía. Era uno de los que tenía a una mujer en sus piernas, el otro era pelinegro.

—¿El jefe?– Cuestionó el pelinegro confundido.—¿Cuándo salió del país o de la ciudad? hace tres días lo vi aquí en "La Guarida".

El rubió dejó escapar una gran y escandalosa carcajada, la cual provocó que el barman lo mirara con fastidio, ese hombre era un amante del silencio.
Miró al pelinegro y enarcó una ceja.

NarcotraficanteWhere stories live. Discover now