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No recordaba que fuera tan alto. Las pocas veces que había estado frente a él de esa manera, mis ojos solían mirar el suelo. Ahora, el temblor que percibía del cuerpo de ese hombre me había hecho dirigir la vista hacia su rostro. Las gotas de agua no parecían recientes, pero habían logrado dejar esas huellas que terminaban en el borde de su boca. Me di cuenta que la idea de sentir que lo conocía de toda la vida era absurda. ¿Cómo era posible que pensara de esa manera? Solamente nos habíamos visto tres veces y en todas esas ocasiones no me había permitido a mí misma disfrutar de la majestuosidad de su rostro. Aquellos labios, esa nariz...los ojos. Había leído que no eran necesarias las palabras cuando, al mirar los ojos de una persona, podías verlo todo. Sus ojos parecían decir cosas en aquel momento, el brillo que se despegaba de aquellas esferas negras era impactante. No supe determinar si se trataba del llanto que obviamente había sucedido momentos atrás o si ese hombre realmente tenía la galaxia en la mirada.

¿Cuántas veces no había fantaseado con tenerlo tan cerca? Posaría mis manos sobre su mejilla y la acariciaría con el deseo de hacerle saber que estaba loca por él, que era importante para mí y que tenía las intenciones de acompañarlo en esa búsqueda de sí mismo, de su camino de oscuridad...No sé si pretendía sacarlo de allí, pero al menos hacerle compañía, dejarle ver que no estaba solo y nunca más lo estaría porque yo me mantendría siempre allí...toda la vida. Tomaría sus manos con delicadeza y sentiría esa calidez una vez y miles de veces más. Enlazaríamos nuestros dedos, prometiéndonos eternidad. A veces, pasaría mis brazos por su cintura y los anudaría en su espalda, apoyando luego mi cabeza sobre su pecho, escuchando el repiqueteo de su corazón como si fuera un concierto de orquesta sin fin. Pasaría mis dedos por sus cabellos, jugando con la densidad de aquella pradera negruzca. Lo miraría a los ojos y sin decir palabra alguna, dejaría que mis labios se dirigieran a los suyos para fundirnos en un beso que expresara todo aquello que ninguno de los dos parecía poder decir. Lo amaría, como siempre había querido amar, sin dependencias estúpidas, sin sufrimiento, sin temor, sin necesidad de pensar en el futuro porque el presente lo es todo.

Sin embargo, no sabía qué era yo para él. No había podido adivinar por qué me trataba como a una desconocida. Sabíamos quiénes éramos pero nos manteníamos en silencio, ocultando esa locura que nos unía, ese sentimiento que, al menos yo, creía que compartíamos. Entonces no podía hacer las cosas como en las fantasías. Mi racionalidad me decía que no podía entregarle mi alma a un extraño, pero ¿no lo había hecho ya? Desde la primera vez que nos vimos.

La montaña rusa estaba descontrolada como siempre. Mi cuerpo no se movía de la posición que ocupaba. Yongguk se mantenía inmóvil. ¿Cómo había hecho para dirigirse a ese lugar si parecía no moverse nunca? Lo sentía tragar saliva de vez en cuando, pero era lo único. Sus ojos no me miraban pero yo podía verlos. Su respiración era calmada pero por la poca distancia que nos separaba podía sentir los golpes que su corazón daba contra su pecho. Sus manos seguían posadas en el picaporte del ventanal. ¿Qué le pasaba? ¿Estaba enfermo? ¿Le dolía algo?

-Señor...

-Lo siento.

La soledad que nos acompañaba en ese pequeño recinto, junto con el eco que se despegaba de las paredes hizo que su voz se convirtiera en un estruendo que chocó en mis oídos. ¿Qué sentía? No entendía a qué quería referirse con sus disculpas.

Aún después de decir aquellas palabras, permaneció parado frente a mí como antes, como si en realidad nunca hubiera hablado y el sonido de su voz hubiera sido parte de mis fantasías. De repente, otro sonido se escuchó. Parecía como si quisiera aclarar su garganta para poder seguir hablando, quizá el llanto había dejado vestigios de ese nudo inicial.

-Sé quién eres. No quise parecer como si no lo recordara...tú...

Entonces por eso se disculpaba.

-Está bien, nos hemos visto tan pocas veces que...

Intentaba ser amable con él, pero en realidad sólo quería golpearlo. ¿Por qué había actuado de esa manera? Incluso haciéndome dudar de lo que sentía por él. El saber que había algo que le impedía comportarse normalmente frente a mí, me provocó mucha más curiosidad de la que ya tenía (¿Cómo era eso posible? No lo sé). Estaba tan llenas de preguntas que sentía que eso era lo único que hacía cuando me encontraba con él, preguntarme acerca de lo que sentía, de lo que significaba para él, de lo que nos unía, de lo que nos esperaba. Pero me frustraba el hecho de no poder materializar esas preguntas ¿cómo obtendría respuestas entonces? ¿O es que no quería obtenerlas? Fantasear con esa idea de un amor que se sometía al destino y que unía a dos almas sufridas, era una cosa. Pero decirle todas esas locuras referidas al amor y las vidas de las personas que se me ocurrían, no parecía ser algo fácil. Saber qué es lo que piensa, tanto de mí como de las extrañas coincidencias que nos encontraban en restaurantes...me llenaba de ansiedad. ¿Cómo me veía aquel desconocido hombre que prácticamente no se movía y vivía rodeado de misterio?

-Lo sé...es muy raro.

-¿Qué es raro?

-Nos hemos visto tan pocas veces...pero a la vez, tantas para personas completamente desconocidas.

Aunque no me miraba directamente, esperaba que notara que sonreía. De esa manera, liberaría un poco la tensión de su cuerpo. Nos habíamos quedado estáticos en la misma posición por tanto tiempo que ya parecía natural. La forma en la que pensaba de nuestros encuentros me parecía tan...linda. Esas mariposas que la gente dice sentir, creía que las sentía también.

-Deberíamos volver a la mesa. Los demás deben estar preocupados.

No. ¿Por qué no quedarnos allí para siempre? No me hubiera molestado mantenerme ahí, con su rostro a tan poca distancia, escuchando su apacible respiración, sintiendo el calor que se desprendía de su cuerpo, siendo bendecida con el sonido de su voz. Aquel hombre ¿sabía cómo habíamos terminado los dos juntos casi apretados frente a un ventanal? ¿Sabía que yo lo había ido a buscar o lo sospechaba siquiera?

El sonido de la saliva por fin cruzando su garganta me indicó que ya estaba más tranquilo. Se había tomado todo ese tiempo para calmarse. Todavía quería saber por qué lloraba. Sus músculos cobraron vida y comenzó a moverse hacia un lado, despegando la mano del picaporte y parándose del otro lado de la estructura de vidrio. Mi espalda ahora daba con la suya. Esperaba que lo siguiera en el camino de regreso pero no hice ningún movimiento.

-Usted...

Aquel suspiro que se escapaba de mi cuerpo cuando decidía hacer algo, ocurrió. No iba a tener otra ocasión como aquella para preguntarle qué le sucedió. El silencio que siguió a mis palabras me hizo saber que me escuchaba y esperaba que continuara.

-¿Se encuentra bien?

-Lo estoy.

-Pero...estaba llorando.

-Lo siento.

-¿Por qué se disculpa conmigo?

-Porque estaba llorando por ti.

Me dejó parada, con mi rostro dirigido hacia su espalda, observando como volvía a la mesa y se disculpaba por haber demorado tanto. Karen, quien parecía más preocupada porque yo no regresaba aún, se levantó y terminó a mi lado, preguntándome si todo estaba bien, si no me había caído mal la comida y si no necesitaba algún medicamento. Sólo negué con la cabeza y volví a sentarme frente a aquel hombre que me desconcertaba y me llenaba de preguntas, a la cuales, no obtenía respuestas, en parte porque no las quería y también porque él no me las daba.

Aquel almuerzo no duró mucho más. El señor Hang mencionó algo de otra reunión y le dejó la promesa de otro encuentro a Karen. Ambos hombres se fueron del restaurante con el mismo porte empresarial con el que los vimos llegar. Yongguk no soltó palabra alguna el tiempo que nos quedó juntos.

-Bueno, al menos sabemos que ese hombre no es algún mafioso ¿verdad?

-¿Cómo lo sabes? Ese señor Hang podría ser su socio en el negocio del secuestro de personas.

Aunque hacía bromas, no reía con honestidad. Solamente pensaba en esa última frase que escuché de la boca de ese hombre.

I'm gonna make you love me  [BangYongguk]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora