LXVI

32 8 2
                                    

     Lynch fue hasta la máquina de agua y lleno un vaso del grifo frío mientras pensaba sus próximas palabras. Chevré parecía haberse calmado un poco, aunque quizá solo escupiera gilipolleces por los nervios. Debía de estar drogado y en constante paranoia por algo. Pero, ¿por qué?

Se tomó el mismo un vaso antes de rehacer sus pasos. Total, Chevré debía de estar tratando de hablar con su hermano, pero entre esos tartamudeos y nervios, Lynch dudaba que fuera capaz de expresarse con claridad.

Estaba claro que lo que lo inquietaba tenía que ver con los asesinatos en los que se había envuelto su compañero de piso, ya que cuando fueron a verle por primera vez, cuando no sabía nada, estaba relativamente tranquilo. ¿Tan impactante había sido la muerte de Fabricci?

Claramente sí, pero no era normal que le afectara tanto. Tenía algo que confesar, pero Lycnh no se imaginaba lo que podía ser.

Llegó hasta la sala de interrogatorios y fue a girar el pomo de la puerta cuando se dio cuenta de que ya estaba abierta. Titubeó un momento. Sí, se la había dejado abierta antes de irse. Daba igual.

Grégorie ya no hablaba por teléfono.

La sala estaba vacía.

Lynch dejó el vaso en la mesa tratando de controlar un súbito pánico con maldiciones entre dientes.

-¡Charlie! -gritó saliendo a la sala de Homicidios- Charlie, ¿has visto salir al tipo que estaba aquí?

Charles, que comía como un cerdo un cartón con patatas fritas y salsa tártara, lo miró con asombro Su mesa era la más cercana a la sala de interrogatorios, y aparte de él, no había casi nadie por ahí.

-No, no sé... -replicó casi atragantándose.

Lynch gruñó y miró en derredor. Grégorie no se veía por ningún lado.

Giró bruscamente y se dirigió a una puerta al fondo de la sala. Se abrió sin resistencia y entró para aporrear las puertas de los cubículos.

-¿Grégorie?

Nada. El baño estaba desierto. Lynch se llevó las manos a la cabeza, tratando de imaginar donde carajo se habría ido Chevrè.

Se miró al espejo. En toda su carrera como agente, jamás le había sucedido nada parecido. Y ahora no aguantaba esa clase de trotes. Se maldijo por haberle dado una oportunidad así de clara a Chevré. Dónde había ido...

Quizá había salido de la comisaría en otro ataque de pánico y ahora corría sin control por las calles. En ese caso ya lo habrían avisado o habría oído algo. La comisaría tenía una extraña acústica. Los sonidos fuertes de la calle resonaban en la segunda planta y la tercera, mientras que la primera permanecía muda. Era curioso, porque una vez, cuando Lycnh tenía treinta y pocos...

¡Concéntrate, estúpido!

Lynch salió de nuevo a la sala común con los nervios a flor de piel. Se la iba a ganar a esas alturas, aunque lo cierto era que nadie le tosía. Podría movilizar a la comisaría entera sin problemas sin ser capitán.

La radió crepitó en su cinto.

-¡LYNCH! El tipo ese...

Lynch se tanteó la cintura con manos nerviosas hasta encontrar la radio.

-¡Sí! ¿Qué ocurre?

El sonido de algo cayéndose resonó por la línea.

-El tipo ese que le buscaba está en el archivo. ¡Para! -chilló la voz mientras un eco metálico y más choques de caídas lo ahogaban sin piedad.

Huesos para Adhira Where stories live. Discover now