Al llegar a casa noté como uno de ellos, el que había sido elegido como su compañero de cuarto, corría apresuradamente a mostrarle algo. El resto, dejo sus cosas sobre el sillón del living y comenzó la diaria pelea por tomar un baño antes de que la comida que ordenaron llegara. Como todos parecían seguir su rutina diaria, me dirigí también al lugar que siempre ocupaba cuando volvíamos del trabajo. Me senté frente al ventanal en donde estaba mi escritorio y me propuse ordenar los papeles que había dejado allí temprano.

Apenas mi cuerpo descansó unos minutos, los pensamientos que había estado evitando todo el día, llegaron a mí. Las imágenes de Alena, llorando en frente mío y la sensación de inmovilidad eran tan vívidas que parecía que otra vez estaba frente a esa mágica criatura. No sabía de dónde habían salido las últimas palabras que le dije pero me alegraba habérselas dicho. Quería que supiera que estaba interesado en ella, pero nunca podía dejárselo saber. Esperaba que entendiera que me afectaban sus emociones y que me mantenía observando cada uno de sus movimientos.

La pesadumbre se elevó desde mis piernas hasta mis ojos. Se sentía como si las lágrimas quisieran reaparecer. No entendía por qué estaba tan emocional. Me sorprendía a mí mismo todo el tiempo, sintiendo todas esas cosas y ocultándolas de esa manera bajo un rostro de piedra. Tuve el deseo de salir al balcón a fumar, pero de alguna manera recordé esa promesa que me había hecho de dejar de fumar si lograba que Alena fuera parte de mi vida. Un gran dilema nació allí. Alena estaba en mi vida, pero no de la manera en que yo quería que fuera, entonces ¿debía dejar de fumar o no? Una de mis manos se posaba sobre la caja de cigarrillos en el bolsillo de mi chaqueta. Ya no estaba sentado frente al ventanal sino que mis pasos se habían dirigido al living nuevamente. Parado frente al balcón del apartamento, mis pensamientos trataban de guiarme hacia la solución pero les estaba costando demasiado. Inmóvil, como cuando me encontraba con Alena, me encontró el muchacho nuevo.

Ambos nos miramos, existía entre nosotros esa incomodidad que existe entre personas desconocidas, pero que al parecer, ahora sólo sucedía conmigo. Se notaba que quería hablarme, pero mi rostro que se mantenía sin facciones, debía impedírselo. Lo sabía porque muchas veces Junhong quiso iniciar una conversación, pero al ver mi cara, que se mantenía así porque no tenía ningún tipo de pensamiento, lo atemorizaba y lo veía luego, huir de la escena.

Tomé finalmente un cigarro de la caja y salí al balcón a fumar. Era cierto, Alena no estaba en mi vida, sólo sabía dónde era posible encontrarla, pero nada más. Su comida favorita, si le gustaba vivir aquí, qué pensaba del calor que azotaba la ciudad estos últimos días, no lo sabía. Hasta que supiera todo, hasta el más mínimo detalle de la vida de esa mujer, no la consideraría parte de la mía.

Detrás de mí, la figura del muchacho que me observaba antes, se acercó. Se apoyó en el barandal y miró a la distancia. Suspiraba de vez en cuando y me miraba por el costado del ojo. No entendía que quería de mí y por qué no podía decírmelo.

-¿Sucede algo?

Era quizá, una de las únicas veces que inicié una conversación.

-Em...yo...

Le costaba mucho dejar salir las palabras, tal y como me pasaba a mí con Alena. Tomé la posición que ella solía tomar en nuestros intercambios verbales y traté de animarlo a hablar. Pude saber así, la tremenda ansiedad que se desprende de la espera de la respuesta del otro.

-Yo...muchas gracias.

De todas las cosas que mi cerebro me dijo, podían ser las palabras que aquel muchacho dijera, no esperaba aquellas.

-¿Por qué me agradeces?

-Sé que fue por ti que estoy aquí ahora. En serio te lo agradezco, si no fuera por...sea lo que sea que hayas visto en mí, no podría haber dejado esa isla horrible en la que vivía.

-¿A qué te refieres? Esa isla es hermosa, yo mismo estuve ahí hace un par de meses.

Misteriosamente y opuesto a lo que sucedía con todas las personas, las oraciones salían de mi boca de manera natural. Sí, aun estábamos incómodos con la presencia del otro, pero al menos podíamos hablar. No me había pasado antes y deseaba tanto poder comportarme de esa manera con Alena...

Demonios. ¿Todo en mi vida tenía que relacionarse a ella?

-Lo sé, pero es horrible para mí. Quizá si hubieras pasado toda tu adolescencia trabajando en el restaurante de un hotel, entenderías a lo que me refiero.

Aun cuando nuestra conversación era agradable, los ojos de aquel muchacho no se movían en mi dirección en ningún momento.

-De todas maneras, no soy el único a quien tienes que agradecer. El desastre de personas que se encuentra dentro es uno de los factores más importantes de tu llegada a esta ciudad.

Asintió y acto seguido lo vi intentando volver al living. De alguna manera, en ese momento quería que me hiciera compañía hasta que el cigarrillo en mis manos se consumiera del todo. 

I'm gonna make you love me  [BangYongguk]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora