Virgii realmente ama a Callen, no le importa poner su vida en peligro si con ello consigue estar a su lado. Amo a Castiel, sé que aún queda algo bueno en él, que es un alma atormentada buscando paz y dejar atrás el dolor, y sé que necesita amor. No sé qué le haya pasado a lo largo de sus veintisiete años, pero no debe ser nada bueno. Me pregunto si seré lo suficientemente fuerte como para lidiar con todo, y quedarme junto a él para toda la vida. Soy lo único a lo que puede aferrarse ahora, y no sé si resistiré mucho. ¿Soportaré escuchar su historia? ¿Soportaré saber a cuantas personas a asesinado? ¿Soportaré saber...todo?

Definitivamente sí. Me enamoré de él sin conocer su historia, ¿Por qué no seguir amándolo después de saberla? Estoy consciente de que no es un relato feliz, que habrá dolor y, de seguro, a ratos no querré escuchar más. Pero también sé que cuando estamos solos y en silencio, me le quedo mirando fijamente y me duele verlo porque a veces su mirada está perdida, sin brillo y triste. Quisiera poder borrar todo lo que lo lastima y envolverlo en mis brazos hasta que la tormenta acabe. Castiel Johnson es esclavo de sus demonios, lo atormentan de noche cuando la oscuridad no permite que penetre un rayo de luz. Tan sólo necesita una mano para salir de ese poso tan oscuro, pero yo no le daré una mano, le daré las dos.

—¿Estás bien? —Esa pregunta seguida por una caricia en mi rostro, me hacen salir de mis pensamientos, doy un grito ahogado junto con un saltito... ¡Me asustó!

Me mira extrañado por mi repentino gritillo y río levemente.

—Sí, estoy bien, sólo estaba pensando —respondí.

—Pues espero que hayas estado pensando en mí.

—Vaya, pero que modestia, señor Johnson —contesté, alzando una ceja y dando un golpe juguetón en su pecho.

Iba a hablar, pero al fondo unas alegres carcajadas llamaron nuestra atención. Virginia y Callen, bailaban abrazados mientras reían.

—Se ven hermosos —solté inconscientemente.

—Se aman —apuntó.

Lo miré y mi corazón dio un vuelco al percatarme de que su mirada no me había abandonado en ningún momento. Sujetó una de mis manos e hizo que me levantara de la banquilla de cemento en la que había estado hablando con Virginia. Lo miré atenta, a la espera de su siguiente movimiento. Pasó mis brazos por su cuello y envolvió mi cintura con sus manos; estaban cálidas; sonreí, me gustaba esto.

—Aún no puedo creer que esté pasando esto —afirmó.

—¿Qué cosa?

Rio y negó con la cabeza.

—Que el indomable Castiel se haya enamorado de la terca Lauren.

Fruncí el ceño, ¿Terca? ¡Jamás!

Bueno, tal vez sólo un poquitito.

—Somos algo así como La Bella y La Bestia, —Rio.

—Sí, algo así.

Me deleité con su risa, era genuina y no sarcástica como antes. La música llegaba al jardín un poco apagada desde el interior de la mansión, por lo que la débil melodía y el cielo escarchado construían un hermoso escenario. Recosté mi cabeza en su pecho y lo escuché suspirar.

—¿Sabes? quiero llevarte a un lugar muy especial para mí.

—¿De verdad? —pregunté, con mi mejilla en su pecho.

Los dedos de su mano derecha trazaban círculos en la parte baja de mi espalda, y la otra acariciaba mi hombro. Un suspiro de satisfacción se me escapó de los labios, sus caricias me encantaban.

—De verdad —afirmó—. Pero será después, mañana saldré con Callen y tú irás con la loca de su mujer a escoger el vestido de novia. Ella quiere que la acompañes, le has caído muy bien, Diablilla.

Hice un puchero, quería tenerlo para mí todo el día, pero por otro lado me emocionaba la idea de ayudar a escoger un vestido para Virgii, por eso cuando lo miré una gran sonrisa surcaba mi rostro, él sabía cuánto me alegraba.

—¿En serio?

—Claro que sí, preciosa.

Sonreí.

—Pues entonces no se diga más, ¡Claro que la acompañaré! —exclamé casi dando saltitos como niña pequeña.

Rio a carcajadas por mi alegría; me encantaba verlo reír con ganas y amaba como sus ojos se achinaban cuando lo hacía. Besó mi frente y apoyó mi pecho contra el suyo.

—Me gusta verte feliz, y espero ser el causante de más alegrías.

¿Acaso no se daba cuenta?

—Tú ya me haces feliz, me haces sonreír aún sin hablarme.

(...)

Contemplaba el cielo sentada sola al filo de la fuente de agua. Mi Diablillo estaba divirtiéndose con sus amigos, peleando entre ellos. Virginia se había vuelto histérica cuando le rompieron un jarrón chino, por lo que le propinó varios zapatazos a todos. Jamás había reído tanto al ver a los hombres correr para que el tacón de Virgii no los alcanzara, ella se había quedado plantada en la sala como un soldado a la espera de otro desastre, para atacar.

La tranquila melodía de los grillos y de las hojas al ser movidas por la brisa, me hizo cerrar los ojos con la cabeza levantada hacia el cielo. Estaba feliz, aunque no por completo, aún me faltaba aclarar las cosas con mi padre y tratar de ponerme en contacto con mi madre, quería escucharla. Pero, aunque me urgiera, eso estaba pospuesto por un breve tiempo.

—¿Disfrutando de la noche? —Pegué un respingo y automáticamente abrí los ojos—. Lo siento, no pretendía asustarte.

Miré al hombre frente a mí mientras ponía una mano en mi pecho, tratando de calmar los latidos acelerados de mi corazón.

—Pudiste haberme causado un infarto —me quejé.

—Lo siento, de verdad —Se disculpó de nuevo, mientras revolvía su cabello.

Era rubio, tan blanco como la leche, de ojos verdes muy intensos, alto y de buen cuerpo.

—No importa, está bien —Le sonreí y me devolvió la sonrisa.

Vestía una camisa blanca con tres botones abiertos y con las mangas hasta los codos, pantalones formales y tenis Nike. Aquello me hizo gracia, puesto que era el único que iba calzado de esa forma, parecía de la edad de Castiel o tal vez menos.

—Soy Lauren —me presenté amablemente cuando se sentó junto a mí.

Sonrió tímidamente estrechando mi mano.

—Mucho gusto, Lauren. Soy Christop.

NarcotraficanteWhere stories live. Discover now